Traficantes de drogas sintéticas han incrementado ganancias al reducir sus costos de operación. Desde 2016 el Ejército ha asegurado 273 fábricas de metanfetaminas. Sinaloa, otrora resistente a incursionar en ese mercado, ahora lidera sobre michoacanos y jaliscienses. Solo tres personas puestas a disposición en ese lapso. Narcos aprovechan bajos costos de producción, la clandestinidad e inmediatez para distribuir sus productos y el poder adictivo de las sustancias para potenciar su ilícito negocio, estima el investigador de delincuencia organizada, Sergio Manuel Robles
En años recientes ha incrementado el número de laboratorios clandestinos para la fabricación de drogas sintéticas en México, pero su aseguramiento por parte de las autoridades va a la baja, así como la detención de presuntos delincuentes involucrados y el decomiso de sustancias dentro de los establecimientos, que han decrecido, según estadísticas de la Secretaría de la Defensa Nacional.
De acuerdo con cifras de la Unidad de Transparencia de la dependencia castrense, desde el primero de enero de 2016 y hasta los primeros meses de 2019, los soldados desmantelaron en el país 273 narcolaboratorios en por lo menos 16 de las entidades federativas, se puso a disposición de otras autoridades a tres personas y se aseguraron más de 259 toneladas de sustancias, entre droga y precursores químicos.
Los estados con más fábricas de drogas detectadas y aseguradas por el Ejército Mexicano fueron Sinaloa, con 145; seguido por Michoacán (58), Jalisco (23), Durango (16) y Guerrero (10). En Baja California destacan cuatro narcolaboratorios, tres de estos descubiertos en 2018, entre los que destaca la impresionante factoría de metanfetaminas debajo de un paraje despoblado en La Rumorosa, donde había un campamento para diez personas y se aseguraron casi cuatro toneladas de la droga conocida como cristal, utensilios y productos químicos.
Uno de los centros de producción de droga sintética más grandes fue asegurado el 16 de agosto del año próximo pasado en un poblado de la sierra de Badiraguato, Sinaloa. Militares encontraron 47 toneladas de cristal dentro de bidones distribuidos a los largo del terreno. Presuntamente el narcolaboratorio pertenecía al Cártel de Sinaloa.
La demanda en el consumo de las drogas sintéticas en un mundo globalizado ha propiciado la mutación de los grandes cárteles del narcotráfico mexicanos, de la producción de las drogas que durante el Siglo XX eran las más conocidas, hacia nuevos productos de diseño reclamados por los mercados local, estadounidense, europeo y asiático, hasta donde se extienden los tentáculos del ilícito negocio.
BAJOS COSTOS
Para el maestro Sergio Manuel Robles, profesor en la materia de Delincuencia Organizada del Colegio Libre de Estudios Universitarios (CLEU) Campus Guadalajara, este tipo de drogas duras ha proliferado en el país porque a los traficantes se les ha facilitado mucho la producción gracias a la reducción de costos de operación, la clandestinidad, la inmediatez del producto en circulación y el poder adictivo de las sustancias.
“Quizás el factor principal que llevó a estos grupos delictivos -que estaban reacios a incursionar en esta modalidad delictiva y con esta forma de operar- es la cuestión de los costos de operación. Entre ellos podemos desatacar la facilidad con que estos narcolaboratorios son cambiados de lugar de forma inmediata sin que les genere costos excesivos hacerlo”, expuso el catedrático.
En estos tiempos, ninguno de los grandes cárteles sustrae su participación en el mercado de las drogas de diseño, que antes desdeñaban por la bonanza de los años ochenta y noventa en el trasiego de la marihuana y la cocaína. Ese ha sido otro de los motivos del aumento en dicha actividad, incentivada por el tráfico de sustancias químicas que ilícitamente llegan desde países como China.
Con más de treinta años de carrera policial y maestro en Derecho, Robles agregó que el aspecto de la clandestinidad es otra ventaja para las células criminales: “Estas fábricas pueden estar o se encuentran, según referencias que se tienen, en lugares lo más inimaginable posibles: casas habitación, talleres y hasta departamentos que se encuentran en zonas urbanas, sin ningún problema. En zonas rurales, se atiende más a la magnitud o al tamaño, y a las cantidades de procesamiento”.
