Unos días antes de la Navidad de 2014 los 42 integrantes de la Banda Sinfónica Mixteca reciben de golpe la noticia: ese es su último ensayo. El gobierno de Puebla canceló el presupuesto. Así que no más orquesta, no más conciertos. Algo extra: tienen que devolver los instrumentos. Ni eso pueden conservar.
La tristeza se extiende entre los músicos profesionales, muchos de ellos indígenas. Y algo no pueden entender: si no hay dinero, cómo es que Rafael Moreno Valle le entregó cerca de 100 millones de pesos a las Orquestas de TV Azteca. Hoy, trabajando de jornaleros en el campo, tocando en bodas o haciendo lo que sea, aún no alcanzan a comprender.
Por Carmen García Bermejo • Quinto E
Especial para ZETA
David Flores González, director de la Banda Sinfónica Mixteca de Puebla, sube al pódium. Su semblante no revela ninguna expresión. Arropa su delgada figura con pantalón de mezclilla, playera azul cielo y lustrosos zapatos negros.
Toma la batuta y golpea ligeramente el atril.
–¡Atenciooón!
Los músicos guardan silencio. Es viernes 17 de diciembre de 2014, el último día de trabajo del año. Regresarán el 6 de enero a ensayar de 10 de la mañana a cuatro de la tarde, como siempre.
El director endurece el gesto y pasea la mirada sobre todos los músicos.
–Les tengo una mala noticia: se acabó la Banda Sinfónica. Hoy es nuestro último encuentro. La orden del gobierno central de Puebla es que el 6 de enero regresen de vacaciones y entreguen su instrumento en la presidencia municipal de Tepexi. Les deseo una feliz Navidad.
El mensaje arranca la voz a todos los músicos. Los deja sin aire. Sólo el llamado imperioso del director los hace volver en sí.
–¡Listos!, continuemos –ordena.
Eleva suavemente su brazo derecho y con batuta en mano anuncia el primer movimiento de la suite Cuadros de una exposición, del ruso Modest Mussorgski, que han estado ensayando en la semana. Los músicos siguen la polifonía. Nadie se niega.
Tocan con un nudo en la garganta y el desánimo de algunos empieza a causar estragos. Varios pierden la armonía. La orquesta hace un breve silencio para reparar la falla y continuar. Al menos tres veces los desatinos se presentan. Con gran esfuerzo logran concluir.
Un abrumador silencio domina el salón. Nadie quiere mirarse en los ojos del otro. Los 42 músicos que desde septiembre de 2006 forman la Banda Sinfónica Mixteca han recibido un golpe contundente y seco.
Lo único que se escucha es el ruido de los broches y los cierres de los estuches donde guardan los instrumentos. El concertino Raúl García Morales rompe el desconsuelo.
–Debemos tocar puertas para no desintegrarnos. Hay que buscar al gobernador (entonces Rafael Moreno Valle) para que nos explique por qué tomó esta decisión.
Los demás músicos miran expectantes al director, quien responde lacónicamente:
–No hay nada qué hacer. Hasta aquí llegó la Sinfónica Mixteca. Buena suerte.
El director abandona el lugar. Sin voltear, sale del salón y se pierde en la calle. Ninguno de los músicos comprende qué pasó.
* * *
Fundada el 12 de septiembre de 2006, la Banda Sinfónica Mixteca se integró a partir de una convocatoria emitida por la entonces Secretaría de Cultura de Puebla.
Antonio García Domínguez, músico originario de San Felipe Otlaltepec, toca la flauta transversal y recuerda.
–El entonces presidente auxiliar de la comunidad de San Felipe fue quien acudió a la capital poblana y propuso a los diputados impulsar un ensamble sinfónico profesional en la mixteca de Puebla, por ser una de las regiones con mayor tradición en las bandas de viento.
Aceptaron el proyecto. Los diputados asignaron recursos y la Banda Sinfónica dependería de la Secretaría de Cultura de Puebla. El flautista García Domínguez precisa.
–La convocatoria para integrar la banda se difundió en toda la región. Acudieron 300 músicos de 50 comunidades de Puebla y Oaxaca, pero sólo seleccionaron 42: 10 de Santa María Chimecatitlán, 25 de San Felipe Otlaltepec y siete de otras comunidades cercanas.
No es casual que más de la mitad de los músicos elegidos resida en San Felipe Otlaltepec, una comunidad ubicada a 27 kilómetros de la cabecera municipal de Tepexi de Rodríguez.
