Me llegó un emisario. Era del Gobernador Interino, Ingeniero Óscar Baylón Chacón (PRI-1989). Conocí y conozco su sinceridad. Estoy seguro que no llegó convencido al encuentro. Pero ni modo. Traía órdenes y debía cumplirlas como leal. El chiste era convencerme: “Jorge Hank Rhon no tuvo nada que ver con el crimen de Héctor Félix”. Insistió. Sus guardaespaldas asesinaron sin tomarlo en cuenta. Para eso me visitó en ZETA. Ni siquiera le reproché. Ni discutir fuerte o amablemente. Comprendí: Todo era una clásica jugada de políticos. Y Baylón lo era y sigue siendo. Nunca supe si el profesor Carlos Hank González le llamó para pedirle el favor. O si don Oscar actuó por su cuenta para desafanarlo del problema. Pero no había más de esas sopas. Algún día escribí sobre eso y el enviado se disgustó. Lo trataba desde 1960. Después de aquella reunión y publicación con el paso del tiempo y por amigos, reanudé con él la relación. Nos conocemos tanto que no hubo necesidad de reproche o perdón. Tan él estaba en su papel sirviendo a su jefe el Gobernador, como yo en el de escribir lo que pienso. Tampoco le recriminé a Baylón. Hizo lo que en aquel tiempo cualquier otro político de su categoría. Al final de cuentas no se salió con la suya. Tampoco me hizo recular y la amistad sigue porque se comprende el papel de cada quien.
Yo esperaba justicia en el caso Félix Miranda cuando llegó Ruffo al gobierno (PAN-1989). Lo recordaba en el 88. Parado sobre el cofre de un auto. Entonces era Presidente Municipal de Ensenada. La gente se le acercó y no tuvo más remedio. Hablarles. Ya era muy popular. Reclamó justicia. Fue a las puertas de la Funeraria González. Estaban velando a Héctor. Casi dos años después llegó a Centro de Gobierno en Mexicali. Cierto día me estremeció. Sonó mi teléfono en Tijuana. Todavía estaba dormido. Ya había amanecido. Muy a su forma de hablar le escuché que habían capturado a Vera Palestina, el asesino de Héctor. Pensé que de allí para adelante todo sería más fácil. Juzgarían a Jorge Hank Rhon. Pero luego de sentenciar al matón de repente derrapó el primer gobernador panista. Fue necesario promover apoyos en otros rumbos. Se dificultó porque la comunicación no era tan fácil y rápida como ahora. Pero encontré venturosamente en el Distrito Federal a Eduardo “El Búho” Valle.
Era presidente de la Unión de Periodistas Democráticos. Entonces funcionaba. No como ahora. Y realizó un lance afortunado. Prácticamente empujó a un diputado federal de oposición para hablar en la Cámara. Solicitó desde la tribuna investigar a Jorge Hank Rhon. Terminó en punto de acuerdo. Fue dramático. Al enterarse indudablemente el profesor se asustó. Inmediatamente promovió amparos para su hijo y Alberto Murguía. Les puso a los mejores abogados. Cuando nos enteramos el cometario fue simple: “Solitos se echaron de cabeza”. Pero yo estaba enterado: Carlos Hank González ordenó una investigación por su cuenta. Mandó a sus mejores hombres. Hasta donde supe fue muy detallada. Y sus enviados le comunicaron la verdad. Sí hubo orden para asesinar a Héctor Félix. Por eso cuando se habló del caso en la Cámara me abrió más los ojos. Amparó a Jorge y Alberto. Ni siquiera a Emigdio Nevárez, el otro cómplice. Tampoco a los funcionarios del hipódromo que le entregaron miles de dólares a Vera Palestina para huir. Y luego le mandaban a Estados Unidos.
