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miércoles, octubre 9, 2024
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El fenómeno delictivo (Segunda parte)

“Cuanto menos poderoso se es en el mundo, más faltas pueden cometerse impunemente y

mayor el mérito que puede poseerse inútilmente”.- Luc de Clapiers.

 

Hacia la década de los años 80 del siglo pasado (XX), dado el resquebrajamiento de la política proteccionista del Estado Mexicano y las graves crisis económicas influyeron de manera trascendente en la incidencia de delito, destacando el secuestro, el robo violento y el robo de automóvil, que se convirtieron en males delictivos que azotaron a una gran parte de la ciudadanía.

En los años 90, los grupos delincuenciales aprovecharon las nuevas tecnologías de la información para ampliar de manera significativa sus capacidades de operación. Los grupos de delincuencia organizada, dedicados al tráfico de personas, narcotráfico, trata de personas y delitos relacionados con armas de fuego, comenzaron a vincularse en un alcance trasnacional con grupos perfectamente organizados y con poderío económico y, en cambio, las Procuradurías de Justicia y las corporaciones policiales no desarrollaron prácticamente ninguna política en tecnología para enfrentase a una nueva forma de delincuencia.

En este país, como todos sabemos, el narcotráfico, especialmente en algunos Estado, había extendido sus redes de complicidad con las policías municipales, estatales y federales a través del soborno o la amenaza; a tal grado llegó la expresión del delito que las estructuras logísticas y financieras fueron aprovechadas por los grupos delictivos para realizar nuevas incursiones en forma delictivas, como “el cobro de piso”, secuestro, extorsión u homicidio.

Así las cosas, los grupos de delincuencia organizaban y administraban a la delincuencia del orden  común, por ejemplo, a las bandas dedicadas al robo de vehículos, para facilitarle unidades para secuestrar o ejecutar a diversas personas, constituyéndose así, la denominada “Pirámide de la Evolución Delictiva”, dentro de la cual, los delincuentes que se dedicaban a los delitos de bajo impacto, como el robo a transeúntes escalaron a robos con violencia, robos a casa-habitación, robos a negocios comerciales, hasta llegar al secuestro y al homicidio que retribuían ampliamente a la delincuencia organizada.

Un aspecto fundamental que impulsó la violencia delictiva en nuestro país, consistió en que los grupos nacionales con sus lazos delictivos con los de delincuencia organizada de Estado Unidos, para la apertura del comercio a gran volumen del tráfico de armas hacia México con la complicidad, desde luego, de las autoridades aduanales mexicanas, de tal suerte de tener armas de bajo calibre, tipo revolver, pasaron adquirir armas automáticas, metralletas, submetralletas, incluyendo también cohetes tierra aire, con la que han derribado helicópteros de las fuerzas militares mexicanas. A este fenómeno habrá que agregar otro igual de importantísimo, consistente en una gran disertación de muchos militares, en especial, de unidades especializadas que recibían una paga poco significativa con un riesgo altísimo de su integridad física y, consecuentemente, exponiendo constantemente su vida, por lo que fueron atraídos por los grupos de la delincuencia organizada y que, a su vez, estos reprodujeron entrenamiento especializado que una gran parte de los desertores habían recibido. Y así fueron, paulatinamente, sustituyendo a los individuos encargados de la seguridad y el control de las operaciones delictivas.

La evolución delictiva se fortaleció progresivamente ante el injustificado e irresponsable abandono de tolas las autoridades de combatir el delito, ya fueran estatales o federales, de tal suerte que robo con violencia se convirtió en el primer eslabón de la nueva forma delictiva, para luego transformarse en extorsión, “cobro de piso”, secuestro, homicidio y robo de hidrocarburos, tráfico de personas, tráfico de drogas, gracias a la impunidad y a la complicidad e inefectividad de autoridades estatales y federales y a otro factor fundamental: las ganancias incalculables de la delincuencia.

 

El autor es Doctor en Derecho Constitucional y Derecho Penal. Fue Presidente del Colegio de Abogados “Emilio Rabasa”, A. C.

Correo: liceagb@yahoo.com.mx

Autor(a)

Redacción Zeta
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Redacción de www.zetatijuana.com
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