Van sus pasos muy inquietos
persiguiendo la montaña,
de sus ojos brota lluvia
pues herida lleva el alma.
Al mirar aquellos ojos
tan hermosos que ella amaba,
les pidió palabras dulces
pero nunca tuvo nada.
Ni los besos de su boca
o un ramo de rosas blancas,
las caricias de sus manos
que atizaran viejas brasas.
Como un corderillo triste
vivió su vida tan “santa”,
a pesar que ella quería
una vida apasionada.
Hoy va por esa vereda
y lleva el alma descalza,
quiere encontrar un amor
que la lleve hasta su casa.
Que a su boca quite el frío
y que desvista su cama,
y entre besos y caricias
dejar de ser, por fin, “santa”.
Lourdes P. Cabral
San Diego, California