En medio del desprestigio de la política mexicana, los discursos sin profundidad de los candidatos y la ola de votantes apáticos, el Instituto Nacional Electoral ambiciona hacer del debate presidencial, un proceso menos tedioso.
Al incluir innovaciones, básicamente intentan que la inversión -20 millones de pesos por los tres debates y siguen haciendo ajustes-, reditúe en que las ideas de los cuatro pretendientes a la Presidencia de México, lleguen a un mayor número de electores potenciales.
Son ideas, porque a pesar de llevar casi 48 días de campaña y otros tantos de precampaña, hasta hoy, los discursos de los candidatos, muchos de ellos memorizados y aburridos, se han dedicado, por un lado, a denostar primero a sus contrincantes, principalmente al puntero, a descalificar los planteamientos de los contrarios y después a difamar o rechazar el concepto “populismo”, dándole una carga peyorativa para después, en incongruencia, presentar una o varias propuesta populistas (“… que pretende atraerse a las clases populares”, de acuerdo a la Real Academia Española).
En un segundo término han presentado sus planes de gobierno, lo que llaman propuestas para atender las principales problemáticas del país; el asunto es que se han quedado en la superficie, hablan de algunos qué, pero no explican los cómo, ni de dónde, tampoco diagnósticos ni planteamientos integrales.
En el primer debate realizado en la Ciudad de México, en medio de acusaciones y réplicas hablaron de corrupción, inseguridad y democracia, y como era de esperarse, le echaron montón al puntero, al candidato del Movimiento Regeneración Nacional. Al final, el formato, los espacios contratados, el interés y el morbo ciudadano (por ver lo que sucedía alrededor del candidato de Morena), permitió al INE tener el mayor número de receptores televisivos para un espectáculo-programa de este tipo en la historia del organismo electoral, 11.4 millones de electores potenciales, aseguraron.
Como el plan de los funcionarios electorales, es que el rating del segundo debate supere al primero, intentan explotar dos novedades: una, que la confrontación de ideas de los presidenciables se haga fuera de la Capital mexicana, en Tijuana; dos, que 42 votantes registrados en Baja California, insaculados por el INE, puedan estar en la misma sala que los candidatos y hacerles seis preguntas como si fueran la voz del pueblo en una asamblea comunitaria.
En un país con altos niveles de corrupción y por ende, lleno de ciudadanos desconfiados, resulta fácil saber si muchos de los votantes ya se están cuestionando la veracidad de que estos ciudadanos efectivamente fueron elegidos al azar, si no son gente de algún partido o comprados por ellos; si no fueron aleccionados por el INE… la realidad es que resulta necesario esperar para ver el formato en acción y seguramente cada quien llegará a personales conclusiones, tampoco hay que olvidar que la temática está limitada a comercio exterior, seguridad y derechos humanos.
Pero la idea de ver cómo sale el experimento puede jalar marca, lo mismo que saber cuáles otros trapos sucios salen o vuelven a salir a la luz, qué propuestas se descalifican, qué memes generan y para aquellos con alto sentido de conciencia cívica, la esperanza de conocer las propuestas viables y no viables; las visiones de país que presentarán en las instalaciones de la Universidad Autónoma de Baja California, el próximo domingo 20 de mayo, Ricardo Anaya, Andrés Manuel López Obrador, José Antonio Meade y Jaime Rodríguez “El Bronco”.
De entrada, tratándose de cantidad -u oferta política- en este debate, la ciudadanía ya se ahorró a quien declinó a la candidatura, la única mujer y además candidata independiente, pero quien decidió retirase de la contienda cuando apenas sumaba entre el tres y el cinco por ciento de la preferencia electoral, dependiendo de la casa encuestadora.
La invitación, para aquellos inscritos en el registro electoral, es sintonizar este segundo debate, al voto duro, los indecisos, los que obvian y los que odian los partidos; los que votan por los candidatos, que sirvan las respuestas y las evasiones para conocer el temple y las capacidades de los suspirantes, de quien próximamente encabezará el gobierno de los mexicanos.
Para saber qué tan capaces son de defender sus ideas o cuan competentes son para presentar propuestas, incluso medir su capacidad y conocimiento para descalificar el planteamiento de sus contrincantes, o bien, para esquivar las descalificaciones.
A prácticamente mes y medio de las votaciones del 1 de julio, es el momento de revisar si sus propuestas son viables o están regalando espejos. En este tema, algunas organizaciones no gubernamentales y casas de consultoría política, desde el inicio de la campaña, han presentados monitoreos y análisis de las propuestas de los candidatos, y sus resultados están abiertos. Por ejemplo, Integralia hizo un diagnóstico de la factibilidad de las propuestas; el Observatorio Nacional Ciudadano (ONC) presentó un proyecto para certificar las que se refieren a seguridad; una iniciativa periodística está desarrollando el proyecto Verificado 2018 (identificar las noticias falsas); y Artículo 19 y Amnistía Internacional, crearon la plataforma “México Sin Miedo 2018”, para rastrear las propuestas en materia de derechos humanos.
Pero si estas iniciativas no le gustan, busque otras de sus predilección, haga sus mediciones, el tema aquí es que se informe, porque si seguimos siendo un país donde los candidatos pueden hacer propuestas sin sustento, prometer y firmar compromisos sin cumplirlos, sin tener ninguna consecuencia en las urnas, entonces continuaremos siendo un pueblo con funcionarios corruptos e incapaces que cometen delitos sin ser castigados.