Es como un intento de hacer “Toy Story”, pero en vez de juguetes tenemos a Vanellope, un personaje de videojuego en plena crisis existencial cuando Sugar Rush, que es al que pertenece, está en peligro de extinción.
Entonces Ralph entra al internet para encontrar la pieza perdida y así comienza una colorida aventura, pasando por eBay, Pinterest, IMDB y tantos sitios más, incluyendo el Dark Net, o mejor dicho, un callejón cibernético sin salida.
De las princesas de Disney a tantos trucos más, el largometraje entretiene mientras está en pantalla, pero después no queda mucho por decir. Más que una obra de animación que llegó para quedarse, este filme está en cartelera muy probablemente para olvidarse al cabo de un rato, por la falta de empatía que provoca, tal vez apostándole demasiado a los futuros millennials – o vaya Usted a saber cómo se les designará.
No hay que olvidar, además, que esto es una secuela que tardó bastante tiempo en llegar, así que no se trata de una fórmula cien por ciento novedosa e inesperada. De hecho, su carácter predecible se debe, precisamente, a que ya se conoce al personaje y no es difícil anticipar por dónde crecerán las escenas, una tras otra.
Al final habrá que conformarse con un largometraje entretenido, con buenas voces en su versión en inglés -después de todo va John C. Reilly a la cabeza- y elementos de sobra tanto en diálogos como en riqueza visual para que esta apuesta funcione y cumpla la mayoría de las expectativas de quienes van al cine a pasarla bien. Y nada más. ** y media.
Punto final.– Justificado retorno de “El Grinch”.