Columna invitada
Alfonso René Gutiérrez – El poeta Víctor Soto Ferrel ha sido objeto de un reconocimiento por parte del Instituto Municipal de Arte y Cultura y de la Casa de la Poesía de la Frontera Norte: “Víctor Soto Ferrel: Testigo de la orilla”, evento realizado durante la inauguración del encuentro Poesía en Tijuana, en el marco del 130 aniversario de la Ciudad.
Cierta vez que se le preguntó qué le había llevado a la poesía, Soto Ferrel mencionó los recuerdos infantiles: “Creo que la memorización de canciones impregnadas con el sentimiento que las cantaban en mi pueblo de mineros. El canto cardenche, llegando o de regreso por los caminos de la sierra, con los arrieros. […] Auroras, tormentas, crepúsculos, montañas, constelaciones. Fuegos fatuos, socavones, dolor, pobreza y aislamiento. […] Una profunda y súbita veta de agua y tierra, de aire y luz que brotaba estremeciéndome” en la intensidad de los atardeceres; “las noches tachonadas de estrellas o de lunas al alcance de mi mano. Después, el aprendizaje de poemas sugeridos por mis maestros de primaria para que los recitara en las límpidas, coloridas y melancólicas asambleas de los lunes.” “Quizás mi matria es la infancia”, declaró. “Traigo mi casa, mi cárcel conmigo. De inmediato la instalo donde vaya.” El adiós al terruño ahondaría la melancólica sensibilidad, ya en la adolescencia, con el punzante sentimiento de la canción cardenche: “Esa estrella marinera…/ Solo en pensar/ que ando lejos de mi tierra/ me dan ganas de llorar.”
Sumándose a este reconocimiento ZETA publica el presente poema, procedente del último libro de Soto Ferrel, Arena oscura (ICBC, Premio estatal de Literatura 2014).
Solo tus pasos
Solo ebrio cantas con libertad de agua
Solo ebrio escuchas reír al viento entre los árboles
Sólo así oyes relinchar los caballos caer las hojas arder los leños
Debes volver antes que el agua se congele antes que la nieve borre los caminos
Debes volver antes que los troncos que sostienen tu casa se pudran
Debes regresar porque aún detenidos en tu boca están un adiós y sus lágrimas
Bajo los nogales te espera el quiosco para que veas el río y aspires
entre rosales blancos todo el perfume del jardín
Te harán volver las piedras del acantilado la sombra del pino
nacido de la roca más alta y el vuelo
de las palomas silvestres
Recuerda cómo la noche brota del estanque
Cómo manan del jardín todas las estrellas humedeciendo tu cara
Cómo vuelves al vuelo suspendido del gavilán
en el rojo horizonte
Oyes la música de las nubes
saboreas la miel de los panales
ves la casa que dejaste
rodeada de duraznos y manzanos.
Tienes que volver por las hojas de laurel por el cascabel de la serpiente
por el polvo de estrellas que divide la noche desde tu patio
por las flores del saúco y el agua entre raíces de alisos
El eco de tu oración no se ha perdido
aún huelen a incienso tus ropas.
Sobre lajas corre el agua te esperan sus cascadas rojas
y la cara del muchacho asomando de su tumba entre alhelíes
Huelen a naranjo los caminos
Vuelven las mulas cargadas de mangos
Entre piedras de plomo entre estrellas quemadas cortas zarzamoras
De la boca de las minas fluyen agua fresca y aleteo de murciélagos
Desde la higuera los búhos reflejando la luna alumbran el camino
Canto para que no olvides los cascos del caballo marcados en la arcilla
las huellas de los pájaros
Sólo tus pasos se secaron
Sólo tus huellas las borró la lluvia
Alfonso René Gutiérrez es poteta radicado en Tijuana, B.C.