Por Antorcha, sin duda, por Antorcha
En marcha ya la parafernalia electoral, con la que los actores políticos de diverso color y siglas partidistas, aunque casi siempre con los mismos intereses, buscan llegar a alguno de los cargos que se definirán el próximo dos de junio en las elecciones de Baja California, el pueblo de a pie se vuelve a encontrar abrumado por los mensajes publicitarios en radio y prensa, tradicionalmente, pero a los que ahora se han sumado los lanzados en redes que, en muchas ocasiones, no pretenden argumentar ni demostrar nada, sino que simplemente lanzan afirmaciones, denostaciones, aplausos, calumnias, descalificaciones, condenas o loas sin pruebas ni sustento.
Por ello es cada día mayor el número de gente que, distinguiéndome con su confianza hacia mi persona y hacia el Movimiento Antorchista en general, hacen como un jornalero que con su rostro surcado por el sudor y quemado por el Sol me dijo en Ojos Negros, Ensenada, “¿por quién hay que votar, ¿cuál es el mejor?”; lo mismo recorriendo el Valle de Mexicali o las colonias suburbanas de Tijuana, hay quienes de buena fe piden una opinión para orientar su voto, pues la situación en el estado y en el país les parecen confusas.
En el estado se vive el desgaste (¿agotamiento?) de 30 años de gobiernos estatales panistas, la desilusión de la alternancia bipartidista entre el PAN y el PRI en los ayuntamientos, los añejos y cada vez más graves problemas de abastecimiento de agua, de inseguridad, de falta de vivienda digna que afectan fundamentalmente a los trabajadores que en las maquilas y en los campos agrícolas han logrado la transformación de Baja California, que hace 100 años apenas rebasaba los 20 mil habitantes hasta los cerca de 3 millones y medio de la actualidad. Dicha situación disminuye las posibilidades y les complica el panorama a los partidos que han compartido las presidencias municipales, aumentando las posibilidades de personajes que, desde otros partidos, aunque muy frecuentemente con orígenes en el llamado prian, pretenden presentarse como la solución por todos esperada.
En el país, a mas de 100 días de haberse puesto en marcha la llamada 4T, si bien es cierto que Morena y el presidente López Obrador empezaron a operar desde antes de que este último tomara posesión, siguen sin verse los resultados positivos que la misma prometió a la calidad de vida, tan golpeada por el capitalismo salvaje, el llamado neoliberalismo, dominante en el mundo: no llegan los apoyos sociales y a medida que se conocen los detalles finos de su operación se van encogiendo como la piel de zapa de Balzac, con la diferencia de que ésta se achicaba con cada deseo cumplido y la de la 4T lo hace con los deseos insatisfechos, de igual manera se han cancelado programas prometiendo que serán sustituidos por algo superior sin que hasta la fecha se sepa cómo se compensarán los comedores, las estancias infantiles o el de por sí insuficiente Seguro Popular. Uno de los aspectos más graves, al respeto, es la supresión del llamado Ramo 23, con el cual se realizaron miles de acciones en materia de servicios, dignificación en general de colonias, mejoramiento de escuelas, construcción de espacios para promover el deporte, la educación o las actividades artísticas, etc., y que tampoco se ha dicho cómo se van a realizar estas acciones con el actual gobierno.
Por ello, amable y posible lector, yo le he respondido a mis compañeros de Organización y a los trabajadores o amas de casa, que sin ser antorchistas valoran, quizá inmerecidamente mi opinión: “Hay que votar por Antorcha, sin duda. La solución está en Antorcha”. Y lo digo así porque para combatir de fondo los peores vicios, abusos y consecuencias del modelo neoliberal, no basta con decretar su supresión -como lo dijera hace unos días el licenciado López Obrador-: ese es un error que sólo puede cometer el que confunde sus deseos e intereses con la realidad objetiva o bien un engaño premeditado del que quiere endulzar con palabras hermosas la terrible realidad de los explotados, para que la toleren sin rebelarse; para ello se necesita superar los mecanismos que han propiciado la desmesurada concentración de la riqueza que sufrimos, y que ha hecho del nuestro, uno de los países más injustos del orbe. Una política fiscal progresiva, que paguen más los que más se benefician del modelo económico, una política de promoción del empleo y de mejora salarial real y profunda, una reorientación del gasto público hacia los que menos tienen (y que son los que transforman las materias primas agregándoles valor, es decir los que producen a riqueza). Pero no repartiendo dinero sino impulsando el desarrollo del capital humano, es decir, mejorando las condiciones de alimentación, vivienda salud, educación, seguridad, movilidad, etc., del pueblo trabajador y productor.
Ignacio Acosta Montes es coordinador en el estado y la zona noroeste del Movimiento Antorchista
Correo: ignacio.acostam@mail.com