Columna invitada
Alfonso René Gutiérrez
Luego de ser concluido y registrado, el proyecto en cuestión fue aprobado por la Secretaría de Educación Pública, en 1979; aunque, como se sabe, los conflictos por los que empezó a atravesar entonces la Universidad, determinaron que la creación de la Escuela se pospusiera. Mas he querido señalar las circunstancias de nuestra intervención para hacer hincapié en el precioso bien de la amistad, que asimismo tuvo un rol preponderante en lo que fue el más inmediato antecedente de la fundación de esta escuela, hoy Facultad de Humanidades: me refiero al Taller de Literatura que se creó en Tijuana bajo el auspicio de la UABC.
En el tiempo que estuvo a mi cargo, este Taller, producto también de la visión cultural del maestro Rubén Vizcaíno, que para entonces dirigía el Departamento de Extensión Universitaria, fue el punto de confluencia de buena parte de la joven generación literaria de aquel momento. A sus reuniones acudían Raúl Rincón Meza y eventualmente Ruth Vargas Leyva, dos de sus fundadores, y desde luego Víctor Soto Ferrel, su director anterior, a quienes había yo conocido cuando buscaba el material para el libro 7 poetas jóvenes de Tijuana, antología que había elaborado en los años setentas para la editorial Ibo-Cali. Entre los asistentes más jóvenes de esas sesiones se encontraban Gilberto Zúñiga, Víctor Hugo Limón, José Luis González y Baltazar Chanona, a los que seguía la novísima promoción que empezaba a llegar a sus veinte años, como Manuel Romero, Edward Coward, Fernando Olmos, Tízoc García, Raquel Presa, Francisco Mendoza, Gloria Arenas, Ileana Ruiz, Leopoldo Lara, Ivonne Arballo y Flora Calderón.
En 1983, con motivo de la visita del secretario de Educación Pública, Lic. Jesús Reyes Heroles, que inauguró en el Cecut, el Programa Cultural de las Fronteras, tuve el honor, como director del Taller de Literatura de la UABC, de redactar y entregar en esa coyuntura, a instancias del profesor Vizcaíno, una carta en la que solicitaba la creación de una escuela de humanidades en la propia Universidad. El Lic. Reyes Heroles habría de asegurar en el discurso que entonces pronunció, que el Programa Cultural de las Fronteras buscaría impulsar “el desarrollo cultural de estas regiones, a través de acciones coordinadas con los gobiernos de los estados, municipios, comunidades y centros de educación superior”, razón por la cual fue favorablemente atendida aquella solicitud.
Con el aval de la Secretaria de Educación, el año siguiente se dio paso a la actualización del proyecto que había realizado el Lic. Mendoza, con lo cual se creó finalmente la Escuela de Humanidades, cuyo primer plan de estudios de Literatura fue elaborado por Lourdes Gavaldón, Víctor Soto Ferrel y Alfonso René Gutiérrez.
Podemos, en fin, afirmar que también ha sido la amistad lo que ha propiciado el buen funcionamiento de la carrera de Lengua y Literatura de Hispanoamérica, en la que me desempeñé durante todos estos años en la Facultad, al final de los cuales colaboré asimismo en la Licenciatura de Docencia de la Lengua y Literatura. Siempre se ha brindado un cordial recibimiento a los colegas que han ido llegando a la carrera, como en su momento lo fueron los profesores Rogelio Arenas, Blanca Corrales, Guadalupe Bejarle, Carmen Castañeda, Hugo Salcedo y más recientemente, Alfonso García Cortez, Julián Beltrán Pérez y Javier Hernández Quezada; así como algunos exalumnos, el primero de los cuales fue Humberto Félix Berumen, seguido por Lucía Pardo, de tan querida memoria, pertenecientes a la primera generación, a los que siguieron entre otros, Araceli Álvarez, Bertha Alicia Sandoval, Abnériz Meléndez, Carmín Cruz Coutiño, Pedro Manríquez, Gabriela Preciado, Rocío Molina, Karla Robles, Elizabeth Algraves, Ana María Ortiz, Gerardo Gómez Michel, Elizabeth Villa y algunos egresados de las generaciones más recientes como Hiram Rocha, Nancy Díaz, Octavio Machado, Fernando Alfaro, Alfredo González, Daimary Sánchez Moreno, Ana Paola Morales, Valeria Zamudio, Jesús García. Asimismo, otros maestros que estuvieron solo por un corto tiempo, más contribuyeron, no obstante, con sus valiosos conocimientos y experiencia, como Rodolfo Alcaraz, Benjamín Trujillo, María del Refugio Macías, Valdemar Verdugo Fuentes, Rosina Conde, Guadalupe López, Roberto Castillo, Eduardo Arellano, Karina Hodoyán.
Creo pues pertinente subrayar ante ustedes, estimados estudiantes, el alto valor que se encierra en la amistad, sin duda el mejor consejero que podrán tener en su vida profesional. Con esto no quiero decir que no haya habido momentos conflictivos en nuestra convivencia cotidiana, lo cual es natural que ocurra en todo grupo humano; mas ha prevalecido siempre, en esos casos, la razón académica por sobre los intereses de otra índole, y se ha procurado la armonización de las pasiones, que es en lo que consiste el verdadero desarrollo de una comunidad.
De esta forma, además de agradecer desde luego a mi propia familia, deseo también hacerlo a los amigos que desinteresadamente me auxiliaron en todo este tiempo. No es una simple frase el decir que todo hubiera sido más difícil sin su ayuda.
Muchas gracias.