Mágica, colonial, divina perla,
que se adorna orgullosa con el brillo
de las vetas, tesoro del subsuelo,
de donde brotan plumas de oro y plata.
Curvilíneo cuerpo le da forma
a Zacatecas; tierra inspiradora
de poemas, canciones, y corridos
que ensalzan su donaire en cada verso.
En el arte barroco, los artistas
encontraron un medio para darle
la forma que merece, su excelencia,
la tierra de poetas y artesanos.
La cantera de puertas y ventanas,
los adornos de iglesias y edificios,
lucen como barrocos deshilados
bordados por el alma de su gente.
Zacatecas orgullo nacional,
su bella catedral, sus bibliotecas,
el Cerro de la Bufa y su plazuela,
y la Mina El Edén, y los museos.
Sus famosos jardines y portales
a la par de su centro de cultura,
que inculca por las artes el amor
y el respeto hacia todo ser humano.
Palacio de gobierno, plaza de armas,
hogar de festivales y desfiles,
junto a la catedral y bajo el cielo
donde los peregrinos se reúnen.
Las baldosas de calles tan antiguas
donde se guardan recuerdos a granel,
de sangre derramada por sus héroes
al defender la tierra y libertad.
Y cual dijera Genaro Codina
en el segundo himno nacional;
“Oh Zacatecas, heroica e inmortal
tus batallones, llevan al triunfo nacional”.
Orgullosos tus hijos siempre entonan
las notas de tu “Marcha Zacatecas”,
y bendicen tus campos y tus calles
aunque se hayan marchado a otro rincón.
Su fiesta cultural de primavera
cuando feliz recibe a tanta gente,
quienes de lejos vienen a mostrar
el arte en diferentes expresiones.
La feria que celebran en septiembre
reúne corazones y deseos,
que sus tradiciones continúen
y disfruten nativos como extraños.
Son sus artesanías regocijo
para el alma, los ojos, y las manos,
de aquellos que sensibles la visitan
y a Zacatecas sueñan regresar.
La melcocha, manjar zacatecano
de piloncillo, azúcar y canela,
el delicioso queso hecho de tuna,
y el aguamiel, bebida de los dioses.
Tierra de mis abuelos y mis padres
y donde yo naciera y fui feliz,
mágico lugar donde los sueños
con esfuerzo se pueden realizar.
De esta bendita tierra hoy me despido
mas sé que volveré con nuevos versos,
porque se ha convertido en dulce musa
y deseo ensalzarla con el alma.
Lourdes P. Cabral
San Diego, California
(De su libro “Amor al Amanecer”)