Ruge el silencio
más ruidoso que campanas,
en Domingo de Resurrección.
El pueblo ha sido herido
y por las baldosas corren ríos
de temor y desolación.
Nada es como en antaño:
no hay respeto por la tierra,
ni por los seres humanos,
sean chicos o de la tercera edad…
En vez de escribir la historia con tinta,
se escribe con actos de mala fe.
Las almas se desnudan ante Dios
y se postran de hinojos
a orillas de la montaña,
bajo los viejos sauces
buscando un milagro
que les devuelva la paz.
Lourdes P. Cabral
San Diego, California