La autora fue homenajeada durante el Festival de Literatura en el Norte (FELINO) en el Centro Cultural Tijuana. “¡Estoy muy contenta! Dicen que nadie es profeta en su tierra, y esto demuestra todo lo contrario”, expresó en entrevista con ZETA
Sonriente y muy contenta, la escritora Rosina Conde regresó a Tijuana para recibir un homenaje que le ofreció el Festival de Literatura en el Norte (FELINO), a través del Centro Cultural Tijuana (CECUT), organismo de la Secretaría de Cultura federal.
La autora bajacaliforniana volvió triunfante desde el centro del país, donde es Profesora Investigadora de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México y cofundadora de la Licenciatura en Creación Literaria de esa institución.
“¡Estoy muy contenta! Dicen que nadie es profeta en su tierra, y esto demuestra todo lo contrario”, fueron las primeras palabras que expresó muy feliz la autora norteña en entrevista con ZETA en el bar del Hotel Real del Río, horas antes de su homenaje sucedido en la Sala Federico Campbell del CECUT el miércoles 7 de noviembre.
Por cierto, durante su homenaje, además de amigos, familiares, escritores participantes de FELINO y comunidad cultural en general, Rosina Conde estuvo acompañada por Pedro Ochoa Palacio, director del CECUT, y los escritores Agustín Ramos, Elizabeth Villa y Mario Martín; además, la agasajada recibió una estatuilla creada por la artista plástico Gabriela Escárcega.
“Hay veces que a uno de repente le entran las depresiones y uno dice ‘nadie me quiere, nadie me lee’, pero luego te das cuenta de que no es cierto, de que la gente te aprecia, de que te valora”, reconoció sobre su distinción durante la entrevista con este Semanario, ocasión en que evocó sus primeras lecturas y publicaciones, el norte y otras influencias literarias.
TODO INICIÓ CON LA TRADICIÓN ORAL
Aunque Rosina Conde nació en Mexicali el 10 de febrero de 1954, sus padres, Jorge Guillermo Conde y Laura Mabel Zambada Valdez, se trasladaron a vivir a Tijuana cuando ella apenas tenía cuatro años de edad.
Antes de abordar el lenguaje propio del norte que por supuesto recrea en su obra literaria, Rosina Conde rememoró el ambiente familiar en Tijuana:
“Yo empecé por la tradición oral. Mis padres eran músicos, compositores, a todos nos enseñaron a hablar con poemas y con canciones; entonces empecé con rimas. Mi papá nos componía canciones y versos para que declamáramos, o sea, desde pequeñita nos tenían haciendo numeritos con las visitas cada vez que llegaban a la casa, que generalmente eran artistas”, recordó Rosina, quien trajo a la memoria sus primeras composiciones.
“Entre los seis y nueve años, desde muy chiquita, me dio por empezar a componer canciones y a componer cuentos; cuando empecé a leer y a escribir, pues en mi casa había muchísimos libros, mi papá siempre se preocupó por comprarnos libros con textos para niños donde venían rimas, canciones y cuentos; fue con lo que crecimos”.
Así recordó sus primeras lecturas, cuando ella cursaba la educación secundaria en la escuela “Abraham Castellanos” de Tijuana:
“En la secundaria, como Mabel (hermana) es cinco años mayor que yo, a mí me daba por empezar a leer los libros que le daban a leer en la preparatoria; entonces, digamos que a los 12, 13 años, yo estaba leyendo a Jean-Paul Sartre, Balzac; también me daba mucho por agarrar los libros que tenía mi madre en su buró. Entonces, a esa edad estaba yo leyendo a Tolstoi, Balzac, Chéjov; y ya en la preparatoria empieza todo esta voracidad por leer al boom latinoamericano, a los poetas españoles como Miguel Hernández, Machado”.
FUE EN LA MÁQUINA DE ESCRIBIR DE CAMPBELL
Rosina Conde también recordó sus primeros textos que escribía cuando cursaba la preparatoria de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC):
“Antes de irme a estudiar a la UNAM (en 1972) escribía poesía, teatro; en la ‘prepa’ estuve en un taller de teatro, era actuación, montar obras de teatro, pero ya me daba por escribir, ¡claro, todo eso ya lo rompí!”.
