Alzan el vuelo las palomas
al sentirme cerca,
revolotean al nivel de mi rostro
y cuchichean entre ellas
algo que más tarde entendí.
Yace en el asfalto de la calle
una anciana cubierta de sangre,
cintas amarillas previenen el paso
y hay varios policías
en el lugar del accidente.
Quizás los familiares de la anciana
no saben aún de lo ocurrido,
y ella en la ambulancia
se debate entre la vida y la muerte.
Salió muy temprano de su casa
como todas las mañanas,
pero esta vez en su rostro
hay una mueca en lugar de la sonrisa.
A veces los días amanecen grises
y pequeñas gotas salpican el rostro,
ni siquiera llueve como es debido
para chapalear los pies en los charcos,
y disfrutar de los colores del arcoíris.
Ocurren desgracias y accidentes
que arrebatan la alegría del alma
y se cierran persianas y cortinas
como si fuera un sepulcro la vida.
Hoy se lamenta el corazón
mientras tañen campanas al vuelo,
una anciana ha sido atropellada
y hablan de ella las palomas,
pues les había dejado migajas de pan
como todas las mañanas
y por eso ellas lucen tan tristes
pues no saben si algún día volverá.
En el suelo solo queda su sangre.
Lourdes P. Cabral
San Diego, California