Me lo imagino: Joaquín “El Chapo” Guzmán ya se desbigotizó. Sin el mostacho debe tantear: No le reconocerán tan fácil. Igual, ya no usará cachucha beisbolera. A lo mejor y le da por usar lentes negros. O blancos sin graduación. Nada más para despistar. Es que lo “descobijaron”. No esperaba el famoso cartel donde aparecen tres fotos suyas y fresquecitas. Lo pegaron y quitaron en Monterrey. Volvieron a tapizar paredes esquineras en otras ciudades. Allí sigue como programa de lucha libre. Ofrecen “casi cinco millones de dólares” a quien diga dónde está “El Chapo”. Por lo menos a mí me sorprendieron las fotos. Está más “cachetón” y panzón. Se ve: Debe entrarle duro a las tortillas. Mucho bistec y frijoles. Cerveza ni se diga. No debe perdonar la “Pacífico”, whisky o su coñaquito.
“El Chapo” cayó en la mala suerte. Nunca falta un acomedido con su camarita. Luego les da por regalar fotos a familiares. Las guardan. Cuando vienen los cateos olvidan el álbum. O el aficionado a la fotografía es un “infiltrado”. Tal como le pasó a “El Chapo”. Ya lo habían sorprendido. Desde hace rato circula la de su jefe de pistoleros. Manuel Alejandro Aponte Gómez “Bravo”. Y nada de tomada a escondidas. Hasta posó. Bajo el techo a la entrada de una casa. Seguramente en algún ejido sinaloense o de Durango. Esto me recuerda a Enedina, Eduardo y Francisco Javier Arellano Félix. Alguien los fotografió durante una fiesta hace años. Aparecen todos contentos. Jóvenes. Hay por lo menos unas veinte. Algunas ya se publicaron. O como aquellas de Amado Carrillo Fuentes “El Señor de los Cielos”. Frente al altar en una boda. Trajeado. Otra, cargando la cruz en Tierra Santa. No se me olvida: La televisión norteamericana transmitió y sorprendió. Escenas de Ramón y Benjamín compartiendo con el primer alcalde panista de Tijuana en una fiesta infantil. Aparte unos amigos tomaron fotos de dos lujosas casonas en Monterrey. Resultaron punta de madeja para con el tiempo capturar a Benjamín. Un periodista captó a Francisco Javier e Ismael “El Mayel” Higuera. Detenidos en la Policía Judicial el 93 en Tijuana. No supo ni quiénes eran. Sus amigos agentes los liberaron al ratito. Pero luego las gráficas aparecieron en el periódico El Heraldo, propiedad que fue de Jorge Hank Rhon. No puedo olvidar aquellas de Lino Portillo. Encabezó la matanza del rancho “El Rodeo” al norte de Ensenada. Sabiendo de la protección policíaca luego fue a una boda. En el Registro Civil de Palacio Municipal tijuanense. Nadie lo molestó. Se dio cuenta cuando lo fotografiaron. Estaba por firmar como testigo. Hasta alzó la cara para aparecer mejor. Captaron a toda la parentela. Y claro. Las gráficas a todo color y en tamaño postal anduvieron circulando. También otras cuando se casó su hermano. En círculo y frente al pórtico de la iglesia. Luego durante el fiestonón. Y entre aquella bola de hombres con cámara nunca se supo. Pero sí deben saber quién fotografió a toda la familia Arellano Félix. Fue después de casarse Benjamín. Ni modo de no acordarse. Sobre todo cuando era celebración íntima. En su propia casa. Esa gráfica le ha dado la vuelta al mundo. Pero hubo otras sorprendentes: Las del bautizo de un heredero de Ramón. Fue en hermosa residencia. Allí se ve al sacerdote de cara y cuerpo entero. Los asistentes bien emperifollados. En fin. Seguro que alguien sacó su camarita de buena fe. Debió ser conocido. Luego vino el descuido o la traición. Casi todas las fotografías de fiestas entre mafiosos han sido clave. Utilizadas para pósters ofreciendo recompensa o distribuidas a los periódicos y televisión. Algunas provocaron la muerte. Dante Cortes, fotógrafo del periódico tijuanense El Mexicano también andaba revuelto con narco-juniors en Tijuana. Tomó algunas comprometedoras. No publicó. Pero era harto sabido: Las tenía. Por eso un día sus propios amigos se le acercaron como si nada. Lo mataron a balazos.
Ahora me aseguraron: Hay más fotos de “El Chapo” en Caborca, Sonora. Con una dama. Enfiestado. El lugar al parecer es un hotel. Allí estuvo la semana pasada. Pocos asistentes. Más intimidad y mucha protección. Supe que Joaquín se fue de Caborca el martes primero de este marzo nada más saliendo el sol. “Agarró para Santa Ana”, fue la referencia. Luego me enteré: Llegó y quién sabe cómo a Tamazula, en el merito Durango. Allí lo protegió “Bravo” con “Los Nuevos Zetas”. Otro asociado desde septiembre le cuida en la sierra: Gonzalo Inzunza Insunza “El Macho Prieto”. Por cierto, muy amigo de César Beltrán Quintero “El Julión”.
Al otro día que de Caborca se fue Joaquín hubo tremenda balacera. Un muerto: Miguel Munguía Morales. Leí en El Imparcial de Sonora: “…180 casquillos percutidos hallaron en el lugar, la mayoría de rifles AK-47 o ‘cuerno de chivo’, así como calibre .40, .38 y .9 milímetros”. Muchas armas y disparos para una víctima. Venganza grande. Seguramente de eso se encargaron “Los Números” o “Los Enríquez”. Pistoleros nativos del sur sonorense. Ya se extendieron hasta el norte: Agua Prieta, Cananea, Nogales y Sonoyta. Se pasean en Caborca. Tienen su cuartel general en Álamos y le sirven a “El Chapo”.
Tupido tiroteo, ejecución y protagonistas confirman lo publicado aquí la semana pasada. Caborca es víctima del narcotráfico. Territorio de “El Chapo”. Pocas veces como ahora recibí tantos correos electrónicos desde allí. Me confirmaron la desgracia que vive la otrora pacífica ciudad. Nadie desmintió. Solamente Reynaldo Trujillo Mora me envió dos cartas también a mi e-mail. Una extensa. Otra corta. También fotos. Detalló paso a paso su vida y ocupaciones. Aseguró no ser narcotraficante como fui informado y lo escribí. Me llamó agresivo, ofensor, malintencionado, aprovechado, contumaz, falso, doloso y tendencioso. Y advirtió “…me pongo a disposición de cualquier autoridad para que me investigue en lo que usted está denunciando temerariamente y si no pues tendrá que ser de lo contrario y no es amenaza”. Pidió y exigió retractarme y disculparme públicamente. Acostumbro reconocer mis errores y ofrezco disculpas cuando es el caso. Creo en mis informantes. Nunca anónimos. Tampoco sirvo a nadie para desahogos. Respeto reclamos como el de Reynaldo. Por lo pronto acuso recibo y tomo nota.
Tomado de la colección “Dobleplana” de Jesús Blancornerlas, publicado por última vez en marzo de 2005.