A lo largo de la carretera que conecta ambas comunidades, las bardas de las casas que flanquean el camino revelan una actividad peculiar. De tramo en tramo enormes letras negras brotan sobre una superficie blanca o amarilla: Banda Los Perversos, Banda Coatzingo, Banda de Santa Cecilia, El Nuevo Mariachi de Rodríguez, Banda de la Concepción…
Las pintas son el preludio de lo que caracteriza a San Felipe, poblado de 2 mil 500 habitantes, la mayoría indígenas popolocas, enclavado en la Mixteca Alta del municipio de Tepexi de Rodríguez, al sur de Puebla.
San Felipe parece un pueblo común. De pronto, un altavoz colocado en el balcón de una de las sencillas casas de dos niveles rompe con el silencio de la fría mañana e irrumpe con el Huapango, la pieza sinfónica más popular del compositor José Pablo Moncayo.
No se trata de una fiesta. Las trompetas y los trombones que resuenan en esta obra musical sirven de anzuelo. Después de dejar correr los acordes más intensos, la voz de una joven anuncia: “¡Tamaleees! Hay tamales calientitos. Acérquense a los tamales…”.
Aquí la música es una forma de vida. De la presidencia municipal puede emitirse, a través de un megáfono, una marcha para convocar a los hombres a la faena; otra marcha para avisar las inscripciones al Conservatorio; una marcha más para las reuniones políticas…
Rufino Rivera López es un joven músico de 29 años que toca el corno francés y explica que 90 por ciento de los hombres de esta comunidad ejecuta un instrumento y pertenece a un grupo de música.
La mayoría no tienen una formación académica, aprendieron a tocar de generación en generación, aunque la relativamente reciente llegada de una extensión del Conservatorio de Música de Puebla a San Felipe ha contribuido a que los músicos adquieran desde 1995 una educación formal que combinan con su conocimiento empírico.
Así como en otras regiones del país hay poblados de artesanos, alfareros, lauderos y tejedores, San Felipe es un pueblo de músicos. Si hubiese un registro oficial, tendrían que anotarse las bandas sinfónicas, las filarmónicas y las de estilo sinaloense; las rondallas, los grupos de música tropical y los conjuntos norteños. También existen quintetos de clarinetes y de metales, cuartetos de cuerdas, dúos y solistas. La novedad en el pueblo son los conjuntos de mariachis.
Se presentan en todas las festividades civiles y religiosas del lugar y de otros municipios. La música es una de las principales fuentes de ingresos, aunque no todas las familias sobreviven únicamente de esta actividad.
Dedicado a preservar la historia del pueblo, el cronista Martín Morales cuenta que los instrumentos musicales occidentales llegaron a San Felipe con la Conquista. Pero en la época precolombina el teponaztli, el huehuetl, la chirimía, los timbales, cascabeles, silbatos, flautas y caracoles marinos formaban parte de las expresiones musicales de este pueblo, que acompañaban con el canto y los usaban como un arma poderosa.
–En la antigüedad, los habitantes se enfrentaban a pueblos vecinos. Atacaban al enemigo con cantos o gritos, lo que infundía mucho miedo a sus enemigos. Incluso fueron los nahuas, y no los españoles, quienes les llamaron popolocas, que significa “aquel que grita” o “aquel que habla mucho y al que no se le entiende nada”.
Desde entonces la música los define. Los niños de esta comunidad son educados entre partituras, libros de texto e instrumentos. Por eso, los grupos musicales están integrados por padres, abuelos, hermanos, tíos, hijos y vecinos. Esa convivencia ha motivado que en San Felipe no se registren delitos. Es difícil de creer, pero las autoridades lo confirman. Todos se conocen.
* * *
En el extremo derecho del jardín principal de San Felipe se erige el monumento principal del pueblo: la clave de Sol, el primer gran símbolo que se puede encontrar en un pentagrama, tallada en mármol gris.
La escultura, que parece una regordeta letra S al revés, mide 50 centímetros de alto y es el emblema que sintetiza las actividades nodales de esta región mixteca: la extracción del mármol y la riqueza de sus músicos porque en esta zona árida se explotan minas de ónix y mármol.
Del lado contrario a la escultura, en la misma plaza principal, se ubica el Conservatorio, una escuela de un solo piso pintada en color beige. Y los barrotes de hierro de la parte superior de sus puertas y ventanas se transforman en clave de Sol.
