“Funderelele y más hallazgos de la lengua” es el nuevo libro de Laura García Arroyo publicado este año por el sello Destino de Grupo Editorial Planeta, en el cual comparte 71 palabras -comúnmente desconocidas por la mayoría de los millones de hispanoparlantes en el territorio de la Mancha, como diría Carlos Fuentes-, con su respectivo significado e, incluso, cuenta sus historias y el contexto en que pueden utilizarse.
Laura García Arrollo contó a ZETA que en 2011, con el hashtag #PalabrasQueMeEncuentro, empezó a tuitear en @lauraentuiter sobre palabras que no se pronuncian con frecuencia, pero que existen en algunos de los 23 países de habla hispana, aunque no necesariamente estén incluidas en los diccionarios oficiales.
Incluso, recordó que la palabra “Funderelele” -que por cierto da título a su libro- no se incluye en el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española (RAE), utensilio que está muy cerca de nosotros, sobre todo cuando vamos por una nieve: “Utensilio de cocina similar a una cuchara, que incluye un mecanismo con el que se da forma de bola al helado”.
Claro, desde 2011 hasta 2018, luego de diversas lecturas, viajes o en el habla cotidiana,Laura García acumuló cientos de palabras poco conocidas, por lo que tuvo que pensar en un criterio de selección para incluirlas en un libro; fue así como los 71 conceptos extraños encontraron un lugar en “Funderelele”.
“La idea de meterlas en ‘Funderelele’ era básicamente con dos criterios: una, que fueran palabras desconocidas por la mayoría de la gente que se refirieran a contextos muy cotidianos, que no fueran nada técnicos ni nada académicos, sino que realmente fueran acciones u objetos que formaran parte del día a día; y la otra era que tuviera yo una historia que contar sobre ellas, no de todas las palabras tenía algo qué decir, entonces algunas han sido anécdotas personales de cuándo las conocí, cómo me acompañaron a lo largo del tiempo”, expresó en entrevista con ZETA Laura García Arroyo (Madrid, 1975), española radicada en México desde principios de siglo.
— ¿No todas las palabras de “Funderelele…” están en el diccionario de la RAE?
“No tan obviamente, como ‘funderelele’ no está, y entonces yo creo que un poco también es como una llamada a que pueda incluirse; muchas veces el criterio de estar metida en un diccionario tiene que ver con que haya un registro escrito, que aparezca, que sea usado, que sea extendido su uso. Realmente ‘funderelele’ no tenía un registro, entonces, bueno, convertirlo en título de un libro o de repente en una palabra dentro de esa serie en el libro, era aportar un granito de arena para que la palabra apareciera”.
— Las palabras incluidas en “Funderelele….” son universales del español, en todo caso no se trata de regionalismos de alguna zona en específico…
“Intenté que fueran palabras poco conocidas en cualquier país hispanohablante, de tal manera que estuviera justificado que fueran palabras desconocidas. He intentado que fueran palabras usadas o que pudieran ser poco conocidas en la mayoría de los países, por eso creo que tenían su razón de ser incluidas, pero sí está justificado el poder extenderse y darse a conocer en cualquiera de los países hispanohablantes.
“Yo he intentado que no fuera un uso regional, y justo por eso estuviera justificado el que lo diéramos a conocer como palabras que pueden ayudar y servir en tu cotidianidad a partir de cualquier momento que tú decidas”.
— ¿Qué te llamaba la atención cuando te encontrabas algunas palabra raras que no necesariamente sabías su significado?
“Yo creo que un poco la sonoridad, me gusta que tengan un ritmo; en el caso de funderelele me parece muy musical, me gustan las esdrújulas, en general; en este libro está estelífero, es una esdrújula, pero no he incluido muchas; bomborombillo, me parece que también tiene mucha música, me gusta que tengan una historia a partir de sus raíces.
“Nomofobia me gusta por cómo ha combinado un acrónimo moderno con un sufijo griego; gulusmear también me gusta; es decir, me gusta cómo suenan las palabras más allá de su significado, las letras que lo componen, cómo se ven estéticamente al escribirlas en mayúsculas o en minúsculas, y un poco lo cercano que estuvieran a mi día a día”.
— Finalmente, tal como citas en las estadísticas en “Funderelele…” ¿qué sensación te deja el hecho que de las aproximadamente 300 mil palabras con que cuenta nuestro idioma, sólo usamos alrededor de 300 en el habla cotidiana?
“Me parece muy triste y también con mucha vergüenza el pensar que tenemos un idioma tan rico del que nos sentimos tan orgullosos, pero a la vez hacemos tan poco por cuidarlo, por mantenerlo, por hacerlo crecer”.
Hacia el final de la entrevista con este semanario, García Arroyo sentenció: “Nos hemos vuelto muy flojos a la hora de no querer hacer esfuerzos ya por buscar esa palabra exacta y precisa que define el concepto, el sentimiento, el objeto, la acción que queremos mencionar y usamos cada vez más palabras generales, un poco globales”.