En 1965, los lectores de la novela de P.L Travers vieron el universo de Mary Poppins cobrar vida por primera vez en pantalla con Julie Andrews y Dick Van Dyke.
53 años después se tiene esta secuela en cartelera con un elenco igualmente brillante, donde figuran Emily Blunt en el papel estelar, el genial Lin-Manuel Miranda, Colin Firth, Meryl Streep, Julie Walters y hasta actuaciones especiales de Angela Landsbury y Van Dyke.
La historia retoma la vida de los Bank, ya convertidos en adultos que ahora viven en el Londres de la era de la depresión y Michael (Ben Whishaw) es el que lleva toda la carga como un recién viudo a cargo de tres niños (Pixie Davies, Joel Dawson y Nathanael Saleh).
Michael tiene el apoyo incondicional de Jane (Emily Mortimer) y de Ellen (Julie Walters), ama de llaves. El dilema es que, ante la difícil situación económica, la familia está a punto de perder la casa.
En eso regresa Mary Poppins con su paraguas y su maletín en mano, lista para resolver todos los problemas a través de la música, el canto, el baile y un estupendo trabajo de animación.
La fórmula funciona porque está la experiencia de Rob Marshall detrás de esta segunda entrega, aunque poco de lo que se ve en pantalla resulta novedoso.
Más que arriesgar y reconquistar al público ya familiarizado con esta historia, la apuesta de Disney parece ser introducir al personaje central a nuevos públicos que generacionalmente ya quedaron muy desfasados de “Mary Poppins”.
Todo luce y se escucha igual, en vez de Van Dyke aquí tenemos a Lin-Manuel Miranda listo para ofrecer más de lo mismo. En otras palabras, aunque en su momento esta película fue considerada un riesgo (tan solo por la mezcla de animación con actores de carne y hueso), aquí no hay nada que no hayamos visto antes, lo que para nada significa que no se disfrute como sucedió con la primera cinta.
Si acaso la mejor aportación le corresponde a Blunt con una interpretación más atrevida, de mujer empoderada, vaya, lista para salvar a los Bank una y otra vez.
Lo más interesante, tal vez, es que a pesar de no evitar las necias comparaciones y comprender que no se tiene una “Mary Poppins” a la altura del clásico, al final hay un buen sabor de boca, una magia envolvente que lo sigue a uno después de salir del cine y, nada más por eso, por ese rato de alegría, se entiende que hubo el encanto contagioso de una de las protagonistas más celebradas de la literatura para niños. Entonces, bien por Marshall y compañía. *** y media.
Punto final.- En “Spider-Man: Into the Spider-Verse” sabrá Dios cómo le hicieron, pero le dieron la vuelta al personaje de Marvel e hicieron algo nuevo e inesperado.