Casi doce años después que lo anunciara en aquel el discurso de su falsa toma de posesión en noviembre de 2006, cuando pretendía dirigir el país a través de un gobierno alterno, el domingo 1 de julio de 2018, finalmente Andrés Manuel López Obrador logró ganar la Presidencia de la República con más aprobación en una elección en México, hasta ahora.
Alrededor de 30 millones de mexicanos –más de 10 millones adicionales a los que votaron por Enrique Peña Nieto- salieron el domingo 1 de julio a votar por AMLO y otorgarle el 53 por ciento de los sufragios.
A pesar que la participación mejoró -ciertamente no salieron a votar todos los mexicanos-, de los 89 millones con derechos a sufragar participó el 63%, 6 de cada 10. En ese esquema, López fue electo por 34% del padrón y las tendencias lo favorecieron en 31 de los 32 estados del país; Guanajuato lo perdió por alrededor de 200 mil votos y Nuevo León lo ganó con apenas una diferencia de 40 mil.
Algo positivo debe significar que donde logró sumar más simpatías fue en su natal Tabasco, acumulando el 80% de las preferencias electorales. De ahí los estados que más apoyaron a López Obrador fueron Tlaxcala, Quintana Roo, Morelos, Oaxaca, Nayarit, Sinaloa, Baja California Sur, Baja California y Guerrero, donde entre seis y siete de cada 10 electores le otorgaron el voto de confianza, y el voto de rechazo a los partido en el poder, fueran PRI, PAN o PRD, quedaron reducidos a cenizas en el mapa electoral.
Como ejemplo cercano, Baja California, el primer Estado en cambiar, en elegir a un gobernador de oposición, administrado por el Partido Acción Nacional (PAN) desde 1989, con algunos retornos del PRI a las alcaldías, donde el hartazgo social ante la corrupción, los abusos de poder y el enriquecimiento ilícito le dieron más de 900 mil sufragios a Andrés Manuel López Obrador, muy por encima de los 275 mil que le concedieron al panista Ricardo Anaya Cortés o los 124 mil del priista José Antonio Meade Kuribreña.
Bajo este esquema de resultados, tratándose de los representantes de los partidos perdedores, salen sobrando la soberbia de personajes políticos como el autodenominado “exitoso empresario” y señalado gobernador de Baja California, Francisco Vega de Lamadrid, quien entrevistado el 3 de julio se negó a reconocer su parte de responsabilidad en la derrota del albiazul en el Estado y en el país, aunque justo esa actitud ayudaría a comprender el apabullante fracaso panista.
Histórico, inobjetable, avasallador, un “tsunami”, han sido los calificativos más socorridos para definir el triunfo lopezobradorista, aquí el tema es que igual de históricos e inobjetables están obligados a ser los resultados del político y su equipo de gobierno.
Con su voto, no solo a Presidente, sino dándole la mayoría en el Congreso, los ciudadanos definieron el rumbo del país, otorgándole a López Obrador prácticamente una carta en blanco, en la esperanza, y no es más que eso: la esperanza de que cumpla sus compromisos de no robar, no mentir y no traicionar, de no fallarles como le han pedido en un tono casi pueril, los ciudadanos que se le han acercado en días recientes. Marchando en contra de aquella frase que le atribuyen al panista Manuel Gómez Morín, de que en política no debe haber ilusos para que no haya desilusionados.
De inicio y aunque nada es oficial, el respaldo ciudadano ha sido seguido por el reconocimiento, por la oferta de paz y apoyo coordinado de las élites de poder que antes lo atacaron, el gobierno, los partidos, un sector de la iniciativa privada, “todos por amor a México” por la estabilidad social, por la certidumbre económica, “para que a México le vaya bien”.
El virtual Presidente y sus futuros funcionarios ya empezaron a trabajar, a reunirse con organismos sociales y de la iniciativa privada, para redefinir políticas y prioridades, delinear el programa de trabajo que incluirán en el presupuesto 2019 que enviarán al Congreso con el apoyo del Presidente Enrique Peña Nieto.
Y como los morenistas ya están trabajando, ahora toca a los 30 millones que lo apoyaron, a los 89 millones en el padrón con derecho a voto y a todos los mexicanos, dar seguimiento puntual al cumplimiento de los compromisos.
Porque más allá del carisma de Andrés Manuel, de la buena fama pública de sus futuros secretarios, el electorado no puede olvidar que muchos oportunistas se afiliaron al Morena y que con AMLO, también llegaron al poder algunos de estos personajes que se han enriquecido abusando de puestos públicos, otros bajo sospecha de delitos, unos cuantos incluso presos bajo proceso. Algunos simplemente sin la educación, formación o calidad moral para cumplir sus obligaciones legislativas o administrativas.
Porque si de verdad quieren un cambio, el compromiso ciudadano debe ir más allá del voto, mínimo implica participar hasta donde sea posible en la elaboración de propuestas, en el seguimiento de los grupos de trabajo, en apoyar para legitimar la toma de decisiones y, dado el caso, en denunciar las irregularidades que atestigüen, en oponer resistencia y obstruir los abusos. No se puede olvidar que “el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Y la única manera que tiene la ciudadanía de ponerle un alto, es participando.