En efecto, las acciones tanto del Ejército como de la Marina, policías federales, estatales o municipales, que cuentan con capacitación y equipos de intervención donados por instancias norteamericanas, confirman que las fábricas de metanfetaminas se encuentran trabajando tanto en centros urbanos habitacionales, como en fincas en zonas despobladas como ranchos, galerones, cañaverales y hasta en cerros o barrancos a la intemperie.
El entrevistado por ZETA afirmó: “Además de los gastos de operación y la clandestinidad, se tiene el factor de la inmediatez con la que se tiene acceso a esta droga, más en aquellos lugares de zonas urbanas porque se produce y de forma inmediata se distribuye en la localidad, reduciendo riesgos de traslado y manipulación de este tipo de sustancias”.
También se atiende a otras formas que han facilitado la elaboración de drogas como cristal, el ice, tachas o speed, y otros tantos nombres con los que se conoce a las metanfetaminas. Quizás unos pesos menos que otras drogas.
“El costo es un tanto similar. Estamos hablando del acceso a 10, 15 o 20 pesos de diferencia, pero creo que su producción aumentó por lo que representa, más que el costo del adicto; el problema es que son drogas más adictivas y, por lo tanto, de mejor acceso para el consumidor”, indicó el especialista.
CAMBIO GENERACIONAL
En cuanto a la incursión al mercado de los cárteles de Sinaloa, Juárez, y el Golfo, que se mostraban desinteresados en el negocio de las metanfetaminas cuando michoacanos, jaliscienses y bajacalifornianos ya les llevaban delantera, Sergio Manuel Robles establece que esta situación se debió al envejecimiento en las estructuras de los primeros grupos criminales de México, “junto con un cambio generacional aparejado con el cambio de la moral social, fue posible que esas organizaciones dieran un paso del que ya no hay vuelta atrás.
“Aquellos grupos criminales que eran encabezados por los que ahora son conocidos como líderes ‘morales’, y que muchos de ellos están presos o ya no se encuentran, tenían una mal llamada ‘moral’, que entendían que la droga sintética provoca mayores daños en la salud que el consumo tradicional de drogas enervantes, opiáceas o alcaloides. Pero con el cambio generacional en los grupos delictivos, observamos que sus valores relativos también van aparejados con el cambio social. La sociedad ha dejado de lado muchos valores, y esos narcotraficantes de nueva generación o narcojuniors no están fuera de esta sociedad. Se observa que el interés preponderante es el económico, y a sabiendas que esas drogas hacen más daño, eso no les genera ningún recelo para incursionar en su producción y comercialización”, reveló el investigador.
Destaca también que estas organizaciones criminales tienen cada vez un toque más empresarial en forma de consorcio o corporativo, situación que ya se manejaba en cuanto a jerarquización y división del trabajo, pero ahora “la preparación, las estructuras, pues sí atienden ya no a esas llamadas herencias de sangre o de familia que se tenían, sino a un interés empresarial, transnacional y globalizado”.
Bajo ese enfoque, los narcotraficantes ya no se preocupan tanto por saber dónde se vende la droga o dónde se consume. No les importa el aspecto social, “que aunque pareciera irrisorio, había grupos tradicionales que sí lo consideraban, buscaban proteger a su sociedad. Ahora no. La droga se vende aquí”, enfatizó el docente.
Las formas del outsourcing también se reproducen en la delincuencia organizada. Robles retoma el punto de los gastos de operación: “Si trasladar la droga de los países del sur, que proviene de Bolivia, Perú o Colombia -los países productores-, llega al sur de México para trasladarla al norte, les genera un gasto en traslado, seguridad, sobornos, pues ahora con las nuevas drogas sintéticas esos gastos se reducen. Inclusive se reduce en personal, pues la plantilla se va reduciendo.
“Los gastos de operación disminuyen y saben que basta con tener una casa habitación para poder producir, y que tal vez durarán poco tiempo en el sitio antes que los vecinos puedan generarles una molestia, pero inmediatamente cambian el laboratorio a otro lugar y los gastos son mínimos. Ahora hay más narcomenudistas que miembros de los grandes cárteles y esos no entran en la nómina. Por el contrario, son clientes y revendedores, alineados por la amenaza de la violencia”, detalló.
Aun así, la globalización y los clientes en otras latitudes y otros continentes han hecho que esta mercancía ilícita llegue a todos lados. La proliferación de los narcolaboratorios, la dificultad para su localización, la falta de denuncia ciudadana y el grave problema de salud pública que se avecina, son tareas pendientes para las autoridades, finalizó el experto.