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viernes, octubre 4, 2024
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“Pozoleados”

Supe de varios secuestrados en Tijuana. Los deshicieron en ácido. La caterva llama a eso “pozolear”. Y pasa aun cuando los familiares y amigos paguen rescate. Ildefonso Cardozo Gálvez era un joven de respetable familia. Estudió arquitectura para graduarse en la Iberoamericana-Tijuana. Se arrimó a su colega Jaime Martínez Veloz. Y así fue como entró a la nómina de SEDESOL (Secretaría para el Desarrollo Social). Tiempos entonces cuando el jefe era Colosio. Allí se dedicó a diseñar rampas y escaleras en las colonias populares. Fueron muchas. Muerto Luis Donaldo se acabó la chamba. Siguió en la política. Pero Martínez Veloz abandonó el PRI y él no. Por eso apareció como un activista más de Jorge Hank Rhon. Este hijo del profesor. Encaprichado ahora con ser Presidente Municipal de Tijuana. En esas andaba Ildefonso y a la vez atendiendo un negocio: Compra y venta de autos. Fue cuando lo secuestraron. Igual les pasó a César Aguilera y Ángel Martín Martínez. Todos al ácido. Dijeron que andaban de mafiosos pero es de dudarse. No los perdonaron ni por haber recibido los secuestradores un millón de dólares. Aparte todos sabemos. En el Distrito Federal y muchas ciudades del país también matan a plagiados después de cobrar el rescate puntualmente. Van y tiran cuerpos a campo raso. En casi todos los casos luego de atormentar a la parentela. Hacerles tragar angustias. Soportar humillaciones y groseras amenazas por teléfono. Es un martirio.

Desde hace años recibí a madres, padres o parientes de secuestrados. Llegaron al periódico. “Queremos tratar un asunto personal con Usted en privado”. Llorando me contaron su infortunio y la vida de las víctimas. Les escuché detalles de cómo supieron del plagio. Cuantas veces hablaron telefónicamente con los secuestradores. Qué les dijeron. Algunos comentaron cómo negociaron. La desesperación que les causa. Otras lagrimeando cuando sabían sobre la muerte de sus hijos, padres o familiares. Pero casi todas me respondieron “¡Nooooo!” cuando les pregunté si reportaron sus casos a la Procuraduría o PGR. Explicaron: Es la primera insistente amenaza del secuestrador. “Ni se le ocurra hablarle a la policía”. Una señora me dijo cómo los desvergonzados le advirtieron: “Si les llama seremos los primeros en saberlo. Tenemos gente allí adentro”. Y entonces atemorizaban matar al secuestrado. Por eso la voz se corre y muchos no confían en la autoridad. Periódicos y telediarios informan cómo buen número de plagiarios resultaron agentes federales, estatales o municipales. Llegaron a utilizar hasta vehículos oficiales para sus maldades. La mayoría de los pesarosos no iban por auxilio. Unos en busca de datos o esperanza. Otros nada más por desahogarse.

Fíjese hasta dónde llega el miedo. Supe por cierto empleado de una funeraria: “Aquí traen los cadáveres con certificado médico”. Que dizque murieron de ataque al corazón o cáncer. Cuando en realidad se les ven los balazos en la cabeza. Huellas de ahorcamiento. Amarres en muñecas o tobillos. Pero los familiares del difunto quieren discreción. Esconden la constancia oficial. No quieren que nadie se entere del secuestro. Siguen teniendo pavor al plagiario y mucha desconfianza de la policía. Es una maldita complicidad. Por eso no sabemos cuántas personas pierden su libertad temporal o definitivamente. Ni real o aproximadamente. Pero eso sí, los gobernícolas se emberrinchan cuando les restriegan por toda la cara que hay muchos secuestros.

En esto Colombia no es igual a México. Allá es cosa de guerrilleros. Reclaman dinero. No matan tanto a plagiados. Los esconden durante semanas, meses o años. Por conveniencia publicitaria o reclamo de dinero. Hace poco leí la revista Gatopardo colombiana. Imprimió una lista. Nombres y apellidos de 1,262 secuestrados. Me estremeció por segunda vez. La primera fue en 1999 cuando fui a Santafé de Bogotá. Vi El Tiempo una relación de casi dos mil. En aquella fecha y esta se apuntó cuanto tiempo llevan encerrados los infortunados. Gatopardo advirtió: “…la lista no está completa” y resaltó “…pero existe un cálculo aterrador y vago que habla de tres mil a cuatro mil en cautiverio”. Luego de la publicación el Gobierno no anduvo con berrinches teatreros desmintiendo.

Gatopardo documentó muchos casos y tomo pocos: Elkin Hernández Rivas tiene 27 años. Teniente de la policía. Secuestrado en octubre del 98. Desde entonces la familia recibió seis pruebas de vida. Ingrid Betancourt, 42 años. Casada y con dos hijos. Cuando era candidata presidencial en 2002 la plagiaron. Pero hay pruebas de vida. Alan Java, ex-gobernador. Lo capturaron en 2001 con su hijo de 10 años. También hay constancia de existencia. Y como estos hay miles de casos documentados en Colombia. Lo que no sucede aquí.

Hace meses iba de mi casa a la oficina. Casi en el crucero más transitado estaba una camioneta de lujo. Atravesada. Motor encendido. Abierta la portezuela cercana al volante. Mientras llegaba la policía los “mirones” supimos: Secuestraron a una señora. Según eso hacía ratito dejó a su hijo en la escuela. Nunca supimos más de ella. También conozco a varios empresarios. Me visitaron para contarme su desgracia. Que no la supiera por otro lado. “Pero por favor no la publiques. Ya no quiero problemas”. Otros decidieron abandonar Tijuana. Se fueron a vivir en Estados Unidos.

Es que los pistoleros del narcotráfico se amafiaron con policías. Son los secuestradores. Más tardan en detenerlos que otros aparecer. Ya son famosos esos “comandos”. Llegan. Se meten a las casas. Paran vehículos y se llevan a cualquiera. Y curioso: Nunca los capturan. Hace días escuché en televisión al Presidente Fox. Pidió a familias de secuestrados denunciar y confiar en la policía. Seguro no les hizo gracias a muchas familias. Luego incomoda a la autoridad saber: “México está en el segundo lugar mundial de secuestros”. Eso se vuelve discusión. Casi comadreo. Lo politizan. Da la impresión de cómo pierden la sensibilidad. No tienen respeto para el dolor en miles de hogares. Muchos lloran todavía. En tanto el Gobierno discute frivolidades. Opinan en foros. Se lucen declarando a telediarios. Pero en estos momentos hay muchas personas secuestradas. Muertas en vida. Y muchos policías saben quiénes son los perversos y dónde están.

 

Tomado de la colección Dobleplana de Jesús Blancornelas, publicado por última vez en junio de 2004.

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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