Quienes operan la asociación civil aseguran tener permisos vigentes y todos los casos documentados. Su trabajo sin fines de lucro se orienta a personas de escasos recursos sin posibilidad de pagar un servicio funerario; entre las condiciones para otorgar el apoyo está el que la familia pueda esperar hasta un mes para reunir varios cuerpos, los cuales permanecen en la habitación de una zona residencial
Desde 2015, enfermeras del Sector Salud han canalizado a Fundación Querubines, a neonatos fallecidos en los cuneros de hospitales públicos de Ensenada, hijos de madres en condición de marginación.
Beatriz Vargas, responsable de la fundación con registro en la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), es responsable de embalsamar o preparar los cuerpos de bebés muertos principalmente en el Hospital General (HG).
A punto de cumplir tres años en funciones, con un total de 250 bebés sepultados, hace dos semanas se dio la denuncia de una madre agraviada por los servicios ofrecidos por la fundación, y desde entonces ningún hospital ha canalizado cuerpos.
En las delegaciones de Ensenada, hay una alta demanda de servicios funerarios a bajo costo para recién nacidos fallecidos. Tan solo en un mes, Querubines ha llegado a reunir 12 restos de bebés.
Dentro de un predio ubicado en Calle Reforma y Francisco I. Madero, en una zona residencial de la parte alta del poblado, se encuentra la vivienda de los Vargas. El mismo inmueble alberga una funeraria en buenas condiciones, oficina y en la parte trasera, en un cuarto con ventilación, yacen los cuerpos.
“Ahí es donde sabemos que cambian y tienen a los bebecitos, ya nos acostumbramos”, comentó una vecina que no tiene problema de vivir frente a un mortuorio.
MUERTE Y MARGINACIÓN EN MANEADERO
La pobreza obliga a las familias a empeñar sus automóviles o teléfonos celulares, o pedir préstamos con intereses impagables, para poder velar y enterrar a los bebés cuando el servicio más económico es de 10 mil pesos.
María Morones es una madre de 28 años de edad residente de El Zorrillo, a unos diez kilómetros de Maneadero, quien pasó 22 días en el HG cuidando a su bebé seismesina, de nombre Amelia. La menor falleció el 25 de agosto.
La joven narró a ZETA su mala experiencia con Fundación Querubines.
Por su situación económica, las enfermeras del hospital le sugirieron llamar a la fundación para solicitar apoyo funerario.
La familia, proveniente de Sonora, se dedica a recoger cosecha en los campos de la delegación; su esposo es ayudante de albañil y los sueldos que perciben, oscilan entre los mil y mil 200 pesos.
María, su madre y su hermana, el esposo y su único hijo de seis años de edad, viven en una construcción en obra negra, con poco alimento y servicios de energía eléctrica limitado.
Cuando habló con Beatriz, responsable de la fundación, le pidieron cinco copias de su Clave Única de Registro de Población (CURP), actas de defunción, credencial de elector y, como la recién nacida ya estaba registrada, hasta del Registro Civil, para poder recoger el cuerpo.
La sorpresa se dio un día después, cuando a María le informaron sobre el entierro, el cual no sería inmediato, sino en un mes, cuando reunieran el mayor número de cuerpos posible.
Se le va la respiración y al mismo tiempo describe como “una tortura” el hecho que en un mes se enterraría a Amelia, “no supe ni qué pensar”.
La ceremonia luctuosa incluye el lanzamiento de globos, palomas blancas y una misa. Le recomendaron tejer la ropa de Amelia con características específicas, como elástico en muñecas y cuello, mientras que de los bebés embalsamados, le indicaron que reposan en un cuarto sin ventilador ni refrigeración.
“Me dijeron que los bañan casi diario, también los cambian de telas. Me quedé más asustada, por eso quise que me regresaran a mi niña, para que no siguiera sufriendo”, confesó Morones, cuyo embarazo fue de alto riesgo. La primera semana de agosto llegó al HG con 31 semanas y 7 de dilatación, lo primero que pidió fue una operación para no tener más hijos, pues previamente sufrió un aborto.
Con ayuda económica de amigos y el Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), María logró obtener un espacio en el Panteón Número 4, donde su pequeña fue sepultada el 30 de agosto, cinco días después de su deceso.
“NO RECIBIMOS UN PESO”: QUERUBINES
Quienes operan Fundación Querubines defienden su trabajo altruista.
Beatriz Vargas mostró documentos que avalan su experiencia profesional en una morgue de Estados Unidos, donde ha embalsamado alrededor de 25 mil cadáveres.