Don Carlos Hank González debió pensar: Todo es cosa de Ernesto Ruffo. Pero ignoraba cómo “El Búho” Valle planeó todo en una plática que tuvimos en la barra del hotel defeco Marquís. Por eso el profesor le llamó hasta Mexicali. Simplemente dijo “…muchas gracias, señor Gobernador”. Tal vez agregó otra frase. Pero como al buen entendedor, pocas palabras bastan. Desde entonces a Ruffo le entró el miedo. Metió reversa. Y se cuidó de no acusar así nada más por qué si. Llegó un momento cuando comparó: Es mejor tener todas las pruebas y no que Hank nos resulte un O.J. Simpson. Eso fue pretexto para ya no investigar. Se detuvo completamente el caso. Dejó correr el tiempo y sólo al final de su sexenio dijo aquella famosaza: “Todos los caminos conducen al hipódromo”. Así en el lenguaje político el gobernador no daba motivo para que los Hank le denunciaran. Fue cuando se me decoloró la imagen del gobernador panista.
Luego de su triunfo mi amigo el Doctor Juan Medrano Padilla me comentó con su siempre sinceridad: “Dicen que gracias a ti y al señor Obispo, Ruffo es gobernador”. Eso comentaban panistas y priistas. Pero la verdad es que no fue así. Mis compañeros de ZETA y yo trabajamos en la elección. Vimos a las claras cómo ganaría. Pero la “cargada” periodística estaba con Margarita Ortega Villa, del PRI. Hay libros donde lo mismo elogian a nuestro semanario por el papel independiente, que otros nos reprochan al no seguir la tradición priísta. Cuando Ruffo terminó su gobierno por vez primera pensé: “Ojalá y no hubiera ganado”. Es que tenía muy presente. Un día su competidora Ortega Villa me visitó en plena campaña. “Aquí entre nos”, dijo, un amigo mutuo está investigando el caso Félix. A fondo. Curiosa y dramáticamente el resultado empató con el del profesor Hank: Jorge y Alberto Murguía ordenaron el crimen. Me prometió Margarita que, de llegar al gobierno, los encarcelaría. Solamente le pedí no tomar el caso de Félix como pretexto de campaña y aceptó. Pero perdió las elecciones y todo se fue al olvido. Ella desapareció de Baja California. No hablaba con nadie. El resultado de su pesquisa se esfumó. Hoy estoy convencido. Sólo una mujer pudo haber hecho justicia. Margarita era correa del cuero zedillista. Y eso me aclaró el caso años más tarde, cuando como presidente de la República, don Ernesto Zedillo no se tentó el corazón para encarcelar a Hank por contrabandista. Allí no valió la tradición política del profesor.
Don Héctor Terán Terán siguió a Ruffo en el gobierno (1995). Nunca le pedí atender el asunto ni tampoco lo ofreció. Pero ahora comprendo muy bien: El Licenciado José Luis Anaya Bautista era su Procurador General de Justicia. De tarugo perseguiría o investigaría a Hank. Al contrario, metió la pata para inventarme delitos. Gracias al entonces Secretario General de Gobierno, Lic. Rodolfo Valdés le paró el alto. Porque Anaya y el pazguato jefe de prensa Trochez estaban engañando a don Héctor atendiendo órdenes indirectas de Hank a través de un abogado. Luego comprobaría la tirria del Procurador. No pedí protección. La ofreció. Pero más para espiar que cuidar. Por eso la trampa que puso. El día cuando los pistoleros de Arellano Félix nos atacaron, retiró a los “escoltas”. Les dejó el campo libre a los pistoleros. Como quien dice “me puso de pechito”. Por eso lo cesaron de Procurador. Se confirmó su alianza con los Arellano. Al ser retirado todavía tuvo el descaro: Dijo que de haber ido los agentes conmigo, también los hubieran matado. Y dio a entender que gracias a su orden de retirarse se salvaron.
