Poco tiempo después de la entrevista “Creelman”, apareció un libro titulado “La sucesión presidencial de 1910”, escrito por un joven inquieto y acaudalado, latifundista de Coahuila, Francisco I. Madero. En el libro se planteó valientemente la necesidad de establecer las prácticas democráticas sintetizadas, paradójicamente presentes en el mismo lema que Díaz había esgrimido al enfrentarse a Juárez y Lerdo de Tejada: “Sufragio efectivo, no reelección”. Para poner en prácticas estas ideas, Madero auspició la fundación en la Capital y en otras ciudades provincianas, cedes del Centro Anti reeleccionista que congregaban a unos cuantos demócratas de buena fe, pero sin bríos, incluso algunos que habían colaborado con Díaz en la revuelta de Tuxtepec por creer que el caudillo implantaría la más pura democracia.
Al principio, ni Díaz, ni nadie tomaron en cuenta, ni le dio importancia a los “chiflados” que osaban desafiar al dictador, sin experiencias políticas y sin presentar un proyecto con promesas de lograr un bienestar para los ciudadanos. El General Reyes, ante el desastre que veía próximo, huyó a Europa, mientras que el 75% de ciudadanos reyistas se afilió al grupo de Madero y muy pronto el modesto “centro” se convirtió en el Partido Anti reeleccionista, con el propio Madero como candidato presidencial.
En julio se celebraron las elecciones, y a pesar de la campaña entusiasta y emotiva de Madero; Díaz fue declarado ganador, y como vicepresidente Corral. Las manifestaciones y motines de protesta empezaron a darse en varias partes, razón por la que los elementos de persuasión que controlaba el gobierno, constituían un factor muy importante para apoyar a la dictadura. A fin de evitar disturbios que enturbiaran las fiestas del Centenario, 1810-1910, Díaz ordenó tratar con mano dura a los oposicionistas. Elementos del ejército y la policía sofocaron manifestaciones populares de repudio hacia el gobierno, en Valladolid, Yucatán, y en Tlaxcala, el saldo fue de varias muertes, incluso mujeres, niños y ancianos. Gran número de maderistas -se dice, sumaban seis mil- fueron encarcelados, entre ellos se contaba al propio Madero, quien ingresó a la prisión de San Luis Potosí.
El 4 de octubre, en cuanto terminaron los festejos, el Congreso se reunió para declarar formalmente electos a Díaz y Corral. Poco tiempo después, Madero escapó de San Luis Potosí para refugiarse en San Antonio, Texas, donde expidió una proclama excitando a sus partidarios a levantarse en armas contra la dictadura y fijando como fecha para el levantamiento, el próximo 20 de noviembre.
Madero distribuyó armas y dinero entre sus partidarios. Dos días antes de la fecha establecida para el movimiento, la policía poblana sofocó a fuego y sangre el inicio del levantamiento, que pretendió iniciar el comerciante de zapatos, Aquiles Serdán, ardiente maderista. El día 20, Madero cruzó la frontera, cerca de Piedras Negras, Coahuila. Le habían prometido que allí lo iban a esperar 300 hombres armados, pero únicamente encontró a 15 y, desalentado, volvió a su refugio en Texas, un par de días después. Solo en Chihuahua operaban unas cuantas gavillas maderistas al mando de seres oscuros, como el arriero Pascual Orozco y el ex bandolero y carnicero Pancho Villa. El resto del país permanecía tranquilo. El dictador dormía satisfecho una vez más por haber demostrado su omnipotencia.
Solo a principios de 1911, cuando se enteró de que algunos reyistas prominentes se habían refugiado en Estados Unidos para huir de la persecución del gobierno por estar incorporados en la revuelta de Madero, el dictador comenzó a preocuparse. Destacaba entre estos, el doctor Franciscano Vázquez Gómez, ex médico de Díaz, y el candidato frustrado a gobernador de Coahuila, Venustiano Carranza, quienes apenas unos meses se deshacían para proclamar en público, su calidad de “partidarios incondicionales” del dictador. Estos eran los hombres proverbiales que abandonaron el barco a punto de hundirse.
Con el hostigamiento de sospechosos y los esbirros del gobierno, solo conseguía llevar más elementos al campo revolucionario. Un caso especialmente notable fue el de la familia Madero, a quienes se les confiscaron o intervinieron todas sus propiedades, motivo por el cual, los integrantes de la familia tuvieron que marcharse al norte de la frontera, temiendo por sus vidas. A fines de enero y principios de febrero, Díaz comenzó a angustiarse. Las revueltas de Chihuahua ocuparon varios pueblos importantes, y en Morelos y Guerrero surgieron gavillas, entre éstas, la capitaneada por Emiliano Zapata, las cuales pusieron en aprietos al gobierno. El 11 de febrero, la gavilla magonista, tan enemiga de Díaz como de Madero e integrada principalmente por anarquistas norteamericanos y europeos, se apoderaron de Baja California Norte. El gobierno liquidó en poco tiempo a los anarquistas, pero los demás frentes sufrían derrota tras derrota, el ejército se revelaba incapaz de hacer frente a los entusiastas revolucionarios.
Madero había permanecido en Estados Unidos, gozando de la protección abierta de las autoridades locales, quienes simpatizaban con los revolucionarios, y del apoyo pasivo de Washington, que estaba inconforme con Díaz por la forma como cortejaba a los inversionistas europeos, que le servían de contrapeso frente a los norteamericanos. El 14 de febrero, Madero cruzó la frontera hacia el sur por un punto cercano a Ciudad Juárez. Lo seguían 130 hombres, entre ellos, cerca de 50 aventureros norteamericanos y europeos. Las gavillas revolucionarias de Chihuahua agrupaban ya un mínimo de dos mil hombres.
Continuará.
Guillermo Zavala
Tijuana, B.C.