Pisando la hojarasca va una débil anciana
los recuerdos prendidos como la yedra al suelo,
pues no han vuelto sus hijos desde hace varios años
cuando se fueron lejos sin despedirse de ella.
-No extrañan a su madre -le grita el corazón
porque no le han escrito ni enviado algún mensaje,
sus ojos van perdidos entre las mariposas
que no alegran su vida pues lleva rota el alma.
El sol toca su rostro brindándole ternura
mas ella no lo advierte sumida en su tristeza,
las aves la rodean y trinan su bel canto
aunque la pobre anciana solo piensa en sus hijos.
Se postra ante el arroyo para mirar su rostro
y queda sorprendida pues no lo reconoce,
han pasado los años cual agua entre las piedras
perdió su juventud sin que ella lo notara.
Recuerda a sus pequeños tan bellos y sonrientes
cuando estaban con ella de eso hace ya mil años,
un beso en la mejilla le brindan a su reina
a la que ellos dejaron muriendo en este trono.
Habla con las ardillas como si fuera niña
ya no tiene a sus padres y no encuentra a sus hijos,
como una hoja en otoño se desprende del árbol
va cayendo despacio tan sola en la hojarasca.
Lourdes P. Cabral
San Diego, California