Uno de los pioneros de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el pensador francés Jacques Maritain, firmada en San Francisco, California, al final de la Segunda Guerra Mundial. Ofrece en su filosofía de la historia, varias perspectivas desde las cuales considera el desarrollo de la humanidad.
Entre sus propuestas, Maritain, quien fuera embajador de Francia en El Vaticano durante el Pontificado de Pablo VI, propone una metáfora fundamentada en la Parábola de Jesús sobre “El Trigo y la Cizaña”.
Esta visión histórica es interesante para observar cómo vivimos o hemos vivido los seres humanos ante variados acontecimientos en todos los siglos, décadas y sexenios, o trienios.
La historia que es algo de lo que conocemos de lo que sucede en la vida humana, en las civilizaciones, en el acontecer diario, semanal, mensual o anual. No siempre podemos captar plenamente todo. Nuestra visión es más bien relativa y aunque muchos no están de acuerdo, Maritain propone entre tantas leyes de la historia, esa del trigo y la cizaña. Porque en ocasiones pareciera que la maldad desbordará la bondad.
En el siglo XXI del que somos parte, uno puede ser trigo y cizaña simultáneamente. Como el hombre tiene un final, lo mejor es que fuera arreglando su vida para dicho momento, con el objetivo de tener algo “bueno” que aportar a la comunidad humana.
El mero título de una de las obras del maestro Antonio Caso, pensador mexicano contemporáneo de Maritain, una de las últimas obras fue “La Existencia como Economía, como Desinterés y como Caridad” (UNAM). Al término de su vida, escribió sobre la caridad, “lo que yo te pido es que vayas y acometas actos de caridad, de servicio y ayuda al prójimo”. Dirá don Antonio Caso.
Uno podría volverse indiferente, apático, no participativo; pensando por ejemplo que al presidente electo AMLO, se le han colado dinosaurios que le harán mucho daño al país, y así podrá ser y será. Ya le han hecho y le seguirán haciendo más daños, muchos políticos que ya semejan momias, octogenarios al punto del suspiro final.
En la parábola de Jesús sobre el trigo y la cizaña; hay lugar para que el malo sea más malo y para que el bueno sea perfecto. ¿Cuál es el chiste de todo esto para nosotros, para los demás? La historia, como diría Octavio Paz, pues es el lugar de la prueba. Aquí estamos de paso, somos turistas. El bueno de la película o el que nos permite vivir, servir, robar, mentir, simular, es un ser perfecto que los pensadores griegos reconocían como “El Motor Inmóvil” (Aristóteles), el dios de los sabios y pensadores, que se revela finalmente en Cristo, se encarna en un ser humano, Jesús. De ahí el dogma más importante del cristianismo: “una sola persona con dos naturalezas, divina y humana: Cristo, el Hijo de Dios”.
En nuestro México, los aborteros como la exjefa de Gobierno, Rosario Robles Berlanga, se están dando la gran vida impunemente sin pena ni gloria, sin autoridad que les pida que devuelvan lo que aparentemente han desviado en “estafas maestras” que no son tan maestras porque están documentadas y denunciadas.
Uno va pasando la vida, la historia con cierto apego a la verdad, a la honestidad, aunque no faltan los pecados.
El final debería ser feliz si uno se empeña en no perder de vista que precisamente el final, no estará en lo que nosotros pensemos o juzguemos, todo dependerá y la historia es maestra en eso, pues al final, como dice Serrat: “el cuento es muy sencillo”.
Después de todo, el trigo va a los graneros a servir de alimento; la cizaña va arder como en todos los años, donde puede observarse en el Valle de Mexicali, para dar paso a un nuevo ciclo agrícola.
Es irremediable: lo malo tiene su destino. La gente mala va al infierno al lugar de castigo; los buenos serán felices no temporal, sino eternamente. Así es la vida, así es la historia.
Por ahora, no parece que exista otro lugar en el universo para vivir que no sea este planeta. Podrá cambiar uno de residencia, de país, pero donde quiera habrá trigo y cizaña.
Germán Orozco Mora reside en Mexicali.
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