El diario vivir está regulado por una serie de normas (reglas de conducta) que permiten la vida en sociedad, pacífica y productiva.
Las normas tutelan diversos bienes y ordenan y prohíben determinadas conductas. Hay normas del trato social que regulan el comportamiento en sociedad y son externas o también llamadas “buenas maneras”; comer con el uso de ciertos utensilios, denominados cubiertos, saludar a las personas con las que convivimos, son un ejemplo de las conocidas “reglas de urbanidad” y que hoy están fuera de práctica, y no es raro asistir a un restaurante y ver cómo se violentan estas reglas facilitadoras del trato social.
Las normas citadas anteriormente se dice que son heterónomas porque son impuestas aún en contra de la voluntad de destinatario; además se comenta que son incoercibles porque no puede ser obligado su cumplimiento por la fuerza, porque no está permitido el uso de ésta para lograr su cumplimiento.
Existen también las normas religiosas, que son heterónomas como las anteriores; son internas porque regulan el comportamiento de un individuo de acuerdo a las disposiciones de la religión que practica; son incoercibles y sus preceptos solo obligan al sujeto que pertenece a determinado grupo religioso.
En una época, estas reglas de conducta tenían una enorme fuerza, se obedecían de manera indiscutida, lo que hoy no sucede; por lo que se dice que en nuestra sociedad hay ausencia de Dios, lo que deja abierta la puerta al pecado y a la anarquía social. Vale la pena puntualizar que las normas religiosas rigen la interioridad del sujeto en cuanto a creyente de una determinada religión y que en una época, este tipo de normas eran obedecidas sin discusión alguna; es por esto que podemos decir, son normas incoercibles, heterónomas y rigen la conducta interna del hombre.
Existen también las normas morales que son autoimpuestas, internas, incoercibles y autónomas; son reglas que el hombre se impone a sí mismo y generalmente sustentan valores cuya obediencia es autoimpuesta, a pesar de ser incoercibles; son estrictamente obedecidas por un individuo o grupo de individuos.
Por otra parte, existen las normas jurídicas, normas externas creadas por el Estado para permitir el orden y la seguridad de los ciudadanos, son conocidas como instrumento de control social. Estas normas son heterónomas porque son impuestas por una voluntad distinta al destinatario, son coercibles porque pueden obligar a su cumplimiento aún en contra de la voluntad del sujeto, empleando la fuerza. Rigen la conducta externa del hombre y su misión es tutelar valores de alta jerarquía.
En síntesis podemos decir que la vida humana en sociedad está debidamente regulada y normada, de tal manera que saber qué podemos hacer o qué debemos no hacer es fácil y necesario, sobre todo porque rige la amenaza de un castigo en el caso de desobediencia, principalmente tratándose de las normas jurídicas; sin embargo, los individuos y los grupos sociales exigen una reestructuración normativa de la sociedad, buscando justicia y equidad en el reparto de la riqueza y buscando también nuevas formas de vivir en sociedad.
El crecimiento de la sociedad y el desarrollo político y cultural se encuentran buscando fórmulas del cambio normativo jurídico, político, más justo y más acorde con los requerimientos de una sociedad del siglo XXI.
Arnoldo Castilla es abogado y catedrático de la UABC.