Trota el corazón desnudo
bajo una fuerte tormenta,
pues quiere saltar el muro
que impide ver las estrellas,
y el alma gime un susurro
mientras deshoja su pena.
El eco por la montaña
va pintando mil caireles,
con silenciosas palabras
filosas como alfileres,
con esa febril mirada
tan falaz e irreverente.
Vuela inquieto el chupamirto
en las ramas del manzano,
como si fuera delito
el sentirse enamorado,
y entonces construye un nido
donde ocultar su quebranto.
Tanto amor que hay en el pecho
-como agua en el viejo pozo-,
es un sentir a destiempo
que a punto está de ser roto,
pues se han borrado los besos
y caricias de su rostro.
Lourdes P. Cabral
San Diego, California