Hay dos palmas que adornan a mi calle
y al cielo casi llegan con las ramas,
se parecen a dos esbeltas damas
que se cuidan de no perder el talle.
Les observo en sus formas el detalle
cuando el sol las alumbra con sus flamas,
y me inspiran, y escribo en epigramas
con humor, pero nunca que avasalle.
Me imagino que, como golondrinas,
emigrando a países muy lejanos,
se convierten en bellas bailarinas.
Y al moverse, del viento de los llanos,
ya comprendo por qué las muy ladinas
bien quisieran en vez de ramas manos.
Lourdes P. Cabral
De su libro “Amor al Amanecer”
San Diego, California