Cómo puede desarrollarse una comedia negra partiendo del crimen sin castigo de una hija. La respuesta la tiene el director Martin McDonagh, porque además es el responsable de uno de los mejores guiones de 2017.
Y luego tuvo a su lado a Frances McDormand en el papel estelar de Mildred, una madre soltera, sin dinero, en un pequeño pueblo de Missouri luchando por hacerle justicia a su hija cuando la Policía no parece mover un dedo para dar con el asesino.
Nadie pudo haber encarnado a este personaje mejor que McDormand, quien convincentemente proyecta en pantalla a esta mujer desesperada que decide colocar tres anuncios espectaculares dirigidos en particular a Willoughby, el jefe de la corporación, interpretado por Woody Harrelson, quien tiene a su lado al agente Dixon (Sam Rockwell), que tampoco lo ayuda mucho con su racismo y su violencia.
Al pueblo en sí no le agrada para nada la insurrección de esta señora desesperada que tiene otro hijo de qué preocuparse (encarnado por el maravilloso Lucas Hedges) y la humillación de un marido que la dejó por una jovencita. Todo le ha pasado a Mildred y ahora es ella quien, con un sufrimiento soterrado, está lista para clamar justicia aunque moleste a una comunidad al parecer dominada por hombres.
Todo esto hecho a través de la ironía con que suele disfrazarse la desesperación cuando la gente queda vulnerada, en un mundo donde el Estado de Derecho si acaso existe como concepto no aplicable a la vida cotidiana.
Aquí hay un trasfondo político más que evidente, por supuesto que los temas centrales que ocupan en estos momentos el debate nacional en Estados Unidos -donde el racismo, la lucha de clases y el acoso sexual ocupan los titulares de la prensa- están inteligentemente expuestos en esta película, pero al final, lo que quedan son tres estupendas actuaciones por parte de los muy contrastantes Rockwell y Harrelson, y una McDomand en verdad insuperable. ****
Punto final.- Sigue “Wonder”.