Sirva la presente para saludar a todo el personal de ese prestigiado Semanario y pedir encarecidamente, tenga a bien incluirla en la sección correspondiente.
Ya en calma el agua, en el proceso de transición que buen trabajo le habrá de dar al triunfador y presidente electo; cabe preguntarse cuál fue la causa de tan estrepitosa caída del sistema Prian.
La causa fue, sin lugar a dudas, la apropiación del poder. Ese esquema antiquísimo que consiste en que pocas personas, grupúsculos, se apropian del poder y las instituciones, de modo que por nada del mundo lo quieren soltar. Están dispuestos a darlo todo en su afán. Hacen reuniones en lo oscurito, llaman a los correligionarios y amigos cercanos; a sus incondicionales, quienes les habrán de cuidar las espaldas, les ayudarán a enriquecerlos, ya sea con una parte del valor de los contratos, hablando de licitaciones, o colocándolos en algún puesto en el que puedan hacer y deshacer a sus anchas, con la bendita discrecionalidad que el mismo sistema hasta ahora ha concedido. En algunos casos, incluso presentan exámenes de oposición para aparentar transparencia, pero el resultado es sabido con anticipación, y no por culpa del evaluador, sino por el tráfico de información anticipada. Solo que la talla intelectual del sustentante es evidente, no puede esconderse.
Enseguida, como grupo de choque, van abriéndose paso, pero de manera desleal, entre las filas del partido. Echan a andar la maquinaria y van trepando en las “estructuras”, pero no solos, siempre apoyados entre ellos. Desbancan a la gente que se ha partido la espalda en la lucha, literalmente, solo que es humilde y no tiene padrino. Eliminan a coordinadores de colonia o sector; dirigentes distritales, municipales, estatales, nacionales, hasta que logran el objetivo. En campaña, clasifican a la gente en dos bandos: la carne de cañón y los amigos. La primera es el pueblo, ese que es preparado e instruido para la batalla. Sus camisetas, gorras, banderas a cambio de su energía, gritos, arengas, posiblemente movido por la compensación de la ocasión, pero también para obtener algo mayor a cambio. Un buen trabajo. Una oportunidad. Solo que al final no obtiene nada: es carne de cañón.
Del otro lado están los amigos que sin ensuciarse, serán ungidos.
Todo ello resultó en que, al presentarse el o los candidatos ante el pueblo, no lo convencieron. De hecho, hace tiempo que ya no convencen. Sus palabras suenan huecas, llenas de incongruencia. Sin sentido. No son sinceros. Hacen promesas que no tienen ni la intención de cumplir. Se les nota el ansia de poder, solo por el poder. La gente no les importa ni siquiera sus supuestos correligionarios, quienes, como lo dije anteriormente, acudieron a los mítines y actos diversos del partido, pero votaron por AMLO. Es sencillo concluirlo. Solo hay que sacar cuentas. No votaron por ellos ni los de casa.
El pueblo se ha quejado mucho por años. Dolido por el olvido de sus gobernantes, de todo el aparato del Estado, que lejos de cumplir con su obligación, se ha dedicado a acumular riquezas insospechadas por su monto.
Por décadas, los pobres han cargado con el peso del país, fraudes electorales, endeudamientos de las grandes empresas que no quieren pagar impuestos, o que son rescatadas por el gobierno con el dinero público, para no ocasionar una debacle económica. Al menos esa fue la explicación que dieron.
Afortunadamente, el pueblo se dio cuenta de que tiene algo que el gobierno necesita: su voto, su decisión, su libertad, su autonomía; en suma, su soberanía. Y la hizo valer. La capitalizó.
Ese poder del pueblo, que define precisamente a la Democracia, es lo que nos ha permitido estar en esta situación histórica, y no hablo solo de AMLO, que definitivamente tiene mucho mérito por haberse esforzado tanto, sino del empoderamiento del pueblo. Los mexicanos se definieron por decidir y decidieron. Lo que venga después, es lo de menos.
Ahora solo resta que no se nos olvide ese poder que como pueblo tenemos, a propósito de las próximas elecciones en la entidad.
Atentamente,
Lic. Alfredo Flores Ramírez
Correo: lic.alfredofr@hotmail.com
Tijuana, B.C.