La herencia de mi madre
no es un cofre de joyas
ni una cuenta a mi nombre
o “x” cantidad de tierras.
Son sus sabios consejos
que me daba cada tarde
al llegar de sus trabajos
por la ausencia de mi padre.
Aunque llegara cansada
siempre tenía una frase
para mi alma atribulada
gracias por todo, madre.
Por todos los detalles
y los grandes sacrificios
que tú madre soportaste
para educar a tus hijos.
Que Dios te bendiga madre
pues tu labor cumpliste
con heroísmo y sin alarde
con tu ejemplo nos formaste.
No existe en el mundo
nada que se compare
con el amor que una madre
prodiga a sus hijos.
Si alguna de la veces
un hijo no las valora
ellas perdona sus errores
pues así es su naturaleza.
Este acto sublime refleja
el gran amor que desborda
del corazón de una mare
que no se cansa de amarte.
Atentamente,
Francisco Heredia Guzmán
Tijuana, B.C.