Cuando murió don Héctor (1998) lo suplió Alejandro González Alcocer. Fue como la negra noche tendiendo su manto. Recién tomó posesión me visitó con una frase inolvidable: “¿Cómo le hacemos para que ya no aparezca la página de El Gato y Hank en ZETA?”. Fue torpeza-complicidad. Me impresionaron. Con el tiempo me quedó clarísimo. La Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) le recomendó a González Alcocer investigar e inhabilitar a José Luis Anaya. Pero el Gobernador Sustituto mandó al demonio la solicitud. Defendió al ex Procurador. Nunca supe el motivo. Le evitó tener serios problemas. Lo salvó. Allí está la recomendación 18/98 de la CNDH para quien lo dude. La respuesta de González Alcocer es indigna de un abogado. Lo curioso de todo esto. Ahora José Luis Anaya Bautista es colaborador de Jorge Hank Rhon. Gracias a indirecta o directamente al ex Gobernador Sustituto.
Y ahora Eugenio Elorduy permitió pasar el tiempo. Ya comunicó oficiosamente a la Sociedad Interamericana de Prensa: Prescribió el término para investigar a Jorge Hank Rhon. Alegó prácticamente a favor del patrón de asesinos, cuando el tal Jorge ni promoción o reclamo. Lo que Elorduy pudo hacer en su primer año para aclarar completamente el Caso Félix no quiso o no pudo hacerlo en cinco. Ni siquiera le hizo la lucha de veras. No niego que de repente le puso ganas. Pero ahora caigo en cuenta. Solamente eran “calambres” políticos para el hijo del profesor.
Por todo eso es triste: Un gobernador del PRI y cuatro panistas caminaron como tortugas en el hipódromo. Pero la ley es clara. Explica que cuando la investigación se detiene, deja de correr el tiempo para la prescripción. O empieza a contar desde la última actuación en el expediente. Y en este caso es curioso. La Procuraduría de Justicia no tomó en cuenta tal detalle. Simplemente se abrazó a lo que textualmente dice el artículo 114 del Código Penal de Baja California: “…la pretensión punitiva prescribirá en un plazo igual al término medio aritmético de la pena privativa de libertad, señalada para el delito de que se trate, pero en ningún caso menor de tres años ni mayor de 15”. Pero el artículo 121 es contundente: Se refiere a la interrupción de la prescripción. “…si se dejare de actuar, la prescripción comenzará a correr de nuevo desde el día siguiente al del último acto realizado. No corre la prescripción cuando existan obstáculos legales para capturar al responsable del delito o para ejecutar la pena impuesta”.
Así las cosas: Tomemos el primero caso: La última actuación en el expediente. Fue la sentencia de 25 años de prisión para el asesino Antonio Vera Palestina en 1991. Exactamente el 27 de marzo. Si se cuentan desde entonces 15 años, entonces el caso prescribe hasta 2006. Y si nos basamos por la segunda referencia legal, las actuaciones en el proceso se interrumpieron durante el gobierno de Ruffo a partir de 1991. Luego Terán (1995-98) no las continuó. Menos González Alcocer (1998-2001). Y Elorduy las reanudó pero no oficialmente. Así es que hasta 2005 sigue el compás. Entonces, los 15 años prescripción a partir del 2005 vencerán hasta 2020. En fin. Vamos a esperar las promociones de la Sociedad Interamericana de Prensa para reanudar la investigación. Por lo pronto una simple apreciación deja en claro: Hank no está a salvo del Caso Félix Miranda.
Pero además, la revisión que se hace al expediente no la realiza ningún juez. Es una recomendación de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos. Haya prescrito o no el tiempo oficial debe continuar. No está sujeta al Código Penal del Estado. Su objetivo inicialmente moral y implica definir la culpabilidad del autor intelectual. Tan de cerca como he vivido el Caso Félix, nunca creí, ni creo ni creeré que los guaruras de Hank actuaron por su cuenta. Mi hipótesis la mantengo: Él y, o su más que cercano Alberto Murguía dieron la orden.
Tomado de la colección Dobleplana de Jesús Blancornelas,
publicado por última vez en octubre 2005.