La situación en el país no está ni bien ni mal, lo que estamos contemplando es la transformación de un estado encaminado a la institucionalización, a la formación de un estado social, democrático y de derecho.
Como todo cambio en proceso, este suscita temores y desacuerdos respecto a los diversos actos realizados por el gobierno federal, y esto con la finalidad de evitar la presencia del sospechosismo tan común en el enfrentamiento de diferentes corrientes políticas, pero de eso a considerar que el país está en llamas, hay una enorme diferencia.
Estamos contemplando los primeros pasos de un cambio estructural en una nación que aspira a institucionalizar un estado democrático, social y de derecho, esto conlleva a desajustes sociales, económicos y políticos que es necesario combatir frontalmente con talento y transparencia en las políticas de gobierno.
Es inocultable la presencia de grupos de crimen organizado en el ámbito nacional, que han llegado a la comisión de hechos tan graves como es el tráfico de inmigrantes y los homicidios violentos que se ejecutan día con día, hecho que con su actuar ha comprometido la soberanía y el desarrollo económico nacional.
No cabe duda que durante mucho tiempo hemos vivido engañados por políticos gobernantes de dudosa moral política, cuyo propósito ha sido enriquecerse y hacerse de cotos de poder.
Admitimos, fuera de las preferencias político-partidistas, que la divisa “primero los pobres” representa un anhelo de justicia largamente acariciado, incluyendo a la clase empresarial porque saben y entienden que dejar postergado el problema de la miseria alimentaria, la discriminación, la falta de salud y educación, es poner en peligro el orden y la seguridad nacional.
El método para llegar a un sistema de gobierno humanista, se logra trabajando dentro de los principios de libertad, transparencia, justicia y equidad, dejando a un lado las posiciones político-partidistas, religiosas, raciales, discriminatorias y las ambiciones de poder egocéntrico. Un país como el nuestro, en la situación ya comentada, debe tener liderazgos que vayan más allá del estímulo al enfrentamiento con la oposición, de lo contrario, nuestra patria se verá sumergida en un choque innecesario que solo busca el control de las fuerzas políticas empleando engaño o violencia.
La solución de la crisis por la que atraviesa el país, está en que todos respetemos rigurosamente la constitución, los tratados internacionales y las leyes que de estas emanen, con ajenidad a cualquier postura pasional, personal, partidista o religiosa y respetando también de manera inalienable, los derechos humanos reconocidos por la Organización de las Naciones Unidas.
Arnoldo Castilla es abogado y catedrático de la UABC.