Sobre la situación de María Morones, respondió que ella reconoce el dolor de la madre y se dijo dispuesta a hacer una excepción de abrir la fosa, pero fue demasiado tarde.
Aprovechó para explicar el funcionamiento e indicó que cuando tienen a una madre en situación de vulnerabilidad ofrecen dos paquetes, el primero relacionado con permisos en Salubridad y Registro Civil, donde les ayudan a realizar trámites; en el otro, les pagan la totalidad del servicio funerario y trámites, hasta la sepultura en la fosa común.
Aclaró que no todo ha sido bueno, pues han tenido situaciones complicadas donde los padres no tramitan los permisos y han abandonado restos, “por eso siempre pido todos los documentos en regla, para no tener problemas legales”, subrayó Vargas.
Aunque acepta que familias agradecidas le han querido dar dinero, Querubines es una organización sin fines de lucro.
“Jamás he recibido un cinco, jamás he hecho una deducción, eso es de mi bolsa y la funeraria no tiene ningún costo porque soy la dueña. Ustedes pueden checar en Hacienda, jamás he recibido dinero ni de Estados Unidos, ni donaciones”, insistió.
Disputa e incertidumbre por restos
Por cada servicio que ofrece el Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) a familias de escasos recursos, recibe 5 mil pesos a través de la Secretaría de Desarrollo Social.
La Procuraduría General de Justicia del Estado no encontró ningún antecedente o denuncia en contra de Fundación Querubines, en tanto que la Jurisdicción de Salud en Ensenada -a cargo de José Antonio García Rivera- aclaró que ellos no tienen ningún vínculo o atribución para regular esa actividad, sino su paraestatal, Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios.
Beatriz dedicó su vida a dar servicios funerarios en Estados Unidos, y puede mantener un cuerpo en perfectas condiciones por meses, incluso hasta un año.
“No necesito refrigeradores. Acabo de cremar a una señora que el esposo no tenía el acta apostillada y sin dinero, duré dos meses y medio con ella aquí. Cuando la identificó estaba igual”, explicó.
Otro ejemplo que puso fue el de una madre recién operada de cesárea, que pidió tiempo para tomar una decisión. El cadáver de su hijo estuvo dos meses, cuando por fin optó por enterrar y no incinerar.
“Los familiares estaban sorprendidos de que estaba igual al día en que falleció en el hospital, sin duda tengo
experiencia en esta profesión”, indicó Beatriz Vargas, quien cuenta con permisos de Salubridad, Secretaría de Salud y factibilidad de uso de suelo para tener un cuerpo en su casa durante el tiempo que sea necesario.
LA EXPERIENCIA DE EMBALSAMAR
Su cercanía con el Hospital General, ha llevado a Beatriz a estar en contacto con neonatos fallecidos cuyos restos están “revueltos” con partes humanas y serán depositados en fosa común por parte de la autoridad; son partes del cuerpo mutiladas, abortos o padres que abandonan el producto.
“Para mí es muy triste, cómo puede pasar esto con un pequeño”, lamentó, para después recordar un mes en el que recibió a cinco criaturas con sepsis, es decir, el cuerpo tiene una alta concentración de bacterias, debido a que las mujeres pasan tiempo esperando dar a luz.
Sin embargo, sabe los derechos de las féminas y de su familia para llevar a cabo la labor.
La mayoría de las mujeres recibidas por Fundación Querubines, son migrantes con sueldos de mil pesos, de los cuales 400 pesos se les van en comprar comida y otros 400 en transporte.
El costo por morir, calculó Vargas, es de 10 mil a 15 mil pesos para un bebé que por no nacer vivo, no aplica para ningún programa de gobierno.
En algunos casos, los deudos se ven en la necesidad de ceder al hospital los derechos del cuerpo del neonato para fines científicos.
Beatriz perdió un bebé a los 19 años de edad y nunca le permitieron verlo, menos aún darle sepultura, por lo cual también ha atendido talleres de tanatología; busca psicólogas para brindar terapia a las madres que han perdido un neonato.
— ¿De dónde sale el dinero para ofrecer estos servicios sin costo?, cuestionó ZETA.
“Soy cristiana y en vez de dar el diezmo a una iglesia se los doy a las mujeres. Compro 2 mil pesos de madera y me alcanza para unas doce cajas, tengo un molde y mi esposo me las corta, lija y pega, mientras yo las decoro. Las flores me las regala un empresario de Maneadero. Alguna ropita la hace una señora a la que le doy la tela”, finalizó la titular de Fundación Querubines.