La relación con los Estado Unidos de Norteamérica ha sido voluble, nosotros lo mexicanos hemos creado un sentimiento originado por la pérdida de más de la mitad de nuestro territorio y para los americanos todo se traduce en un estereotipo considerando al mexicano como violento, jugador tramposo con un bigote descomunal, falto absoluto de principios y desobediente de la normatividad jurídica que rige en lo que los americanos llaman, el patio trasero de su país.
Últimamente, hemos caído en la trampa de un señor presidente de los Estados Unidos de Norteamérica aplicando a México lo que se conoce con el nombre de bullying y que consiste en burlarnos de aquél que cae en engañifas para tontos o medrosos.
En este caso, el “travieso” Donald Trump, amenaza con imponer elevados aranceles a nuestros productos comerciales para obligarnos a la realización de dos actividades como es la detención del paso de migrantes rumbo al sueño americano y la eliminación del crimen organizado a quien culpa del estado de degradación que viven nuestros vecinos, dado el elevado consumo de drogas. Dos tareas difíciles de culminar con bien, dignas de ser incluidas en la lista de imposibles a realizar que los dioses impusieron a Hércules como castigo por el mal uso de este, de los atributos con que lo dotaron los dioses griegos.
El imponer como obligación, el detener el flujo de migrantes provenientes de pueblos acosados por la pobreza y la violencia como son Guatemala, El Salvador, Costa Rica y en menor medida África; lugares donde reina la violencia que genera inseguridad y el hambre por falta de desarrollo económico y los gobiernos de instituciones políticas corruptas, bien parecería una burla para los mexicanos que apenas hemos iniciado una lucha frontal contra la corrupción y la impunidad que nos ha mantenido en la pobreza y en la anarquía, después de vivir sesenta años de gobiernos a los que solo les importó el enriquecimiento de quienes lo ejercían. Pero volviendo a Trump y al goce que le produce apretar tornillos para producir dolor, vergüenza y sentimientos de indefensión hacia el pueblo mexicano, está claro que la solución es buscar mercados para nuestros productos, en países de oriente y Europa.
No ignoramos que eso implique un desajuste en nuestra economía nacional y miedo de llegar a la pobreza, que, dicho sea de paso, seis millones de mexicanos la viven cotidianamente. Lo que no puede ya soportarse, es que cada vez que se le antoje al señor presidente de los Estados Unidos de Norteamérica poner a sufrir a las clases empresariales de nuestro país con la amenaza de aumentar aranceles y crear un estado de violencia comercial pisoteando la soberanía nacional.
Al mismo tiempo, aplaudimos el esfuerzo presidencial por apelar a la unidad nacional, único escudo para aquél que llegó a ejercer el mando de los Estados Unidos de América después de haber sorteado el disgusto de operaciones económicas fracasadas y de las cuales hace responsable a nuestro país.
Nota: El pueblo norteamericano sabe que desunirse de México en una situación crítica, por contagio vendrá para ellos la violencia y la pobreza que trae como consecuencia la debacle económica y que puede llegar a gestarse por haberla provocado “en el patio de atrás”.
Arnoldo Castilla es abogado y catedrático de la UABC.