En un solo día, AMLO tomó posesión como Presidente de la República ante el Congreso de la Unión, además tomó a la Ciudad de México con su primer evento en el Zócalo desbordado con un récord histórico de asistentes y logró una de las audiencias más elevadas en los medios de comunicación. En su primer día como Jefe de Estado, López Obrador demostró su gran poder…
Ciudad de México. Hoja por hoja, plantas por planta; literal, así fue la rigurosa limpieza en todos los espacios de la Cámara de Diputados, 24 horas antes de la toma de posesión de Andrés Manuel López Obrador, como Presidente de la República.
El viernes 30 de noviembre al mediodía, se afinaban los últimos detalles en San Lázaro en la Ciudad de México. Jesús Ramírez Cuevas, vocero de Andrés Manuel López Obrador, llegó a la entrada de la Cámara de Diputados para hacer una pequeña e improvisada prueba.
Campante, y al parecer más por compromiso que preocupado por el protocolo, el hoy funcionario federal hizo el recorrido que haría al día siguiente el Presidente de la República. Para ello, se hizo acompañar de un joven asistente, que sirvió como extra para representar a la esposa del Presidente, Beatriz Gutiérrez Müller en el improvisado ensayo.
Ramírez, ingresó a la Cámara desde la calle Congreso de la Unión, subió las escalinatas de la entrada principal acompañado de su “ayudante”, entró al lobby y posterior al recinto legislativo. Volteó a los lados y hacia arriba sin saber a dónde ir, e inspeccionó con la mirada lo que ahí se estaba orquestando.
En esos momentos, múltiples universos concurrían al mismo tiempo: por ejemplo, las televisoras nacionales, estaciones de radio y el canal del Congreso instalaban los set desde donde trasmitirían el tan esperado evento. Así que una tropa de técnicos cargaba banquillos y maderas, conectaban cables, una orquesta de taladros y órdenes a los piones, probaron iluminación, cámaras y sonido; edificaban desde los cimientos los escenarios en el área del recibimiento de la Cámara.
Paralelo, un grupo de elementos de Protección civil de la Ciudad de México revisaron cada rinconcito de San Lázaro. Inspeccionaron salidas de emergencia, extintores y cualquier otro elemento de seguridad.
En la parte trasera, es decir, en la explanada de San Lázaro, una flotilla de al menos doce mujeres limpiaba con trapos húmedos cada planta de la Plaza Constituyentes; agotada esa tarea tallaron los pisos con escobas y agua, las humildes mujeres no podían ocultar su pena tapándose la cara y la sonrisa cuando alguna cámara las enfocó.
Y es que los medios de comunicación tuvieron que apersonarse el mismo viernes para recoger sus acreditaciones. Ese día se entregaron mil 800 gafetes para los miembros de la prensa. No es necesario sacar la cuenta exacta, pero por cada legislador en la toma de protesta, había tres periodistas. Por ello, el ingreso el día del evento, para la prensa tuvo que hacerse hasta cinco horas antes de la llegada de Andrés Manuel López Obrador. Algunos durmieron en las instalaciones para asegurar su lugar.
La alfombra roja
Desde una hora antes que llegara Andrés Manuel a la Cámara de Diputados, su gabinete ya lo esperaba en el vestíbulo. Estaban Olga Sánchez Cordero, quien horas antes había recibido la Secretaría de Gobernación; Luisa Alcalde, secretaria de Trabajo, Alfonso Romo, coordinador de proyecto de Nación; Irma Eréndira Sandoval, titular de la Secretaría de la Función Pública, entre otros. No faltó uno solo.
Principalmente Olga Sánchez Cordero y Alfonso Romo se encargaron de dar la bienvenida a los primeros jefes de Estado que desfilaron frente a las cámaras como Evo Morales, presidente de Bolivia; la gobernadora de Canadá, Julie Payette y Felipe IV, Rey de España.
Una especie de alfombra roja, por donde forzosamente debían pasar frente a los medios de comunicación, se destinó para la llegada de los Jefes de Estado de otros países y la de Enrique Peña Nieto y López Obrador. Algunos de los invitados rompieron el protocolo al querer ingresar por la entrada de los mandatarios como Yeidckol Polevnsky, dirigente nacional de Morena.
