Más de la mitad de los hidalguenses, según las cifras oficiales, vive en la pobreza, muchos de ellos en la miseria más inhumana posible, sufriendo, entre otros muchos males hambruna y muerte por enfermedades curables. Hidalgo, gobernado por el priista Omar Fayad Meneses desde el 5 de septiembre de 2016, está entre las siete entidades de la República con un mayor número de mexicanos pobres.
En un estado así, un gobernante ya no digamos con un mínimo de sensibilidad social y compromiso con el pueblo, sólo con una inteligencia que le permitiera razonar correctamente, consideraría como sus aliados a los que promuevan sacar a Hidalgo de ese grave rezago en el que se debate: 72% de la población carece de seguridad social, 63 de cada cien hidalguenses ganan menos de dos salarios mínimos. Pero Fayad Meneses ve y trata como los peores de sus enemigos a los que son la voz de los hidalguenses pobres y reclaman obras, servicios, educación, salud, empleo, mejores salarios y apoyos para paliar la miseria que padecen. Dos de cada diez hidalguenses carecen de drenaje y seis de cada diez no tienen agua entubada: ¡Cómo no va a ser justa y necesaria la exigencia antorchista de agua y drenaje para colonias populares y comunidades rurales? En lugar de escuchar, de atender, de acordar acciones y sumar a los recursos oficiales la voluntad y los esfuerzos de los hidalguenses organizados, el gobierno de Fayad ha respondido una y otra vez cerrándoles la puerta y negándoles la más mínima atención; cuando ya no le ha sido posible ignorar a sus gobernados descontentos e insatisfechos, por la magnitud y perseverancia de sus protestas, ha maniobrado para desalentarlos suscribiendo acuerdos que no tiene la menor intención de cumplir y que solo buscan sacudirse manifestaciones y reclamos (cualquier parecido con Kiko Vega, el gobernador bajacaliforniano, no es mera coincidencia sino que tiene un carácter necesario entre los gobernantes antipopulares que en México y en el mundo han sido).
Acallar las protestas, disimular las inconformidades, maquillar rezagos, males y deficiencias, son solo los primeros pasos de los que se empecinan en presentarse como la encarnación de la voluntad popular, como los omnisapientes y, por tanto, incuestionables decididores de los que a la Nación y a sus habitantes conviene, pues de aquí pasan, con la mayor normalidad del mundo, como en la serie de los números naturales el 5 le sigue al 4, a la represión, cada vez más violenta, de los que difieran de sus políticas, gustos y caprichos, de los que pretendan defenderse cuando se sientan agraviados por los decires y las acciones del gobernante.
Omar Fayad ha transitado de la ineficiencia y la insensibilidad, a la represión y al crimen. El pasado 10 de abril, ante la inminente llegada a la capital, Pachuca, de más de 40 mil hidalguenses organizados en el Movimiento Antorchista, estableció retenes para que los reclamos no llegaran hasta Palacio de Gobierno. Algunos de estos bloqueos se establecieron con intenciones todavía más perversas, como el que a la altura de San Agustín Metztititlan provocó que un chofer perdiera el control ocasionando, con la volcadura de la unidad, más de 20 heridos. Una de las personas lesionadas en ese accidente provocado, fue doña Agustina, vecina de Tecacahualco, una de las comunidades más humildes del municipio de Atlapexco, en la huasteca; a sus 65 años soñaba con un mejor futuro para sus hijos y nietos. Hoy su vida inspira a sus vecinos, nos sirve de ejemplo a sus hermanos antorchistas de Hidalgo y de México entero; su muerte pesa sobre la conciencia del gobernador represor de Hidalgo. Hasta la victoria siempre, hidalguenses dignos que a pesar de las agresiones llevan más de 20 días en plantón: cuentan con nuestra solidaridad desde la frontera norte de la Patria.
Ignacio Acosta Montes es Dirigente Estatal y en la Región Noroeste del Movimiento Antorchista
Correo: ignacio.acostam@gmail.com