En un acto majestuoso, sin penalidad ni gloria, después de esperar un siglo llegó el fin de una lucha incierta que hoy cubre con arrogancia, la crueldad de las batallas que condicionan la ciencia. Hoy escriben falsamente el principio de una nueva era que bien sería remarcada con tinta el espíritu divino para que los hombres puedan imitarlo fácilmente, con los iniciados en la teología de la liberación.
Los que conservamos la fe viva y creemos en el misterio de la Santísima Trinidad, no debemos preocuparnos, el cambio es gubernativo. Los políticos en 100 años ya perdieron la fe y el interés de convertirse en verdaderos cristia
En espera del rumbo que tome ese pueblo político, debemos prepararnos para continuar con las inquietudes de siempre: buscar el bien que quiero para mí y mi familia, después compartirlo con los demás, para convertirlo en un bien común.
Atentamente,
Vicente Martínez Méndez
Tijuana, B.C.