El senador de Morena, Ricardo Monreal, el único de los legisladores que pasó por la “gran entrada”. Por otra puerta fueron ingresando gobernadores alcaldes, diputados, senadores, músicos invitados, empresarios; de Tijuana únicamente el abogado Guillermo Ruiz Hernández.
En el vestíbulo también se observó a otras figuras políticas como el ex dirigente nacional del PRI y actual diputado por ese partido, Enrique Ochoa Reza y el gobernador de Nuevo León y fracasado candidato a presidente, Jaime Rodríguez Calderón “El Bronco”, entre muchos personajes más.
El arribo de los presidentes
La ceremonia de transición del Poder Ejecutivo (como le llamaron oficialmente en lugar de toma de posesión) estaba programada para iniciar el primero de diciembre a las 11:00 horas en San Lázaro, dos horas antes había iniciado la sesión del Congreso de la Unión en donde cada fracción parlamentaria tuvo 10 minutos para fijar un posicionamiento. En realidad no pasó nada extraordinario, ningún incidente.
AMLO saldría de su casa en Tlalpan -al sur de la Ciudad de México- a las 10:30. A Obrador, su equipo le propuso dos opciones para sus traslados, una camioneta o un vehículo descapotable como lo han hecho varios mandatarios: los ex presidentes franceses, François Hollande o Nicolas Sarkozy al recorrer los Campos Elíseos, John F. Kennedy, ex presidente de Estados Unidos al ser asesinado en 1963 o el propio Carlos Salinas de Gortari en los desfiles de los noventa.
Pero López Obrador rechazó las dos opciones y prefirió utilizar el vehículo con el que ya se le relaciona: un Jetta blanco.
La llegada de Peña y AMLO se planeó con diferencia de minutos. Y desde ahí el contraste. EPN llegó a las 10:56 a la Cámara de Diputados en un convoy de camionetas oscuras y blindadas con banderas de México. Lo esperaba una comitiva integrada por legisladores como Gerardo Fernández Noroña.
Se trataban de los últimos pasos de Peña como Presidente de México cuando un grupo de personas que se encontraba del otro lado de la avenida, separados por la línea 2 del metro y la estación Candelaria, comenzó a gritarle “ratero”, “asesino” y “fuera”. Los gritos se escuchaban hasta el vestíbulo. Peña traía ya puesta la banda presidencial y caminó hacia los escalones sin detenerse frente a la prensa hasta el interior de la Cámara. Sin embargo, dado que todavía no llegaba López Obrador, lo hicieron esperar unos minutos en el vestíbulo dentro de unas puertas de cristal y después lo pasaron a un elevador.
Finalmente, AMLO llegó a las 11:11 de la mañana, acompañado sólo de su esposa Beatriz Gutiérrez, a Peña nadie lo acompañó. López Obrador fue recibido por la comitiva de legisladores previamente pactada, pero además por más un grupo de senadores y diputados se le acercaron para tomarse fotos con él. En esa bola estaba Gina Cruz, senadora del PAN por Baja California a quien la prensa le gritó para que no estorbara en las fotografías, y ella empecinada con gran sonrisa intentando pegarse al presidente para que las cámaras pudieran tomarla.
Sin el Estado Mayor presidencial encargándose de su seguridad, la entrada de Andrés Manuel fue entorpecida.
El discurso terciopelado
Igual que Peña, Obrador ingresó al recinto parlamentario por el pasillo central en medio de una valla de legisladores, entre loas y piropos. Ya en el presídium saludó a Peña con el apretón y sacudida de una mano.
A los segundos, las palabras que los obradoristas soñaron: “Protesto guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen, y desempeñar leal y patrióticamente el cargo de presidente de la República que el pueblo me ha conferido, mirando en todo por el bien y prosperidad de la Unión; y si así no lo hiciere, que la Nación me lo demande”.
