Reías y en silencio yo te amaba,
llorabas y en silencio yo sufría
y en mi alma, un fuego me quemaba,
un fuego del que nunca escaparía.
No puedo precisar en qué momento
la llama de tu amor en mi alma ardía,
pero en cierta ocasión, un gran tormento
me vino a señalar que te quería.
Y cada vez, el fuego iba creciendo,
la llama cada vez más se encendía.
Te quiero tanto, tanto y no comprendo
por qué sin tu querer no viviría.
Y a través de los años y mi sino,
y a través de mi vida tan sombría,
este amor tan inmenso, tan divino,
lo llevaré en silencio, vida mía.
Luis Gardner Ackerman
Tijuana, B.C.