En el periodo de 1904 y 1910, el gobierno de los Estados Unidos ayudó a Díaz en la eliminación de cualquier inicio de revolución al encarcelar a centenares de refugiados mexicanos y regresarlos a México, para que el gobierno de Díaz les aplicara sus propios métodos sumarios. Asimismo, cualquier mexicano en Estados Unidos que se le pudiera comprobar que era miembro del Partido Liberal, era extraditado.
Flores Magón Ricardo -presidente del Partido Liberal- radicó en Estados Unidos durante seis años, tiempo en el que estuvo escapando de la muerte, además de estar preso en cárceles norteamericanas, sin otro motivo que el de oponerse a Díaz. Flores Magón y sus compañeros enfrentaron cargos distintos: resistencia a la autoridad, homicidio o robo, difamación en grado penal y conspiración por violar las leyes de neutralidad; este último cargo era el más utilizado por el gobierno para castigar a los opositores de Díaz.
El poder de Díaz deslumbró a los hombres al punto de imposibilitarlos para advertir, a través de su personalidad, el espirito carroñoso y perverso. Su buena fama en el extranjero se debe a tres cosas: primero, Díaz hizo “el México moderno”. Segundo, trajo tranquilidad al país mexicano y por lo tanto, debe considerarse como un adalid de la paz. Tercero, es un modelo de virtudes y pragmatismo político.
La realidad es que México, en aquel entonces y aun hoy en día, no es un país moderno ni desde un punto industrial, menos en educación pública; tampoco en la forma de gobernarse, su sistema político ha sido y es antidemocrático, así como corrupto.
Antes de que Díaz llegara al poder supremo, había sido un soldado experimentado y peleó en la guerra de tres años que liberó al país de la intromisión política de la Iglesia Católica. Díaz luchó durante 20 años a lado de México y del patriotismo. Por esta razón, Benito Juárez lo fue ascendiendo de puesto hasta la caída de Maximiliano, momento en el que Díaz alcanzó el rango de General. Después del derrocamiento reinó la paz en México gracias a Juárez; sin embargo, el ambiciosos Díaz conspiró y encendió una rebelión tras otra con el propósito de conquistar el poder de la Nación. Juárez se enteró del complot y envió al General Escobedo para controlar la situación. Cuando Juárez murió en julio de 1872, Díaz era fugitivo de la justicia.
Si Díaz se le puede considerar inteligente, es de reconocerla como una inteligencia criminal y cruel. Díaz tuvo las facultades de genio para la organización, agudo juicio de naturaleza humana y un gran impulso de laboriosidad; pero estas virtudes fueron utilizadas para hacer el mal. Nunca aprendió inglés y solamente sabía decir “yes” cuando, en apoyo y ayuda de los norteamericanos que le daban beneficios, estos le pedían una concesión o algo por el estilo. Del mismo modo, no le interesó ningún tipo de arte, tampoco le gustaba la leer, excepto los periódicos y libros que hablaban de él. Tampoco estudió algo que no fuera en relación con el arte del poder. Estas características venían a redondear su imagen de hombre severo, áspero y brutal en el trato con sus enemigos. La crueldad constituyó parte de su herencia, ya que su padre, José de la Cruz, era domador de caballos.
Díaz nació el 15 de septiembre de 1830, en un cuartucho del mesó de la Soledad, en Oaxaca. A los tres años murió su padre. Su madre Petrona Mori se instaló en una humilde casa a las orillas de la ciudad y se dedicó, en compañía de tres de sus hijas, a tejer rebozos. Porfirio empezó por necesidad a trabajar desde que tuvo uso de razón, con el fin de ayudar a su familia, incluyendo al más pequeño, Félix. Porfirio, desde que estudiaba la primaria, demostró una aguda inteligencia que lo llevó a ser aprendiz de carpintero y zapatero. Ya de adolescente logró ser admitido en el seminario de Oaxaca. Mientras tanto, para ayudar a su madre, aprendió a reparar carabinas y pistolas.
De joven, a Porfirio Díaz le decían “El Chayote” por el modo que espinaba a las personas que tomaban contacto con él en forma despectiva. Alto y corpulento, a base de golpes y pedradas se hacía respetar en el medio que lo despreciaba por pobre. Se decía que llegó a portar machete bajo la capa de seminarista y muy pronto se convirtió en el terror de sus compañeros.
Un prominente abogado de Oaxaca lo empleó para que le diera clases de latín a su hijo. Este abogado era un zapoteca que se había encumbrado en la sociedad oaxaqueña gracias a sus actividades como dirigente del llamado Partido Liberal. Cobró afecto a Porfirio y en las frecuentes visitas de éste a su casa, le transmitió los principios de su doctrina política que Porfirio acogió con pasión, puesto que representaban el mejor medio de abrirse paso en el ambiente dominado por los conservadores y el clero. Cuando le faltaba solo un año para ordenarse como sacerdote, Porfirio comunicó a su madre su deseo de abandonar el sacerdocio e inscribirse en el Instituto de Ciencias y Artes de Oaxaca para seguir la carrera de abogado. Tras lloriquear tres días, doña Petrona cedió. Porfirio fue alumno del Instituto, entre 1849 y 1854. En los últimos meses desempeñó trabajos de bibliotecario y pasante de abogado. Es completamente falsa la idea que se tiene de él respecto a considerarlo como casi analfabeto; todo lo contrario, sabía expresarse vigorosamente por escrito, pero con muchas faltas de ortografía, además de que su habla era clara y agradable, aunque hasta el fin de sus días siguió pronunciando incorrectamente “maiz” por “maíz” y “pais” por “país”.
Continuará.
Guillermo Zavala
Tijuana, B.C.