Rami Malek es la película, toda, de principio a fin. Como si se tratara de un entendimiento más allá con Freddie Mercury, el actor es capaz de reproducir cada exagerado movimiento del vocalista de Queen con una precisión que de pronto parece un holograma del extinto artista, cuya participación estelar en el concierto Live Aid quedará por siempre grabada en la memoria del gran público.
El problema es que fuera de Malek no queda gran cosa que decir de una cinta biográfica que explora el origen, desarrollo y declive de una de las bandas más icónicas del rock.
Quizás esto se deba a la obsesión que Bryan Singer -director que por cierto, no terminó de rodar el filme- tuvo también por describir la ambición insaciable de Mercury por el éxito y dejar de lado aspectos de su vida personal, en especialidad su bisexualidad declarada y el viacrucis del SIDA.
Apenas se conocen aspectos torales en la infancia del vocalista en Zanzíbar y Mumbai. Originario de una familia pobre y obsesionado con la música, este migrante parsi -descendientes de Zoroastro- llegó a Londres a trabajar como maletero en un aeropuerto, pero su visión de la vida y su dominio del piano y la guitarra trazarían otro futuro para él.
A esto se agrega ese inigualable rango vocal, prácticamente operístico, que lo llevó no sólo a sostener el micrófono de Queen en el escenario, sino a imaginar un camino musical nada parecido a lo que ya existía en los años ochenta.
Luego viene el otro truco de Singer: la apuesta de que la música tan conocida de esta banda será suficiente para mantener el interés en la pantalla. Y no se equivocó, aunque el deseo es que hubiera habido más profundización en los porqués de Mercury, sin duda un fenómeno artístico en sí mismo, con demonios internos que debieron explorarse.
Sobre todo porque queda claro que la marginalidad racial, ideológica, creativa y personal del intérprete, daba para más.
Por ahora, nos quedamos con Rami Malek y su magistral entendimiento de la alienación del personaje que interpreta de una manera dolida. Su desolación no se expresa con palabras, se siente a pesar del triunfo descomunal de Freddie Mercury, que incluso tocó la gloria en el aspecto comercial.
Malek comprendió todo esto y logró recrearlo al ritmo, vaya, de una rapsodia bohemia. Atención, Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood, mucha atención. *** y media.
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Punto final.- Ojo con “El ángel”. Argentina siempre sorprende. A veces, hasta maravilla.