Cuando regresó a Tijuana en 1976, luego de estudiar (entre 1972 y 1976) la Licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y tallerear con Hernán Lavín Cerda, Rosina Conde empezó a publicar algunos poemas en la revista Hojas en los talleres de la UABC y en el suplemento Identidad que dirigía Rubén Vizcaíno Valencia.
“Hace 40 años yo tenía un taller de lecturas literarias en Tijuana, del 77 al 79 en la UABC; al mismo tiempo estaba el taller de poesía ‘Amerindia’, entonces publico en una revista que se llamó Hojas. Luego también estuvimos con la revista El Último Vuelo, que hacíamos con unos amigos de San Diego, con Robert Johns, Edgardo Moctezuma”.
— Cuéntanos la anécdota de cómo publicaste tu primer poemario, “Poemas de seducción”, en la editorial La máquina de escribir que dirigía Federico Campbell.
“Federico Campbell publicaba en México. En 1979 vino a Tijuana y yo iba de regreso a México; antes yo estuve en Tijuana, del 77 al 79, picando piedra sin conseguir trabajo, prácticamente viviendo en casa de mis papás.
“Tuve que regresarme a México, porque aquí las condiciones labores simple y sencillamente eran nulas; el taller de la UABC pues era gratuito, digamos que la UABC en su departamento de Extensión Universitaria todavía no instituía los talleres, o sea, nosotros fuimos los precursores de los talleres de la UABC, pero simplemente no había trabajo, tuve que regresarme a México.
“Pero aquí en Tijuana, en 1979, en una cena con Federico Campbell, le di mis poemas, los leyó y me dijo que sí, que adelante; ya estando en México se hizo la publicación de la plaquette ‘Poemas de seducción’ en La máquina de escribir.
“La editorial de Federico Campbell publicaba ediciones de autor, o sea, el mismo autor las financiaba. Federico siempre fue una persona de criterios muy amplios, muy abierto, entonces muchas mujeres publicamos en La máquina de escribir en esa época; no era difícil tener acceso a Federico Campbell”.
— ¿Qué tan crucial fue la apertura de Federico Campbell en La máquina de escribir en el inicio de tu trayectoria como escritora?
“Fue muy importante, porque realmente La máquina de escribir dio a conocer a muchísimos escritores en esa época, escritores jóvenes que no podíamos publicar en las editoriales comerciales porque nadie nos conocía, digamos que era nuestra primera publicación.
“Después de publicar en La máquina de escribir, yo abrí también una editorial independiente que se llamó Panfleto y pantomima, inspirada por Federico Campbell porque cerró La máquina de escribir y dejaron de salir las plaquettes; en Panfleto y pantomima publiqué mi cuento ‘De infancia y adolescencia’ en 1982; también le publiqué como a trece escritores.
“En aquella época hubo como un boom de editoriales independientes, estaba El tucán de Virginia (fundada por Víctor Manuel Mendiola y Guillermo Samperio), nada más que mi intención con Panfleto y pantomima fue buscar textos que tampoco lograban entrar en editoriales independientes, como literatura gay, por ejemplo. O sea, dentro de los marginales estaban también los marginales que no hallaban espacio, entonces le publiqué una plaquette a Luis Zapata y algunas plaquettes de poetas y cuentistas que tampoco tenían acceso a otras editoriales”.
EL NORTE Y OTRAS INFLUENCIAS LITERARIAS
Rosina Conde es autora de obras de narrativa referenciales de la literatura del norte de México, entre otras, como “Arrieras somos…” (Difocur, 1994, Premio Nacional de Literatura “Gilberto Owen” 1993); “Embotellado de origen” (Coordinación Nacional de Descentralización e Instituto Cultural de Aguascalientes, 1994), “La Genara” (CECUT/Conaculta, 1998), “Como cashora al sol” (Desliz, Fósforo, Tipográfica, 2007), “Desnudamente roja” (Asociación de Libreros de Tijuana, UABC, Desliz, Instituto Municipal de Arte y Cultura de Tijuana, 2010); además, su obra poética comulga en “Poesía reunida” (Desliz Ediciones, 2014).
