Además, había que fortalecer la industria básica pesada para sustentar la industrialización. Las empresas necesarias para el desarrollo, sin embargo, no atractivas para la iniciativa privada, serian encomendadas al Estado, el que además protegería la industria nacional de la competencia ruinosa o desleal del extranjero, pero sin establecer monopolios.
Las elecciones se realizaron conforme a una nueva ley centralizada en control de los procesos electorales en Secretaría de Gobernación y limitó el registro de nuevos partidos. Tuvieron lugar el 7 de julio de 1946 con los siguientes resultados: Alemán 1, 786,901 votos (77.90%), Ezequiel Padilla; 443,357 votos (19.33%) y los candidatos Enrique Calderón y Agustín Casto, el 1.48% y el 1.27% respectivamente.
Al tomar poder, Alemán, electo por una gran mayoría y miembros de una generación que ya no participó en los conflictos armados de la revolución, fue el primer presidente constitucional civil de la revolución mexicana: “el cachorro de la revolución”, como lo llamó Vicente Toledano. Fue también el primer presidente que formó un gabinete, con personas de clase media y alta, civiles de extracción universitaria, salvo por las Secretarías de Defensa y de Marina, que siguieron ocupando militares.
En su discurso de toma de posesión, señaló la necesidad de aumentar la producción agrícola mediante obras de riesgo, y para ello anunció la creación de la secretaria e Recursos Hidráulicos. Hizo un llamado para impulsar la industrialización, para la cual era necesario aumentar la eficiencia de la industria petrolera y los ferrocarriles, cuyo manejo debe sujetarse a un criterio más comercial que político. Así, también convocó a “la comprensión entre industriales y obreros”. También ofreció “abaratar la canasta básica popular” y reorganizar la administración pública, al respecto adelantó la creación de la Secretaría de Bienes Nacionales e Inspección Administrativa.
Al inicio de su gestión reprimió la huelga de la sección Uno de trabajadores de Petróleos Mexicanos mediante la requisa con tropas del ejército nacional y el cese de 50 líderes que realizaron un paro en la Refinería de Azcapotzalco, lo que marcó el rumbo de su administración. Se limitaron los derechos de los trabajadores para que avanzara la iniciativa privada y extranjera, a las que se les confería el desarrollo económico del país y él mismo se convertiría en inversionista, sea como dueño o como socio de grandes negocios.
Además, su gobierno inició medias encaminadas a frenar las políticas revolucionarias más radicales tomadas por los gobiernos que precedieron. En el área educativa reformó el artículo tercero de la constitución para establecer que la educación impartida por el estado sería laica, gratuita y nacionalista. Así mismo, hizo construir más de 5 mil escuelas y gran número de viviendas de interés social; como los multifamiliares Presidente Juárez y Presidente Alemán, en el D.F. Sobre todo, se construyó la Ciudad Universitaria del D.F, cuya realización laboraron día y noche durante tres años; 15 mil peones y cientos de ingenieros y arquitectos. Los principales periódicos y revistas del mundo publicaron incontables reportajes y artículos elogiosos sobre esta obra. También elogiaron, en igual forma, la construcción del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, que en el momento de la inauguración fue considerado el más funcional del planeta.
Alemán continuó con mucho mayor vigor la industrialización, iniciada por el presidente Manuel Ávila Camacho, mediante tasas impositivas bajas, exenciones fiscales, créditos, servicios públicos baratos, inversión pública en infraestructura hidráulica y energética de comunicaciones y transportes; construyó más de 11 mil kilómetros de carreteras, para condiciones favorables a la inversión privada, lo que hizo posible la fundación y florecimiento de grandes empresas mexicanas. También invirtió recursos públicos en las industrias indispensables para promover la industrialización.
También, Alemán modificó la prohibición de los juegos de azar mediante nueva ley del 31 de diciembre de 1947, que otorgó al Ejecutivo la posibilidad de autorizar, mediante decreto, casinos. Así volvieron a funcionar centros de apuestas como el casino Agua Caliente en Tijuana. Y comenzó de hacerse de Acapulco, en mar y tierra, la capital del juego, prostitución y drogas que rivalizaba con La Habana de Batista y Las Vegas de los Estados Unidos.
Además, implantó la política de proteccionismo a la industria nacional que beneficiara a algunos empresarios mexicanos y extranjeros, quienes se hicieron de un creciente mercado cautivo. En foros internacionales como la conferencia de La Habana, el gobierno de Alemán sostuvo el derecho de México a defender su industria mediante aranceles y restricciones cuantitativas; para nivelar la balanza de pagos mediante prohibiciones y restricciones a la importación; así como regular la inversión extranjera en cuanto sus campos y cuantía.
En 1950 fue aprobada la ley sobre Atribución del Ejecutivo en Materia Económica. Dicha ley convertía al Estado en el orientador básico del desarrollo y la modernización económica del país. Si bien reconocía los legítimos derechos de los particulares, resguardaba el interés de la nación coordinando y subordinando los intereses privados a los más altos de la colectividad. Por lo anterior, el gobierno podía determinarían las áreas que se sujetarían a la intervención oficial: establecer precios, ordenar la venta a los precios máximos, señalar los artículos que debían producirse preferentemente; regular exportaciones e importaciones y obligar a producir para el mercado interno, y exportar sólo los excedentes.
Los empresarios consideraron la ley como contraria a la libertad económica, aunque la aceptaron. Sin embargo, esto fue fuente de fricciones constantes con el gobierno alemanista.
Miguel Alemán tenía una visión clara de estadista y político. En efecto con las reformas anteriores y su acercamiento a los Estados Unidos que culminó con la primera visita a la capital mexicana de un presidente norteamericano (Harry S. Truman), permitieron el inicio de un gran desarrollo económico en un marco de estabilidad y buenas relaciones que fueron la base, de los principios de un “milagro mexicano”.
Continuará.
Guillermo Zavala
Tijuana, B.C.