Si hay un momento en que el Presidente de la República está solo -por más acompañado que esté-, ese es el día de la elección de quien lo sucederá. Al anuncio de los primeros resultados de la contienda termina su poder político e inicia una nueva era de soledad para él. De definiciones: se quedará en el País o pondrá océano de por medio. Se retirará al ostracismo o dará cátedra en alguna prestigiada universidad. Vivirá con los suyos o se partirá el núcleo familiar a la salida del poder. Terminará respetado o en la ignominia. Justificar la opulencia o vivir en un bajo perfil.

De entre muchas otras interrogantes que seguramente se haría cualquier ser humano a punto de concluir el mandato más importante de su vida política -además para acostumbrarse a no tener el poder-, en el abanico de posibilidades y oportunidades para el Presidente Enrique Peña Nieto existe un misterio por develarse en su futuro, quizá inédito, pero certeramente válido: ¿Terminará en la cárcel?

La respuesta a esa pregunta estará en el resultado de la elección del domingo 1 de julio de 2018.

Razones para investigar, juzgar, procesar, sentenciar, al Presidente Enrique Peña Nieto hay, y muchas. Su administración ha estado desde el inicio marcada por la corrupción, el exceso, el derroche y el abuso. Los desvíos de dinero, los moches privados, los favoritismos en las asignaciones de contratos y obras, los conflictos de intereses y el tráfico de influencias, han sido acciones que han sucedido de manera sistemática y general a lo largo de estos cinco años con siete meses de gobierno.

La gravedad radica, para el todavía Presidente, en que las áreas especializadas, de fiscalización y rendición de cuentas, ya no estarán bajo su área de influencia y poder, de ganar como se ha pronosticado Andrés Manuel López Obrador, o en su defecto quien va en segundo lugar, Ricardo Anaya Cortez, quien airadamente ha dicho que meterá a Enrique Peña a prisión.

La única persona que le garantizaba continuidad al Presidente Peña, aquel que estaba dispuesto a protegerlo y que de hecho no lo tocó ni con la ventisca de un trascendido que pusiera en duda alguna de sus políticas o señalara alguna de sus muchas fallas, va en tercer lugar de todas las mediciones reales.

Las derrota de José Antonio Meade Kuribreña -un fraude a su favor a estas alturas y con esos números es prácticamente improbable- significará no sólo el inicio de la debacle priísta, cuanto más aumentará la posibilidad de que el Presidente Peña termine investigado por actos de corrupción. Especialmente cuando Andrés Manuel López Obrador, su principal contendiente, ha dicho que él no lo investigará, pero no ha cerrado la posibilidad que otro miembro de su gobierno -en caso de ganar- realice las investigaciones a partir de las muchas denuncias ciudadanas que podrían decantarse sobre la conducta de Enrique Peña Nieto, si como dicen será libertad y derecho ciudadano el denunciar actos ilícitos por parte de miembros que fueron o son del gobierno federal o cualquier otro.

El Presidente Peña se enfrentará la noche del 1 de julio a un resultado que puede afectar no solamente la continuidad de su proyecto político, sino la continuidad de su libertad.

Quienes han acompañado en el sexenio al mandatario priista, estarán más preocupados por asegurar su futuro político, y consolidar su estabilidad económica para que no sea susceptible de investigación, que ocupados en preservar el legado de Enrique Peña Nieto. Miguel Ángel Osorio Chong será Senador de la República, Luis Videgary seguramente buscará una posición internacional sea un un organismos público como en la academia privada, Gerardo Ruiz Esparza estará más ocupado en justificar sus acciones como el cuestionado Secretario de Comunicaciones y Transportes que fue, para no ser procesado; lo mismo le sucederá a Rosario Robles, al Procurador General Elías Beltrán, como a quienes han ocupado cargos en el Seguro Social, Petróleos Mexicanos, Comunicación, Educación, por mencionar otras posiciones que también han estado en el entredicho de la corrupción y el desvío en los últimos meses.

Del PRI poco podrá rescatar Peña. Utilizó al partido como si quisiera acabar con él. Nombró y quitó presidentes a su antojo mandándolos a la vergüenza política. Ahí está Enrique Ochoa para dar cuenta, y Claudia Ruiz Massieu como prueba, pues al sacarla de Relaciones Exteriores para otorgarle la posición a su íntimo Videgaray, la recluyó en la posición político partidista en la que estuvo y fue asesinado su padre José Francisco, y cuando decidió que Ochoa ya no le servía, pretendió quitar también a la sobrina del ex Presidente Carlos Salinas, pero la osadía no le alcanzó a Peña Nieto, que terminó de hundir al PRI imponiéndole un candidato sin filiación partidista, sin carisma, sin bagaje político; a un burócrata de alto nivel, pero al final burócrata “Independiente”.

La realidad es que “la salvación” del Presidente, nunca prendió su campaña. José Antonio Meade quiso sacar provecho de su “independencia” intentando aprovechar un momento social de reticencia partidista, incluso renegó del PRI, eliminó su logo de su estrategia electoral y se vio más agradecido con el Presidente por la candidatura que por el partido cuya estructura ahora requiere para justificar que podría levantar eran cinco días, más de 25 puntos de ventaja que le llevan.

En estas condiciones, con un partido en el umbral de la derrota, y unos colaboradores y ex colaboradores ocupados en solucionar su propio futuro político, y garantizar su libertad, el Presidente Enrique Peña Nieto se va quedando solo. Dilucidando a lo mejor que camino tomará, escudriñando quizá porque Carlos Salinas de Gortari se retiró a Irlanda inmediato al final de su sexenio, o Ernesto Zedillo Ponce de León eligió al academia en los Estados Unidos, y Felipe Calderón Hinojosa esparció su tiempo entre la cátedra y el ocio.

El Presidente Peña sabe, es seguro que lo sabe, que en la academia internacional pocas son sus posibilidades, la fama de no ser una persona sensible a la formativa lectura, sustentada en sus propias acciones, el estigma de una tesis de licenciatura plagiada, y aunados estos detalles a un sinfín de equívocos públicos, lo alejan poco a poco de la sabiduría de las letras y las aulas. Tampoco le alcanza la personalidad de “estadista” para una representación internacional; nunca se le conocieron el Presidente negocios, empresas propias antes de iniciar en la política, por lo que proyectos de esa naturaleza estarían como su estatus actual de acaudalado de la política, bajo sospecha.

Regresar al Estado de México sería una opción, quien sabe si en la tónica de su familia, pero sí en la querencia de un bastión priista que lo ha arropado y que hoy maneja su primo ¿Le alcanzara eso para librar la prisión? ¿Le alcanzara para menguar la soledad de un ex presidente? Eso esta por verse, Enrique Peña Nieto se acerca a su principal momento de soledad, sin el poder de ayer, sin la afluencia ni la protección de quienes están esperando, en los ámbitos político, social y económico, que emerja el nuevo Presidente de México, para actuar en consecuencia.

En la soledad del Presidente, la duda es si irá o no a prisión.