Estos motivos también se encuentran en algunas de las casas de la comunidad. Una vivienda de dos pisos destaca en particular porque, pese a su sencillez, lleva un motivo singular: una de las recámaras del segundo piso tiene un balcón externo y, en lugar de desplegar un barandal tradicional, luce una estructura de fierro en forma de hoja de cuaderno pautado con los dos primeros compases de la partitura La marcha de San Felipe Otlaltepec. Allí vive Aurelio Morales, clarinetista de la Banda Sinfónica Mixteca.
Como en pocos lugares, en San Felipe se produce un extraordinario sincretismo entre la música y el campo.
Tres cuartas partes de los pobladores son propietarios de pequeñas parcelas donde siembran maíz, frijol y trigo para autoconsumo. No hay pozos de agua, ni sistemas de riego; dependen de la lluvia. Tampoco existen los tractores; cultivan ayudándose de una yunta de burros o de caballos.
Su economía familiar es precaria, así que complementan su ingreso con tareas básicas: venta de leña y palma seca, o de su fuerza física. Trabajan de jornaleros en la cosecha del tomate, calabaza, cebolla, zanahoria y elote en comunidades vecinas.
Pero la plata no es mucha. Lo máximo que ganan por ocho horas es 150 pesos. Cómo no extrañar la música. La desaparición de la Banda Sinfónica Mixteca no sólo les ha secado el alma sino también la posibilidad de tener una vida digna. Sencilla, pero digna.
Los integrantes de la Banda recibían un sueldo mensual de 7 mil 500 pesos en promedio.
El maestro Raúl García Morales era el concertino de la Sinfónica Mixteca y toca el clarinete. Su delgada figura y su estatura mediana lo hacen aparentar una edad menor a sus 38 años. Con su sueldo mantenía a ocho personas de su familia.
–En realidad no recibíamos mucho, pero ese recurso lo íbamos combinando con el trabajo que realizamos al tocar con grupos formados en San Felipe.
Para García Morales ser músico no es un asunto fácil.
–La música es una profesión, aunque mucha gente no lo considere así. Un músico debe ensayar hasta 11 horas diarias para lograr dominar su instrumento. Pero, como en nuestro caso, a veces el gobierno elimina una orquesta sin importarle aventarnos al desempleo. Hay cientos de músicos profesionales que nos vemos obligados a tocar en fiestas de todo tipo para ganarnos la vida.
La orden del entonces gobernador Rafael Moreno Valle de desintegrar la Banda Sinfónica Mixteca representó algo más que quedarse sin una orquesta profesional, como explica el clarinetista Pascasio Arriaga, músico bilingüe que habla en castellano y en popoloca.
–Ingresé a la banda siendo un joven de 27 años. Al sentir estabilidad laboral, me casé y formé una familia. Con la desaparición de la Sinfónica Mixteca todo quedó a la deriva: mi casa está en obra negra, mis dos pequeños hijos deben ayudarme en el campo, mi esposa trabaja en una estética… Esa decisión política nos truncó nuestras expectativas de vida.
Ahora, Pascasio Arriaga tiene 40 años y también se refiere al desánimo que le provoca no pertenecer a una orquesta profesional.
–La Banda Sinfónica era el lugar donde nos expresábamos musicalmente. Ahí alcanzamos un altísimo nivel artístico logrando interpretar obras sumamente difíciles de Beethoven, Rimski-Kórsakov, Wagner y otros compositores. Además, visitamos 95 por ciento de los municipios de Puebla, donde sus habitantes jamás habían escuchado una pieza sinfónica.
Como 25 de los 42 músicos de la Banda Sinfónica pertenecen a San Felipe Otlaltepec sus ingresos también impactaban en la economía de la comunidad, pues su dinero circulaba en las tiendas de abarrotes, en las fiestas del pueblo, en el mercado, en pequeños restaurantes o en las casas de materiales de construcción.
Juan Carlos Flores Cruz tiene 32 años. Robusto, de 1.65 metros de altura, su rostro está marcado por sus horas expuestas al sol. Es jornalero y músico. En la Sinfónica Mixteca era el percusionista.
–Con nuestros sueldos ingresaban hasta 200 mil pesos al mes a San Felipe. Pero cuando nos quedamos sin trabajo el comercio disminuyó. Las tiendas redujeron su abasto y quienes estábamos construyendo ya no logramos ni siquiera aplanar los tabiques de nuestras casas.
