Señor Jesús, tú eres nuestra paz, mira nuestra patria dañada por la violencia y dispersa por el miedo y la inseguridad. Consuela el dolor de quienes sufren. Da acierto a las decisiones de quienes nos gobiernan. Toca el corazón de quienes olvidan que somos hermanos y provocan sufrimiento y muerte. Dales el don de la conversión.
Protege a las familias, niños, adolescentes y jóvenes; a nuestros pueblos y comunidades.
Que como discípulos misioneros tuyos, ciudadanos responsables, sepamos ser promotores de justicia y paz, para que en ti, nuestro pueblo tenga vida digna.
Atentamente,
Rubén R. Hernández Soto
Ensenada, B.C.