Con los brazos abiertos
recibe a la gente el casino,
que con gran esperanza
apuesta sueldo y ahorros
anhelando un milagro.
Voltean a ver al vecino
cuando la suerte le sonríe
y la máquina acarician
cuando unas monedas
al fin les concede.
Se olvidan de la renta
y el cobro de luz y gas,
pues quieren hacerse ricos
con un golpe de suerte
para poder jubilarse.
Cambian de ruleta
en busca de la suerte,
que escapa del lugar
como alada mariposa
y la quieren atrapar.
Con mirada intranquila
voltean de vez en cuando
con el corazón herido
y un sin fin de sueños
en la certera vacía.
Acelera el pulso la adrenalina
cuando ganan una apuesta
y creen que seguirán ganando.
En lugar de alejarse a tiempo
apuestan hasta perderlo todo.
Se marcha un hombre triste
porque ha perdido el sueldo
que con trabajo había ganado.
Entra a casa sigiloso
y al verlo se alegra su esposa.
-Qué bueno que llegaste
porque hoy que te pagaron
podemos comprar despensa,
el refri se encuentra vacío
y mueren de hambre los niños.
El hombre se cae a la silla
con “el alma en un hilo”,
pues el cheque quedó
repartido en varias mesas
de aquel antiguo casino.
Lourdes P. Cabral
San Diego, California