Juan Carlos recuerda que cuando percibían su sueldo, también tenían la oportunidad de asistir a clínicas musicales para mejorar la ejecución de sus respectivos instrumentos e intercambiar ideas con músicos de otras orquestas y mantenerse actualizados.
–Como percusionista de la banda, compré varios instrumentos para mejorar. Al quedarme sin trabajo, con enorme tristeza tuve que vender algunos. Como músico profesional quería desarrollar muchas cosas. Ahora esos sueños se han quedado estancados.
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La algarabía cunde dentro del nuevo y lujoso recinto. Funcionarios federales y poblanos admiran facsimilares de documentos históricos y hologramas digitales de los compositores de los siglos XVIII y XIX que con sus obras hicieron de Viena la capital mundial de la música.
Se trata de la inauguración de la Casa de la Música, la primera réplica en el mundo del Haus der Musik en Viena, Austria, que se instala en la ex fábrica textil La Constancia Mexicana, sede de las orquestas Esperanza Azteca.
El gobernador Rafael Moreno Valle no oculta su éxtasis al admirar la réplica del piano donde Beethoven interpretó sus sinfonías. Ese 13 de enero de 2015, Moreno Valle expresa ante sus invitados:
“Es satisfactorio que un inmueble como La Constancia Mexicana se ha transformado de un edificio en ruinas, a la sede nacional de las orquestas Esperanza Azteca y, ahora, en un museo de nivel internacional que fortalecerá la formación de jóvenes músicos”.
Moreno Valle no se refiere a todos los poblanos.
Justo una semana antes de la apertura de esa Casa de la Música, una comisión del recién creado Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Puebla llegó el 6 de enero de 2015 al municipio de Tepexi de Rodríguez para recoger los instrumentos de los 42 músicos de la Sinfónica Mixteca que en diciembre pasado el mismo gobernador ordenó desintegrar.
Crisóforo Peláez Morales, saxofón barítono de la banda, recuerda bien ese momento.
–Al gobierno no le interesa la música. Si eso fuera, estuviera en activo la Banda Sinfónica Mixteca. Moreno Valle impulsó las orquestas infantiles Esperanza Azteca y desintegró una orquesta con músicos profesionales. La tragedia nos cayó de golpe. Nos dejó sin trabajo y sin herramientas; (nos quitó) los instrumentos, pese a que muchos no podemos comprar uno.
Ese día cada músico entregó, uno a uno, su instrumento. Pero también presenciaron cómo se llevaban el camión que los transportaba cuando hacían sus giras. Era un autobús rojo, similar a los de turismo, rotulado en el frente y sus costados con grandes letras blancas: Banda Sinfónica Mixteca.
El rostro de Crisóforo se torna triste.
–El camión era fundamental porque ahí nos desplazábamos a los conciertos. Recorrimos todo el país. Inclusive en ese autobús realizamos, en 2007, una gira a San Antonio, Texas. Fue un viaje excepcional. Logramos mostrar que la Sinfónica Mixteca era una banda de viento con un alto nivel artístico. La gente nos escuchó y nos cobijó con una gran ovación.
Sin instrumentos, sin camión ni banda sinfónica, los 42 músicos quedaron a la deriva. Nadie se detuvo a explicarles por qué.
En octubre de 2014, el gobierno poblano transformó la Secretaría de Cultura en el Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Puebla. Y en ese enroque se anuló el presupuesto de 3.2 millones de pesos asignado anualmente a la Banda Sinfónica Mixteca.
Esa es la versión que funcionarios administrativos del Consejo Estatal para la Cultura le dieron a la presidenta municipal de Tepexi de Rodríguez, María del Rocío Canales González, quien explica: “La desintegración de la Sinfónica Mixteca fue una decisión política. Es lamentable porque la música es una forma de engarzar a las poblaciones de manera positiva. Los habitantes de este municipio consideran que la música les da otro nivel de vida, aunque económicamente no sea real”.
La intención de la alcaldesa era reactivar la Banda Sinfónica Mixteca, pero los recursos públicos no alcanzan. Se les apoyaría consiguiéndoles algunos conciertos, aunque los músicos no volverían a tener un sueldo fijo.
