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viernes, febrero 16, 2024
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Goyo Cárdenas: el estrangulador de Tacuba (Tercera y última parte)

 “Los hombres al falsear la realidad, aman más las apariencias que lo verdadero”

Esquilo.


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Gregorio Cárdenas Hernández (a) “Goyo” fue un hombre muy especial. Ya hemos hablado de su extraordinario coeficiente intelectual que le permitió estudiar tres carreras, la de Ciencias Químicas, Psiquiatría y Derecho. Dijimos que a partir del 22 de diciembre de 1948 cuando las autoridades deciden regresarlo en la calidad de interno al penal de Lecumberri, memorizó totalmente el Código Penal, fue abogado litigante, escribía historietas dibujadas por él mismo donde relataba los crímenes más famosos y que incluso, escribió diversos libros, pero además de las características ya señaladas con antelación, tocaba un viejo piano de manera muy sobresaliente, este instrumento musical le había sido regalado por su señora madre; era un apasionado de la ópera y su autor favorito era Puccini destacando que la predilección hacia este género musical se debía porque “la ópera era un arte sublime, se conjugaban en la misma el canto, la música, el ballet, la actuación de los cantantes interpretando sus respectivos papeles protagónicos, la dirección musical, la dirección escénica, en fin, decía Goyo: es el espectáculo de espectáculos hasta el grado de la sublimidad”.

Goyo era un apasionado lector de la poesía, así como de la literatura en general; además, dirigió una revista en la entonces Ciudad México, DF. Y después vino su otra pasión, empezó a pintar cuadros.


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En el penal de Lecumberri contrajo matrimonio y tuvo hijos, a quienes mantenía con las ganancias que le redituaba una tienda de abarrotes que puso dentro de la cárcel. En cierta ocasión declaró: “a mí me examinaron aproximadamente entre 48 o 50 médicos… unos señalaron que padecía de esquizofrenia, otros se atrevieron a decir que padecía psicopatía, otros médicos afirmaron que tenía diferentes tipos de epilepsias, algunos sin temor a equivocarse afirmaron que era manifiesta mi debilidad mental a nivel profundo. Otros, paranoia. Sí, cómo no”.

En el año de 1976, la familia de Goyo apeló al entonces Presidente de la República, Luis Echeverría Álvarez, quien, al determinar que Goyo era “una celebridad terminó sorprendentemente decretando un indulto en su favor. El 8 de septiembre de 1976, “El Estrangulador de Tacubaya” abandonó la cárcel. Poco tiempo después, mientras el Lic. Mario Moya Palencia era Secretario de Gobernación, el Congreso de la Unión invitó a sugerencia de Mario Moya Palencia para que éste asistiera a la Cámara de Diputados, donde se le brindó un reconocido homenaje. Ninguno de los diputados presentes en esa reunión, quizá por su falta de cultura, su ignorancia de la historia o su servilismo hacia el Presidente de la República y el Secretario de Gobernación, recordó los terribles, crueles y sanguinarios homicidios que “Goyo” había cometido en su pasado, estando presente en el Congreso de la Unión y durante la celebración de la sesión en la cual se le rindió homenaje.

“Goyo” fue invitado a hacer uso de la palabra, tomó entonces la tribuna para hablar sobre la importancia de la vida y sus vicisitudes. Los diputados priistas en su inmensa mayoría le aplaudieron de pie al primer serial killer nacional, y en sus discursos lo calificaron como

“un gran ejemplo” para todos los mexicanos y “un claro caso de rehabilitación” del extraordinario tratamiento que reciben los mexicanos presos en las cárceles de nuestro país.

Después, Goyo inauguró una exposición de sus pinturas en una galería de la capital mexicana, y recibió favorables críticas, vendiendo todos sus cuadros a altísimos precios. Abrió, además un despacho jurídico y se dedicó a litigar. Se hizo una radionovela sobre su vida, que tuvo altísimos niveles de audiencia, incluso llegó a hablarse en su momento de erigir una estatua con su efigie en la Ciudad de México. Cuando el escritor Víctor Hugo Rascón Banda montó la obra teatral “El estrangulador de Tacuba” protagonizada por Sergio Bustamante, Goyo asistió a los ensayos y desde las butacas ayudó al director y actores a corregir detalles. Sin embargo, terminó distanciándose molesto por el tratamiento dado al caso, y demandó al director de la SOGEM por plagio, alegando que lo derechos sobre la historia de sus crímenes le pertenecían a él. Goyo registró ante Derechos de Autor la narración de su caso.

Goyo Cárdenas murió el 2 de agosto de 1999 y se convirtió de esa manera en el asesino serial más surrealista de la historia. El pueblo le hizo canciones, se vendían estampitas con su imagen, fue idolatrado por la gente, becado por PEMEX, estuvo 34 años en prisión. Citando aquella canción de Alberto Cortez: “¡qué maravilla, Goyo, qué maravilla!”. En ningún país del mundo ocurriría algo similar. Solo Goyo, nuestro mexicanísimo Goyo podría conseguirlo.

 

Benigno Licea González es Doctor en Derecho Constitucional y Derecho Penal. Fue Presidente del Colegio de Abogados “Emilio Rabasa”, A. C. Correo: liceagb@yahoo.com.mx

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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