Los estadounidenses se ven inmersos entre visiones conflictivas sobre lo que está pasando a lo largo de la frontera entre México y los Estados Unidos. Tomando en cuenta que ninguna de las partes ve la situación desde el mismo punto de vista, no es sorprendente que no haya acuerdo sobre si una relación más estrecha con México, es una oportunidad o una amenaza.
Ya conocemos la opinión de California, los californianos, y el liderazgo político del Estado: son pragmáticamente cooperativos para abordar los desafíos de seguridad, mientras aprovechan las oportunidades que existen para un Estado fronterizo. Siendo la potencia mayoría-minoritaria de los Estados Unidos, en California, la inmigración es ampliamente aceptada por la mayoría de los votantes; los estridentes gritos anti-migratorios de otras partes de los Estados Unidos encuentran poca tracción, y el Partido Republicano está en retroceso. En el pasado, los californianos estaban preocupados por la inmigración ilegal, pero en 2017 hubo el menor número de inmigrantes ilegales detenidos en la frontera desde 1971. Por razones obvias, los californianos son bastante relajados sobre el tema.
Al Este de California, la situación es distinta: en los estados fronterizos de Arizona y Texas, las opiniones son divididas a menudo por motivos raciales. Pero en el Sur profundo de los Estados Unidos y otras áreas con pocos migrantes y muchos partidarios anglosajones del señor Trump, donde uno encuentra a una considerable minoría de estadounidenses atemorizados por la migración mexicana, exagerando su impacto económico y social, y obsesionados con el “injusto” Tratado de Libre Comercio de América del Norte; este grupo creyó al Presidente Trump cuando dijo que obligaría a México a pagar por un muro fronterizo, dado que el gobierno mexicano se ha negado a cooperar, el señor Trump busca otras opciones.
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En este clima de desacuerdo político, social y moral, el Presidente Trump anunció, el 3 de abril, que hasta construido su nuevo muro fronterizo entre Estados Unidos y México, llamará a la Guardia Nacional para “proteger” a los Estados Unidos de la “invasión de inmigrantes ilegales” que dice, provienen de México y países del Sur. Puesto que es probable que no se construya el muro en un tiempo cercano, eso implica una militarización a largo plazo para la frontera.
La Guardia Nacional es un colectivo de tropas de reserva que generalmente sirven bajo las órdenes de gobernadores estatales, al menos que sean “federalizadas” por el Presidente de los Estados Unidos, ante alguna amenaza nacional. Cuando el señor Trump anunció que llamaría a la Guardia Nacional, tenía el apoyo de los gobernadores republicanos al Este de California, en Arizona y Texas, pero, ¿cómo respondería California? Si el gobernador Jerry Brown de California no aceptaba la movilización de las tropas de la Guardia Nacional, estaba completamente dentro de los poderes del Presidente Trump, federalizar estas tropas de California y ponerlas bajo el mando de la Casa Blanca.
Frente a la posibilidad que Trump “federalice” -tome el control de- la Guardia de California, el gobernador Brown ordenó que se vigila la frontera, sacando dinero de Washington para pagar y apoyar a las tropas, mientras limita estrechamente el trabajo de la Guardia a algo que la mayoría de los californianos confían, eso sí excluyendo explícitamente la aplicación de la ley de inmigración. Como explicó Brown a los secretarios de Defensa y Seguridad Interior de Trump: “los fondos para nuevas dotaciones de personal permitirán a la Guardia hacer lo que mejor hacen: apoyar operaciones dirigidas a bandas criminales transnacionales, traficantes de personas y contrabandistas ilegales de armas de fuego y drogas a lo largo de la frontera, costa y en todo el Estado”.
Una vez más, la diversidad de California se ha diferenciado de la cacofonía de la retórica anti-mexicana que emana de Washington y los partidarios de Trump al Este del río Colorado. Mientras que el liderazgo político de California sigue siendo una inspiración para el resto de los Estados Unidos, es una pena que Baja California siga enredado en corrupción política y división. Las “tres Californias” no pueden trabajar juntas en su mejor momento hasta que las Californias al sur del Río Tijuana alcancen su nivel. ¿Qué estamos esperando?
Andrew S.E. Erickson es un orgulloso ex residente de Tijuana, ex diplomático de los Estados Unidos, con Maestría del Colegio Nacional de Guerra, y un fuerte creyente de la importancia de las buenas relaciones entre mexicanos y estadounidenses.