Pero no hay toma de posesión sin antes colocarse la banda presidencial. Peña la puso en las manos de Porfirio Muñoz Ledo como presidente del Congreso y éste sobre el pecho de Andrés Manuel
Antes de empezar su discurso, sin siquiera agradecer a su equipo, a su familia o a sus electores, AMLO reconoció a su hoy antecesor a quien acusó durante seis años de haberle cometido fraude electoral y de ser un corrupto “vulgar”: “Licenciado Enrique Peña Nieto, le agradezco sus atenciones. Pero, sobre todo, le reconozco el hecho de no haber intervenido, como lo hicieron otros presidentes, en las pasadas elecciones presidenciales. Hemos padecido ya ese atropello antidemocrático y valoramos el que el presidente en funciones respete la voluntad del pueblo. Por eso, muchas gracias, licenciado Peña Nieto”. Y este le regresó la atención con un gesto a distancia.
El “acuerdo de civilidad política” del PRI con Morena que anunciaron algunos priistas surtió efecto. El discurso de más de una hora de López Obrador no fue interrumpido por un solo legislador del PRI. Tampoco a Peña se le grito ni se le abucheó.
El presidente repasó sus compromisos de campaña y prometió no fallarle al pueblo e iniciar la Cuarta Transformación.
El retiro
A las 12:48, apenas se abrieron las puertas del recinto legislativo, comenzaron a salir los primeros jefes de estado como el Rey de España Felipe IV, quien antes de retirarse, se paró frente a la escolta militar inmóvil durante horas e inclinó el cuerpo al frente hacia la bandera.
Rápidamente, el lobby se llenó de invitados. Entre ellos, estaban Ivanka Trump, hija del presidente estadounidense y el vicepresidente de este país, Mike Pence junto a su esposa, quienes tuvieron que esperar alrededor de dos minutos a que el presidente Andrés Manuel saliera para poder tomarse fotografías con él.
Algunos de los presentes intentaron acercarse a la hija de Trump para tomarse fotos con ella, pero ésta los rechazó y en cuanto se tomó la imagen con el nuevo presidente, se retiró hacia el Aeropuerto para abandonar al país. Y aunque estuvo sentada a un lado de la esposa de Andrés Manuel durante la toma de protesta, no acudió a la comida que inició después de las 2:00 de la tarde en Palacio Nacional.
Después de unos minutos, Andrés Manuel salió al vestíbulo, donde seguía la escolta con la bandera de México, un grupo de gente lo seguía, lo que impedía que le rindiera los honores, por lo que personal de la Cámara de Diputados le abrió paso para indicarle el protocolo, acto que molestó a López Obrador, quien con los brazos les indicó que se alejaran un poco.
Tras saludar a la bandera, salió a las escalinatas y caminó, pese a estar fuera de protocolo, hasta las vallas metálicas que dividen la avenida principal para saludar a los simpatizantes que tenían más de tres horas ahí reunidos.
Con dificultad, Andrés Manuel subió a su vehículo para continuar las actividades del día, la comida con jefes de Estado en Palacio Nacional.
AMLO toma la capital
Ese mismo día, rascando las 5:00 de la tarde, Andrés Manuel salió a pie del Palacio Nacional, acompañado de su esposa, envuelto en la banda presidencia y rodeado de cámara subió a un escenario de más de 20 metro de alto, que se instaló dos días antes, dando la espalda a la catedral del Zócalo.
La imagen habla por sí misma: la explanada del Zócalo y calles desbordadas. No existe otra imagen así convocada por un político. El gobierno de la Ciudad de México anunció que ha sido el evento más concurrido de su historia salvo por el concierto de Roger Waters fundador de Pink Floyd quien superó con 10 mil personas más. Se calculó que 160 mil personas presenciaron en el Zócalo a Obrador en su primer evento público como presidente de la República.
El discurso del presidente fue débil, poco emotivo y por demás abusivo en cuanto al tiempo. Una hora con 47 minutos, repitiendo sus promesas de campaña, una por una, mencionó más de 100 acciones de gobierno.
El ambiente entre la gente era distinto, contrastó con la parquedad del mandatario. Miles de familias esperaron hasta cinco horas para ver aparecer a su nuevo Presidente. Fue casi imposible caminar entre la gente. El frío de la tarde era imperceptible en medio de la multitud.
Andrés Manuel pasó una hora recibiendo “rezos” y objetos por parte de los pueblos indígenas, un ritual que duró una hora. Luego tomó la palabra que aburrió y cansó a miles. Antes de que concluyera, cientos de personas comenzaron a abandonar el Zócalo. Pero el gran poder de AMLO ya estaba grabado en la historia de México.