Esta película está basada en la relación verídica del pianista afroamericano Donald Shirley y el guarura de un centro nocturno de nombre Tony Vallelonga, también conocido como Tony “Lip” o “bocón”, por obvias razones, quien se convierte en su empleado, a pesar de sus prejuicios y su rudeza muy bien aprendida en el Bronx de Nueva York.
Bajo la dirección de Peter Farrelly y un guion en el que participó Nick Vallelonga, hijo del buen Tony, la idea aquí es romper con los estereotipos presentando a un artista excepcionalmente talentoso y educado que, no obstante, por el color de su piel, está expuesto a la discriminación y el racismo.
Lo interesante de este filme es ver a Tony ser el testigo que poco a poco empieza a apreciar al músico y, sobre todo, a respetarlo, hasta forjar una amistad transformadora. Si tan sólo fuera así de fácil, pudieran evitarse tantos problemas en este mundo.
Ese es tal vez el bemol de la cinta, pese a extraordinarias actuaciones de Viggo Mortensen y, sobre todo, de Mahershala Ali, la apuesta es más por el sentimentalismo que por explorar más a fondo el proceso de cambio interno de estos personajes que debieron ser mucho más interesantes en comparación a como los vemos en pantalla.
Después de todo, tenemos a un afroamericano refinado y a un ítalo-americano del barrio bravo representando dos extremos de una misma sociedad, cuyo desafío es integrarse plenamente y por convicción, no por conveniencia. Agreguémosle el hecho de que aparte, Donald es gay y ya podremos entender que se trata de una minoría de las minorías.
El acierto es el velado optimismo con el que, a final de cuentas, se exhiben las atrocidades a las que, en cierto momento, Don y Tony se enfrentan a su manera. No se siente forzado, vaya, el último aliento esperanzador de un largometraje que pudo haber evitado uno que otro lugar común, pero que pese a ello, es capaz de transformar la percepción del espectador. Esa sí que es una hazaña. *** y media.
Punto final.- ¿Listos para “ROMA”?