La participación ciudadana de los bajacalifornianos en las jornadas electorales previo a 2018 estuvo clasificada de manera constante entre las más bajas del país, incluso después de la llegada del PAN-Gobierno, tras convertirse en 1989 en el primer Estado en tener un mandatario que no fuera de extracción priista. De acuerdo a las estadísticas de los institutos electorales, lo común ha sido que solo 3 de cada 10 ciudadanos con derecho a voto lo emitan.
Durante décadas, el 30 por ciento de la población adulta registrada decidió quién gobernó al 100%. Sin embargo, los números del abstencionismo se sacudieron en la jornada para elegir Presidente de la República el 1 de julio de 2018, y la participación electoral creció al 52.8% en Baja California, donde 5 de cada 10 decidieron salir a la calle y participar para elegir al mandatario de la nación, aunque mostraron menos interés por los candidatos locales, incluso por los senadores y diputados del partido que ganó.
De un millón 064 mil 251 voto: 22 mil 659 fueron anulados porque no estaban bien marcados o se sufragó por personas no incluidas en la boleta, entre otras causas, y mil 470 ciudadanos decidieron salir a ejercer su derecho, pero en blanco, lo cual usualmente se interpreta como una inconformidad ante la falta de calidad de los candidatos impuestos por los partidos.
En ese contexto, el enemigo a vencer en las elecciones del domingo 2 de junio será el abstencionismo, la jornada electiva fungirá como el termómetro con el que se medirá la capacidad de los candidatos para conectar, para convencer a una ciudadanía que el año pasado, al castigar a los partidos en el poder, dejó claro que está harta de la corrupción, la falta de transparencia, la aprobación de proyectos no sustentables y porque no consideran el bien común como máxima. Básicamente no están dispuestos a mantener a funcionarios públicos enriqueciéndose, haciendo negocios con el erario.
La carga para convencer a los votantes de que su partido o alianza es la que representa todo lo contrario a la corrupción que la población rechaza, está principalmente en los candidatos a gobernadores y alcaldes, quienes además de ser medidos por lo que han hecho o dejado de hacer sus partidos, serán aceptados o rechazados por lo que han hecho como personas.
Para el elector la decisión no será fácil tras una campaña desangelada, en la que la estrategia central de casi todos fue acusar la corrupción del gobierno actual y la figura del gobernador que va de salida; en la que la mayoría de los que pretenden ocupar un espacio de elección no estuvieron dispuestos -por ejemplo- a presentar su declaración patrimonial 3de3; en la que algunos de los candidatos recibieron apoyo de los gobiernos estatal o federal para ocultar sus bienes; en la que se hicieron acusaciones mutuas de corruptelas sin que nadie probara culpabilidad o inocencia; en la que se hicieron promesas sin explicar los cómo; en la que de nuevo se pisotearon ideologías partidistas y políticos corruptos y otros no tanto, se pasaron al partido que las encuestas indican, tiene más posibilidades de ganar.
Una campaña en la que quienes se consideran ganadores por adelantado, hacen gala de soberbia, menospreciando a sus oponentes y a la institución electoral.
Aunque no sea una decisión fácil, votar es un deber a cumplir como lo que es, el derecho máximo de participación ciudadana que tienen los bajacalifornianos en la vida democrática del Estado.
Está demostrado que la gente, los gobernados, pueden quitar y poner candidatos, quitar y poner partidos, la manera más efectiva de darle peso a sus filias y fobias políticas es a través del sufragio. Si quieren o si rechazan a la Cuarta Transformación, si creen que los candidatos locales la representan, si conservan algo de credibilidad en los panistas, si creen que los candidatos perredistas aportarán algo; los de Movimiento Ciudadano, los del PBC o el abandonado PRI, pueden votar por independientes, pueden votar diferenciado.
Si no encuentran candidato para votar a favor, pueden votar en contra de los políticos corruptos, ratas y mentirosos de los que tanto se quejan. A través del sufragio, su opinión tendrá mayor impacto que solo despotricar en redes sociales o en charlas de café.
Para poder reclamar y exigir resultados, la ciudadanía está obligada de inicio a participar, por eso invitamos al Lector a cumplir con su derecho y obligación cívica. Tome 15 minutos, una hora de su domingo para decirle a los partidos a través de su voto, lo que piensa de ellos. Analice y haga lo que no hacen muchos de los políticos que han generado este hartazgo: use su voto para buscar el bien común y el desarrollo de Baja California.