— ¿De dónde surge la idea o la influencia de recrear el habla cotidiana en tu literatura, incluidos los personajes femeninos y el acento propio del norte de México tanto en tu narrativa como en tu obra poética?
“Por un lado, la influencia de la literatura de la onda; yo leía a José Agustín cuando yo estaba aquí en la preparatoria en Tijuana; en cuanto salió el libro de José Agustín ‘De perfil’ (Joaquín Mortiz, 1966), yo la leí, fue un libro que marcó un parteaguas en la literatura mexicana porque hay cambio del lenguaje, o sea, pasa de un lenguaje sumamente formal de las generaciones anteriores a un lenguaje de adolescentes, irreverente, cotidiano y que se comunica con nosotros.
“Por un lado está la influencia de la literatura de la onda y por otra la influencia de mis amigos gays, sobre todo Luis Zapata, que me enseñan a hablar en femenino, porque curiosamente a las mujeres desde chiquitas nos enseñan a hablar en masculino; con la literatura gay, sobre todo con ‘El vampiro de la colonia Roma’, de Luis Zapata, de repente descubro que hay un lenguaje de género.
“Entonces yo digo: si los gays pueden hablar en femenino, ¿por qué yo, que soy mujer, no? Es cuando empiezo a escribir con una marcada tendencia de género, hablando en femenino y con toda la intención que se reconozca que detrás de la pluma hay una mujer, no un escritor, sino una escritora, en el caso mío; fue algo que les chocó muchísimo a los editores en aquel momento y que les sigue chocando a muchos todavía.
“Por otra parte, yo decía: si la gente del DF puede hablar en chilango, ¿yo por qué no puedo hablar en tijuanense?’ Entonces, está la influencia de la literatura de la onda, la influencia de la literatura gay, y la necesidad de literaturizar el habla local o regional”.
CIUDAD JUÁREZ O “LAS PALABRAS YA NO SIGNIFICAN NADA”
“Poemas por Ciudad Juárez” se publicó recientemente por su editorial (Desliz, 2016) donde aborda el tema de los asesinatos de mujeres y otras violencias de Ciudad Juárez que reflejan al México decadente.
“‘Poemas de Ciudad Juárez’ surge por una necesidad personal de impotencia, o sea, generalmente uno escribe sobre las cosas que a uno le preocupan; tengo muchos poemas que no se han publicado porque no les gustan a los editores, donde hablo de la guerra, de la migración, de temas que consideran que no son pertinentes en México, que no tienen nada que ver son la poesía.
“Generalmente uno escribe sobre lo que a uno le anda rondando en la cabeza, entonces, pues a mí los problemas femeninos siempre me rondan en la cabeza, aunque en todos mis cuentos siempre estoy abordando problemas femeninos, y en la poesía no estoy exenta de ellos”.
— “Quiero palabras fuertes, detonantes; / que rujan, que destellen; / exploten en sonidos delirantes; / iluminen el ruido de la noche; / a los muertos levanten…”, escribes en “Poemas por Ciudad Juárez”…
“Es un poema que escribí un poco por toda esta parte de la impotencia, o sea, yo ya soy adulta, ya no he estado en movimientos, pero me ha tocado ver cómo se han descompuesto una serie de movimientos estudiantiles y de obreros en los últimos años y cómo en los últimos sexenios tenemos a los padres de la Guardería ABC, a los padres de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, a los padres de todas las muertas de Juárez, a los padres de los desaparecidos.
“En fin, tenemos una cantidad enorme de personas que están exigiendo que se encuentre a sus hijos, y simple y sencillamente no aparecen por ninguna parte, y el Estado simple y sencillamente no responde o no los recibe”.
Por último, sentenció la escritora en su tierra:
“Como que el lenguaje se ha desgastado, como que ha perdido fuerza, ha perdido significado; como que las palabras ya no significan nada”.