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lunes, febrero 19, 2024
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Votar por el futuro

“El pueblo solo es soberano el día de las elecciones”.- Alfonso Daniel Manuel Rodríguez Castelao

 


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Pese a vivir en un régimen democrático que supone el gobierno del pueblo, la realidad es que la participación ciudadana es aún muy limitada, y el sufragio es hasta ahora la puerta más grande que la clase política tiene abierta para que el ciudadano común participe en la toma de decisiones.

Se trata de elegir a los mexicanos que decidirán el rumbo de las políticas económicas, de infraestructura, sociales y de seguridad, que definirán si los ciudadanos tendrán mejores o peores sueldos, buenos o malos trabajos, comida o no en su mesa, maestros sobresalientes o deficientes para sus hijos; si mejora o empeora su calidad de vida, si hay más o menos drogas y adictos en las calles, más o menos muertos, un país integrado a la dinámica globalizada o segregado.

Cierto, el hecho de que los mexicanos salgan a votar el domingo 1 de julio no resolverá los problemas socioeconómicos ni acabara con la corrupción de la clase gobernante de tajo, pero definitivamente es el primer paso, la forma más eficiente a disposición de los ciudadanos para hacerle ver a los políticos que están interesados, de manifestarles cuál es el destino que desean, y de qué están hartos.


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Si quieren que las cosas sigan como hasta ahora, o desean que todo cambie, el próximo domingo es el día para salir y hacerse escuchar, porque ninguna pelea la gana el boxeador que se baja del ring; tampoco tiene posibilidades de triunfo el equipo de futbol que no se presenta al partido.

El abstencionismo pasivo no es opción, es una muestra de ausencia de solidaridad, que en automático deja a los apáticos sin autoridad moral para reclamar.

Debido a la forma en que está organizado el sistema político mexicano, cuando alguien se abstiene de ejercer el derecho al voto, lo que hace es contribuir a la permanencia de los grupos en el poder. Pero si ese es el objetivo, si como ciudadano cree que se está haciendo lo indicado, entonces lo socialmente responsable es votarlos para legitimarlos y apoyar sus políticas de gobierno. Misma obligación moral tienen quienes forman parte del voto duro de cualquiera de los partidos.

Ahora, si quieren y reclaman cambios, entonces más razones tienen para acudir a las urnas, porque la historia ha demostrado que la única posibilidad de sacudir el sistema, es con participación. La gente que le genera desconfianza en el gobierno, no va renunciar al poder y los privilegios por vergüenza, dignidad o buena voluntad.

Hoy, el panorama más complicado es para el alto porcentaje de indecisos, la mayoría jóvenes que representan el 30 por ciento del padrón electoral, personas quienes no encuentran en el abanico de candidatos la opción que les satisfaga. Pero incluso para estos, la decisión menos constructiva sigue siendo no votar, quedarse en los pleitos de café o comentarios sarcásticos en redes sociales.

Se trata de buscar opciones para canalizar el voto libre, sin dejarse presionar por quienes buscan comprar su preferencia electoral con despensas o tarjetas, con mentiras o promesas vanas, porque finalmente el sufragio es secreto y está más allá de “compromiso” o intercambios ilegales.

Entonces, tras considerar responsablemente que ni suman ni restan, porque los diputados y senadores se negaron a legislar respecto a este sufragio, pueden votar blanco, un voto de protesta para manifestar que ninguno de los candidatos los convence.

Otra posibilidad es el voto nulo, pero de ser el caso, recuerden que este “cuenta para determinar si un partido conserva su registro”.

También pueden optar por el voto de castigo contra las personas y las políticas implementadas por los partidos que no responden a sus necesidades. O pueden ejercer el voto útil, para apoyar a quien Usted, Lector, considera que puede ganar la elección.

Al final, el voto por excelencia sigue siendo el voto de conciencia, el que dirige la inteligencia, que hace de los ciudadanos sufragistas responsables, que buscan y analizan el currículum, los compromisos, las propuestas, la vida, la familia y el equipo de los candidatos, los que investigan de qué manera la presencia de esos hombres y mujeres en el poder va afectar la vida de su familia para después, más allá de colores o partidos, procurar decidir por el o la más honesta, más valiente, inteligente, preparado, con espíritu de servicio, consistente y solidario.

Votar es el compromiso mínimo de los mexicanos registrados en esta jornada electoral, y es apenas el primer paso, porque si de verdad queremos que las cosas se hagan, la ciudadanía está obligada a seguir participando. No existe otra manera de obligar a los electos a cumplir.

Autor(a)

Rosario Mosso Castro
Rosario Mosso Castro
Editora de Semanario ZETA.
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