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viernes, febrero 16, 2024
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Iglesia y mafias

Giuseppe Carlo Marino escribió un magnífico libro: “Historia de la Mafia. Un Poder en las Sombras”. Referencias editoriales lo recomiendan: “…un prestigioso intelectual ampliamente reconocido en Italia por sus ensayos históricos. Reconstruye de forma cronológica el origen y la evolución de la mafia siciliana, y analiza los aspectos económicos, sociales, culturales y políticos de la realidad italiana que permitieron su surgimiento”.

Giuseppe no es un novelista. Tampoco inventa personajes. Su obra “…esclarecedora está basada en fuentes y documentos reales”. Desmenuza y nos deja ver las actividades mafiosas. La influencia en la vida italiana. Las primeras prolongaciones a Estados Unidos. Luego a muchos países. Los editores aseguran que el mundo actual está plagado de mafias, pero históricamente, la madre de todas tiene etiqueta siciliana. Advierten que Marino “…no maneja un simple amasijo de crónicas acerca de la criminalidad, sino un denso material político y social”. Analiza hechos y documentos. “Pobres y potentados, bandoleros y políticos, narcotraficantes, clérigos y notables conforman la historia de esta sociedad”. También refiere la llamada “dramática y decidida lucha” oficial contra las mafias.


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De su obra editada en junio de este año he tomado significativos apuntes. Cuenta de Kalsa, el viejo arrabal envuelto por la penuria y asentado en Palermo. Un desastre. Casas que lo fueron. Sostenidas de milagro y con dificultades. Restos de mansiones destruidas durante bombardeos y tiroteos de la Segunda Guerra Mundial. Imagínese, hace tantos años.

Allí sucedió lo increíble. Noviembre sólo tenía nueve días en 1997. Utilizando un calificativo deportivo, la plazuela “estaba a reventar”. Entusiasmados los asistentes a todo volumen. Aquello no volvería a repetirse. Los lugareños fueron por voluntad propia. Jamás obligados. Recibieron y festejaron a su amado párroco Mario Frittitta, un simpático fraile carmelita. Nada más pisó la plaza, retumbó enorme gritería como terremoto. Tanto como para temer otro estruendoso derrumbe.

Naturalmente, el cura estaba contentísimo. Repartía bendiciones. Seguramente muchos lloraban. Le daban todos cariñosa bienvenida. Recién salió de la famosa cárcel del Ucciardone. Apareció con las manos en alto. Y no como tiempo atrás, esposado. Sí. Cuando policías fueron y le apresaron. El señor Fiscal de la República investigó. Coleccionó pruebas. Tan querido párroco protegió a Pietro Aglieri, salvaje mafioso malnacido, desarrollado y avecindado en Corleone. Mismo pueblo donde según la ficción, nació Vito, Don Vito, “El Padrino”, obra de Mario Puzo, gran novelista.


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Kalsa, Palermo

A Pietro Aglieri le llamaban respetuosamente U Signurinu, El Señorito. El apodo chocaba con la realidad. Se le conocía como violento de violentos. La fiscalía comprobó tres hechos entre fraile y super-capo. Ofició misa solamente para él. Administró Sacramentos. Y le aconsejó no arrepentirse, acusar ni denunciar a nadie si lo capturaban, siéndole muy claro. “Eso no es de cristianos”.

Más: El fraile Frittita casó en la intimidad de la Cosa Nostra a otro célebre: Giovanni Garofalo. Todo corleonese sabía muy bien. El sacerdote no ponía obstáculos ni se escondía para ofrecerles misa a mafiosos, bautizarlos o casarlos. Y cuando andaban huyendo les protegía. Bueno, en cierta ocasión ofició misa de cuerpo presente. En la homilía criticó fuertemente al gobierno. Le rindió honores a Salvattore Marino, acusado y confeso de asesinar a un funcionario. Lo torturaron hasta la muerte.

La relación Iglesia-capos no era causa de asombro en Palermo. Un opulento mafioso, Calogero Vezzini, tenía dos hermanos sacerdotes, un primo párroco y dos tíos obispos. Heredó el poder a Giuseppe Genco Russo. Este hombre gozaba de banca apartada para él solo en la Catedral de Mussomeli. También Luciano Lugo, capo, iba cada domingo a misa como cualquier parroquiano. El catanés Nitto Santapola construyó un altar en su escondite. Siempre tenía Biblia a mano. Y frailes capuchinos eran famosos por prestar su convento a la mafia para convertirlo en guarida.

Pietro Aglieri                                                                                                     Mario Frittitta

También el Arzobispo de Monreale, Eugene Filippi y el Cardenal Ruffini decían sentirse más bien en sus reuniones con capos. Los llamaban “hombres de orden y enérgicos”. Todo lo contrario a sus incómodos encuentros con funcionarios de costumbres comunistas.

Mario Scelba fue Ministro del Interior y escribió sus testimonios. Refirió el “Caso Giuliano”. Este mafioso regaló mucho dinero al Arzobispo de Monreal. Con eso ayudó a los desprotegidos. Hizo grandes obras de caridad. A cambio, permitió al capo esconderlo en un convento con monjas de clausura. Lo presentó simplemente como buen hombre, recomendando cuidarlo bien.

Curiosa e inexplicable situación la de Palermo y Sicilia. Los religiosos son vistos como héroes. Proteger mafiosos y desafiar al gobierno, es tan increíble como la decisión oficial para encarcelarlos.

En México hay testimonios oficiales, periodísticos y gráficos sobre la relación entre representantes de la Iglesia Católica y mafiosos. El sacerdote Montaño de Tijuana, sirvió como intermediario a los capos Arellano Félix. Viajó con ellos llevándolos hasta la Nunciatura Apostólica. Girolamo Prigione, el representante del Santo Padre Juan Pablo II les recibió y bendijo. Abogó por ellos ante el Presidente de la República. No fue supuesto. Un hecho. Capos, cura, Nuncio y Presidente lo confirmaron en ocasiones diversas. También el Procurador General de la República.

De Montaño hay declaraciones oficiales. Informaciones periodísticas. Testimonios fotográficos. Como los curas italianos, ofició en secreto. Acudió a una residencia particular para impartir los Sacramentos. De todo esto debió estar enterado por lógica y razones de jerarquía eclesiástica el Obispo Berlié Belaunzarán, entonces pastor en Tijuana y ahora Arzobispo en Yucatán.

En fin. Impresionan las referencias de Giuseppe Carlo Marino en su libro “Historia de la Mafia. Un Poder en las Sombras”. Me sorprendió el detalle del fraile carmelita cuando aceptó la cárcel por su relación con la mafia. No la negó. Tampoco los denunció, porque como decía él, eso no es de cristianos.

En el pasado, Palermo y Sicilia tienen relativo parecido con Baja California sobre costumbres de clérigos y mafia. La gran diferencia: Los hombres de la Iglesia mexicana no pasaron por las dificultades del fraile carmelita.

 

Tomado de la colección Dobleplana de Jesús Blancornelas, publicado por última vez en octubre de 2002.

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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