Miguel Ángel Martínez Martínez, alias el Tololoche y/o el Gordo, quien fue el supuesto piloto de Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, el Chapo, a cargo de contactar a los cárteles colombianos que le suministraban la droga, acudió este lunes a la Corte Federal de Distrito en Brooklyn, como testigo de la Fiscalía.
Durante tres horas y media, Martínez Martínez, involucrado directamente en el envío de “muchas toneladas” de cocaína a Estados Unidos, narró muchos detalles sobre cómo trabajó con El Chapo Guzmán entre 1986 y 1998, fecha en que el testigo del Gobierno estadounidense fue arrestado en México.
El Tololoche aseguró -cuestionado por el fiscal Michael Robotti- que trabajó como piloto para el Chapo entre 1986 y 1998, encargado de hablar con los cárteles de Cali y Medellín, así como de recibir los cargamentos con droga que llegaban desde el país sudamericano, y reenviarlos a Estados Unidos.
“Sesentón, calvo y con mostacho, el Gordo [testigo que no podrá ser dibujado por las artistas de la Corte, por petición del Gobierno estadounidense, para que no sea “asesinado” por aliados del capo] llevaba gafas y vistió traje azul y corbata. A pedido del fiscal Adam Fels identificó a el Chapo en la sala de la corte […], que lo escuchó serio y atento”, indicó la agencia AFP.
El Tololoche, quien en algún momento se entregó a las autoridades estadounidenses, reveló al jurado que es originario de Celaya, Guanajuato, y que obtuvo su licencia de piloto en Brownsville, Texas. Además, la Fiscalía presentó una fotografía tomada –según el testigo– a principios de los años noventa del Siglo pasado, donde está sentado al lado derecho del Chapo, durante una fiesta o reunión.
Además, Martínez Martínez, afirmó durante el sexto día del juicio contra el capo sinaloense, que una de sus funciones fue realizar pagos, porque era un “gerente” que abrió oficinas para Guzmán Loera en diferentes lugares de México.
Dijo que a partir de 1987, coordinó el envío y recepción de toneladas de droga que Guzmán Loera y los hermanos Héctor y Arturo Beltrán Leyva recibían en Cumpa, población cercana a Agua Prieta, Sonora. De ahí, toda la droga era enviada a Los Ángeles, California.
Asimismo, el Tololoche -quien integra el programa de protección de testigos y reside en Estados Unidos hace años bajo una identidad secreta- aseguró que durante años el Chapo fue el máximo jefe del Cártel de Sinaloa, lo que los abogados del capo sinaloense negaron al inicio del juicio que preside el juez Brian M. Cogan.
Martínez Martínez abundó que el Chapo envió “dos o tres veces cerca de 10 millones de dólares cada vez” a Guillermo González Calderoni, excomandante de la Policía Judicial de la Procuraduría General de la República (PGR), durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), asesinado en Texas en el año 2003.
A cambio de los sobornos, contó el ex piloto -que estando encarcelado fue víctima de tres ataques a puñaladas y con granadas que casi lo matan, en su opinión ordenados por el Chapo-, el Chapo recibía información de González Calderoni “todos los días” para hallar a rivales, ampliar el negocio y evadir a las autoridades.
“Me dijo que era un policía muy inteligente”, testificó el Tololoche, al describir lo que Guzmán Loera pensaba de González Calderoni. Por otra parte, Martínez Martínez aseguró que mantenía una relación estrecha con el capo sinaloense y que cuando nació un hijo suyo, el Chapo pidió ser el padrino del niño.
Martínez Martínez contó, también, que hizo varios viajes con el Chapo a Estados Unidos -en uno compraron dos aviones por 3 millones de dólares- y luego fueron a Las Vegas, Nevas, porque “el señor Guzmán quería apostar”. Además de que fueron a Colombia para negociar envíos de droga por avión y por barco.
Por otra parte, el Tololoche relató cómo barcos atuneros y mercantes colombianos, cargados a reventar de cocaína -“hasta 13 o 14 toneladas”- se encontraban en aguas internacionales con barcos atuneros y tiburoneros mexicanos a los que transferían la droga, de la cual terminaba en Estados Unidos en un “100 por ciento”.
Además, Martínez Martínez abundó que entre 1990 y 1993, importaron por barco entre 25 y 30 toneladas de cocaína colombiana por año. De las ganancias, el 55 por ciento de los ingresos generados por la venta de la droga era para los colombianos, y el 45 por ciento para El Chapo, afirmó.
El Tololoche también relató un vuelo en cual transportaban un cargamento con drogas de Colombia a México, que casi se accidenta por falta de gasolina y en el cual viajaba como guía, para indicar al piloto -un marino estadounidense que trabajaba para el Chapo- la pista clandestina.
Por otra parte, Martínez Martínez dijo que abrió lo que definió como la oficina del Cártel de Sinaloa en la Ciudad de México, donde laboró con un abogado a quien identificó como Humberto Loya Castro, quien -según sus dichos- “hacía todos los arreglos de Guzmán con la Policía”, para que “le permitiera [al Chapo] trabajar con drogas”, aseguró.
En sus argumentos iniciales, al comenzar el juicio, el abogado defensor del Chapo, Jeffrey Lichtman, intentó socavar la credibilidad de Martínez Martínez, al asegurar que “se le cayó la nariz” de consumir tanta cocaína, “hasta cuatro gramos por día”.
LE QUITAN EL CELULAR A EMMA CORONEL
Antes del testimonio del Tololoche, el juez Brian M. Cogan aceptó un pedido del Gobierno estadounidense para que Emma Coronel Aispuro, de 29 años y esposa del Chapo, pasara nuevamente por el detector de metales, ya que fue filmada con un teléfono celular en la Corte, lo que está prohibido.
Todo miembro de la prensa y el público está obligado a pasar por un detector de metales antes de ingresar a la sala del octavo piso del Tribunal. El único dispositivo electrónico que se le permite a Coronel Aispuro son unos audífonos en los que escucha una traducción de los testimonios.
Según el semanario Proceso, la cónyuge de Guzmán Loera llegó a la audiencia vestida con un pantalón de mezclilla negro, blusa azul claro y saco azul rey, y botines de gamuza con plataforma. Mientras que su marido apareció de traje negro, camisa malva, corbata azul y zapatos color café.
El Chapo tomó apuntes en una libreta durante el testimonio de su supuesto ex colaborador, a quien observó con los brazos cruzados. También habló a menudo a la oreja de uno de sus abogados, Eduardo Balarezo.