“Bienvenido Misionero de la Misericordia”, anunciaba la publicidad y propaganda por la visita del Papa Francisco a Cuba, en 2015.
La más grande de las virtudes es precisamente la caridad o misericordia, incluso Jesús llega a afirmar que al final, todo terminará: fe y esperanza, pero el amor no pasará. Eso es la misericordia, palabra compuesta por corde-cordia: corazón y compasión del corazón.
En Cuba, la mayoría de sus ciudadanos tienen que arreglárselas con un salario de 12 dólares mensuales a razón de 24 pesos cubanos por el llamado CUC o dólar cubano, equivalente al norteamericano. En México y en América Latina, millones de personas se la averiguan para vivir diariamente con un dólar o su equivalente.
La misericordia que va más allá de la justicia es la virtud por la que somos solidarios o compartimos con los necesitados de objetos materiales, pero también espirituales.
La Iglesia Católica viviendo el mandato de Jesús sobre el amor, aterriza ese amor o caridad en obras sociales, como los bancos de alimentos, orfanatorios, asilos de ancianos, casas para enfermos mentales y otras más para migrantes; dispensarios, clínicas y hospitales, escuelas para necesitados, centros de rehabilitación.
La persona humana, integrada de inteligencia, afecto, cuerpo y alma. No solo ocupa vestido, bebida o alimentos, vivienda. El alma cansada y agobiada por el estrés, las neurosis de la falta de sentido de la vida, violencia, adicciones, suicidio, etcétera. Necesita encontrar un sentido o súper sentido a su vida. Muchos santos, como el fundador de Colombia, el jesuita Pedro Claver, antes de hablarles de Cristo a los más de 300 mil esclavos negros que bautizó en Cartagena de Indias, en el siglo XVI. Primero los curaba, los consolaba, atendía sus llagas y heridas; los alimentaba y después les hablaba de Dios. Primero, los evangelizaba con el amor de las obras y enseguida les daba el mensaje de Jesús.
En las cabeceras diocesanas de La Paz, Ensenada, Tijuana, Mexicali, Nogales, Hermosillo, Ciudad Obregón y en todo el país. Sacerdotes, religiosos, laicos y personas de buena voluntad, callada y cotidianamente se entregan a servir misericordiosamente a los más necesitados. Ejemplo de ello son los padres escalabrinianos de las casas de Migrantes en Tijuana. La Casa de la Esperanza, centro de rehabilitación de adicciones en Mexicali. El centro para migrantes Padre Kino de Nogales, atendido por los hermanos jesuitas. Bancos de Alimentos en cada diócesis.
A veces vivimos un cristianismo aburrido, no porque éste lo sea, sino que nos falta descubrir o vivir la aventura de juntar ropa, latas, regalos y lanzarnos en familia o en grupo, en diciembre o enero, o cuando se pueda ir a gozar de la sonrisa de los necesitados, niños o jóvenes que no reciben regalos o algún presente. Uno piensa inicialmente que va a enseñarles, cuando de verdad es uno el que aprende de la sencillez de las personas que viven una situación que los hace ser meros espectadores del materialismo, de la abundancia, ajenos a la cultura del dispendio o el descarte como le nombra el Papa Francisco.
Cada quien somos dueños y nos pertenece lo que ganamos o tenemos, pero el corazón humano se anquilosa, más el corazón cristiano que deja de experimentar la alegría plena de vivir cuando se encierra en lo que es justo, ajena a la misericordia que Jesús nos enseñó en el plano de las obras espirituales y corporales. Aunque por algo el Señor remarcó que incluso iremos al infierno si no lo reconocemos en el necesitado, el más pequeño, el insignificante.
Qué puede hacer la gente en Cuba con 12 dólares de sueldo mensual o 10 dólares de pensión para los retirados, tanto como harán los mexicanos que ganan 700 pesos semanales o mil 500 de pensión mensual, con recibos de luz de más de mil pesos. Necesitamos compartir nuestra vida y bienes misericordiosamente con los necesitados. En México han igualado el salario en todo el país: 70 pesos diarios.
Germán Orozco Mora reside en Mexicali. Correo: saeta87@gmail.com