Canales González comenta: “Gestioné la recuperación de la banda y conseguí la devolución de los instrumentos, que quedarían en resguardo del municipio. Los entregamos a los músicos en el entendido de promover a la banda hasta donde sea posible. El camión no se consiguió porque el gobierno se lo entregó a la Banda de Música de la Policía Estatal en Puebla”.
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La inesperada noticia que el director de la Banda Sinfónica Mixteca les da este 17 de diciembre de 2014 devasta a los músicos que la integran.
El salón de ensayos se convierte en un sepulcro. Callados, sin saber qué decir, uno a uno toma su instrumento y emprende el regreso a casa. Dispersos, no conversan entre sí. Ni siquiera saben cómo explicarán a sus familias lo que les acababan de decir.
Ese pasaje quedó grabado en la memoria de José Vidal, músico de 34 años que toca la tuba.
–En ocho años logramos ser la mejor banda sinfónica de la región y, de repente, eliminaron el presupuesto. Nadie intervino para salvarla. El impacto en mi vida fue drástico. Ya no tenía cómo mantener a mi familia y, además, por dentro sentía ese vacío que te deja el saber que no perteneces más a la sinfónica.
Al menos tres cuartas partes de estos músicos indígenas ingresaron a la banda cuando eran jóvenes y solteros. Ahora todos representan a 42 familias.
Alfredo Maceda Apolinar toca el corno francés. Tenía 29 años cuando ingresó a la Sinfónica Mixteca. Hoy tiene tres hijos y ha cumplido 38 años.
–Antes de saber que estábamos en nuestro último ensayo, platicábamos de los planes que teníamos con nuestras familias para esas vacaciones. Obviamente, todo se resquebrajó y pasamos las fiestas decembrinas abatidos. Cuando uno es soltero, te aguantas y ya. Pero cuando ves a tus hijos que también absorben tu tristeza se te quiebra el corazón.
El dolor era generalizado. Pascasio Arriaga, ejecutante del clarinete, aún lo resiente. “Me duele que nadie se acuerde del trabajo que realizamos, que nadie hiciera nada para impedir la disolución de la banda. Grabamos cuatro discos, acompañamos a Iraida Noriega, Lila Downs, Susana Harp, grabamos un disco con Omar Torres. En nueve años logramos una buena trayectoria para que, de pronto, se terminara. En cambio, vimos cómo se apoyaban las orquestas de Esperanza Azteca”.
Cuatro días después de recibir la noticia sobre la desintegración de la banda, los músicos se reúnen de nuevo. El concertino Raúl García Morales los convoca en la Casa de Cultura de Tepexi. Llegan aún desmoralizados, aunque con el afán de hallar una solución. No la había.
Con el orgullo de haber integrado la mejor banda sinfónica, proponen realizar un último concierto en agradecimiento a la población. El director, David Flores González, quien también acude al encuentro, acepta y anima:
–Haremos ese concierto como buenos profesionales.
Para los músicos no había nada más digno que terminar el ciclo de la banda con un concierto navideño. Acuerdan que la despedida se realizará dentro de la parroquia de Tepexi el 30 de diciembre de 2014.
El concertino Raúl García Morales precisa:
–Ese día desperté con el ánimo en el suelo. Sabía que era la última presentación, aunque no podía fallar. Durante el concierto vivimos un momento triste y, a la vez, emotivo porque hicimos lo que nos gusta: compartir la música con la comunidad.
Como era diciembre, la Banda Sinfónica interpretó villancicos y otras obras navideñas, pero también la suite Cuadros de una exposición, una pieza compuesta en 1874 por el ruso Modest Músorgski a su gran amigo y artista plástico Víktor Hartmann, quien falleció cuando sólo tenía 39 años.
A Juan Carlos Flores Cruz, percusionista de la Banda Sinfónica, aún se le rosan los ojos cuando revive ese momento.
–Esa obra tiene unos solos increíbles de trompeta, saxofón, tuba… Su tono es melancólico y su final solemne. David Flores, al dirigir la banda, estaba sintiendo el alma de todos los compañeros y sus lágrimas empezaron a rodar por su rostro. Nadie se aguantó y la tristeza nos cubrió a todos. Luego, concluimos el concierto con Noche de Paz, la parroquia disipó la luz, la gente encendió velitas de las posadas y la música se apagó.
Desde ese 30 de diciembre de 2014, la Banda Sinfónica Mixteca permanece en silencio. No suena más.