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La otra elección

El domingo 2 de junio de 2019, en México sólo se celebraría una elección para renovar el Gobierno del Estado. Esa era la de Baja California, pero la mala fortuna, rapidez y exceso del ejercicio de la vida política en el país, trajeron como consecuencia el accidente donde fallecieron la gobernadora de Puebla, Martha Erika Alonso Hidalgo; su esposo, el coordinador de los senadores del Partido Acción Nacional, Rafael Moreno Valle; dos pilotos y el asistente del legislador.

Alonso Hidalgo falleció la tarde del 24 de diciembre de 2018. Diez días antes, había tomado posesión del cargo como gobernadora de Puebla después de una difícil, verbal y judicial lucha por defender ella el resultado de la elección, y buscar la anulación de la misma quien fue contendiente de Movimiento Regeneración Nacional y perdedor incluso en tribunales, Miguel Barbosa Huerta.

Considerando el breve tiempo durante el cual desempeñó el cargo Martha Erika, la Constitución poblana indica que ante la ausencia definitiva del mandatario estatal antes que cumpla dos años de gobierno, se deberá convocar a elecciones extraordinarias para designar a un gobernador sustituto que concluya el periodo para el cual, en este caso, Alonso Hidalgo fue electa.

De igual manera, los diputados del Congreso del Estado de Puebla deberán elegir a un gobernador interino que ejerza el cargo hasta que sea electa y ratificado el triunfo la persona ganadora de la elección extraordinaria.

Al cierre de esta edición de ZETA, los diputados poblanos, por cierto de mayoría de Morena por 22 de 41 legisladores locales, no habían designado gobernador interino, pero en el Presupuesto de Egresos que aprobaron hace unos días, destinaron 450 millones de pesos para el desarrollo de la elección y han propuesto el domingo 2 de junio como fecha para realizarse el proceso electoral.

La Ley poblana dicta que a los diez días de validado el triunfo electoral, el electo gobernador sustituto tomará posesión. Si se consideran los tiempos de conteo de votos, impugnaciones y sentencia de tribunales, bajita la mano el gobernador o la gobernadora de Puebla estaría tomando posesión en septiembre, por lo que habrá sido designado para un periodo poco mayor a los cinco años. En Baja California se elegirá un/a gobernador/a por dos años. Finalmente las dos elecciones, la no planeada pero ya programada debido a la muerte de la gobernadora de Puebla, y la así programada para empatar los comicios locales a los intermedios federales, serán dos gubernaturas de transición.

En Baja California ya hasta en el panismo han aceptado, aun sin candidatos, sin inicio de precampañas, que la tendencia no les favorece; tal efecto es seguramente por dos fenómenos: el efecto AMLO que persiste desde la elección del 1 de julio de 2018, cuando se arrasó en carro completo en el Estado, haciendo ganar -aun con menos votación que la por él lograda- a senadores y diputados federales. Pónganle como le pongan, piensan, ganará Morena. Y en segundo lugar, por la desbordada corrupción en el gobierno de Francisco Vega de Lamadrid y su pésimo manejo de la administración pública que ha llevado a este gobierno a actuar de manera insólita, es decir nunca antes sucedida en el Estado, al no pagar sueldos a entidades descentralizadas, autónomas, otros poderes del Estado, a los maestros y a la burocracia estatal.

En Puebla sucede lo contrario. No es que no haya habido corrupción en los anteriores gobiernos, el inmediato anterior presidido por un alfil de Moreno Valle, Antonio Gali, y el anterior a ese por el propio Moreno Valle; de hecho la sospecha y presunción de corrupción en ambas administraciones abonó mucho a la lucha morenista en su búsqueda por anular las elecciones. Acusaron, entre otras cosas, actos de corrupción para influir en la votación y en el conteo de los sufragios.

Pero el asunto llegó a tal grado en lucha por Puebla, que el Presidente Andrés Manuel López Obrador tomó parte en la misma. Apoyó a Miguel Barbosa, al fin su propio alfil político, que incluso no felicitó a la ex gobernadora Martha Erika Alonso Hidalgo cuando el triunfo le fue concedido en los tribunales electorales, como tampoco la reconoció como tal; menos aún acudió a su apresurada y accidentada toma de posesión, que no fue en el Congreso del Estado -ante la amenaza política de la fracción de Morena- y hubo de realizarse en las instalaciones del Tribunal Superior de Justicia de Puebla, donde el titular le tomó el juramento al cargo.

Barbosa por supuesto no quedó tranquilo. Amenazó con continuar su lucha por Puebla más allá del reconocimiento del triunfo de la gobernadora, y sus seguidores amenazaron con iniciar un juicio político a los integrantes del Tribunal Federal Electoral, particularmente a la presidenta del mismo, que fue quien rompió el empate de tres a tres, a favor de Martha Erika Alonso Hidalgo.

En ese contexto de crispación electoral estaban las clases políticas poblanas cuando el helicóptero en que viaja la gobernadora se desplomó. Ello contribuyó a que se esparcieran teorías de la conspiración por todos lados, acusando a los morenistas incluso de haber participado, de alguna manera, en el que hasta la fecha, debido a la falta de pruebas de lo contrario, sigue siendo un fatal accidente.

Barbosa Huerta ha quedado como el enemigo de dos personas ya muertas, y eso le ha jugado en contra. En el PAN, al cual representaba Martha Erika Alonso Hidalgo tanto en la elección como en la emanación del gobierno de Puebla, en su papel de víctima de una accidente o de una conspiración, buscarán agenciarse la gubernatura interina y ganar -otra vez, dirán- en las urnas el 2 de junio. Llevan la ventaja del golpeado, del caído.

En Morena se aferran a Barbosa. “Lo más seguro es que nuestro candidato para la elección extraordinaria de Puebla sea Miguel Barbosa Huerta”, ha declarado, palabras más, palabras menos, la dirigente nacional de ese movimiento, Yeidkol Polevnsky. Y ya sabe Usted cómo son en Morena de necios, por lo que efectivamente, aunque lleve las de perder ante una tragedia donde fallecieron cinco personas, entre ellos la gobernadora y su esposo el ex gobernador, Miguel Barbosa será candidato… otra vez.

Ambas elecciones, la de Puebla y la de Baja California, son políticamente importantes para Andrés Manuel López Obrador, y demostrará si a poco menos de un año de su triunfo y a ocho meses de incitado su gobierno, cuenta con la popularidad electoral con la que arrancó, con 30 millones de electores que le dieron el voto de confianza.

En Baja California perfila a su amigo Jaime Bonilla a ser el candidato, pero será la otra elección, la de Puebla, la que determine en términos políticos dónde están parados Movimiento Regeneración Nacional y su líder mayor, el Presidente. Y hasta ahora, con el accidente de por medio, el escenario no les es favorable.

Autor(a)

Adela Navarro Bello
Adela Navarro Bello
Directora general del semanario ZETA, Consejero de Artículo 19 y del CPJ para las Américas, entre otros reconocimientos, tiene el Maria Moors Cabot 2021 de la Universidad de Columbia.
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